Sueños

Reí frenéticamente, mientras él ponía una mirada de fastidio.

—¿Qué creíste que era? Una fácil solo porque acepte tu juego para poder recuperar lo mío —dije en tono de burla— ¡Pues no! Porque yo si tengo dignidad.

Tome rápidamente mi bolso y salí de su auto. Sin embargo, cuando estaba a punto de marcharme, me detuvo.

—¡Ey! —

Voltee y lo mire con discordia.

—Bienvenida —

Arrancó en su auto, mientras yo me quedaba perpleja por lo que acababa de decir.

¡Bienvenida! ¡Bienvenida de qué!

Que sujeto más loco

Decidí regresar a clase ya de por sí iba retardada.

Cuando por fin finalizó, regrese a casa. Me sentía más sola que nunca. La ausencia de mi mala agradecida amiga me afectaba muchísimo.

Estaba a punto de perder mi orgullo y escribirle yo ¡Pero no!

Por otro lado, me fijé si todo se encontraba en orden en mi bolso. Mis tarjetas, mis documentos personales, el ticket de biblioteca, hasta los quince dólares que había dejado, también estaban. Sin embargo, algo más sobraba.

Era una pulsera, como de material de cuero, tenía incrustaciones de piedras rojizas. Realmente era hermosa.

¿Por qué la habrá dejado aquí?

La tomé y la coloqué sobre mi mesita de noche, no se la iba a devolver, no quería estar de nuevo frente su presencia.

De pronto me llegó a la mente el beso que me dio en el cuello, y se me erizo la piel.

Los latidos de mi corazón sonaban fuerte en el pecho, mientras el calor recorría mi interior.

—¡Ya basta Samantha! ¡Que mierda te pasa! —

En un momento de debilidad tome la pulsera, la lleve a mi nariz y la olí.

Un olor a perfume varonil y menta inundó mis fosas nasales. Me dejé caer en la cama y abrí mis labios para poder respirar.

—¿Qué es lo que me pasa? ¡Oh Max! .. Imbécil Max… Sexy Max… —

De inmediato una imagen pervertida llenó mi mente. Lo vi sin camisa, encima de mí, mientras mi mano recorría sus abdominales.

—¡Ya para! —me dije así misma—¡Un baño, necesito un baño!

Corrí rápidamente al baño que por suerte estaba dentro de mi habitación. Me desnudé y me metí bajo el agua.

Después de relajarme un buen rato, aproveche de colocarme Champú y tras varios masajes cerré los ojos para quitarme el producto.

De repente sentí un roce en mi espalda, y cuando lo percibí por segunda vez, lo tomé y mi tacto me reveló que había sujetado unas manos.

A continuación me giré y vi a Max, con su habitual ropa oscura pero empapado. Quería gritar, pedir ayuda. No obstante este me arrebato la idea.

Me llevó contra la pared y coloco ambas manos a cada lado de mis hombros, acorralándome, dejándome sin escapatoria.

Indefensa, acorralada, y desnuda. ¡Que rayos iba a hacer!

—¡Gritaré lo juro! —

—No, si yo soy más rápido —exclamó.

Pego su cuerpo con el mío y me agarro por el cuello, para luego besarme. Traté de luchar, mordí su labio, pero eso parecía excitarle más, puesto que, me tocaba con más intensidad.

De un momento a otro me cargo y quedé ahorcadas en su cintura. En ese instante dejé de luchar, me dejé llevar.

No sé que me ocurría, solo quería apagar el calor interno. Me atreví a bajar la mano y las metí debajo de su camisa, él entendió mi seña y se despojó de ella.

Vi cada tatuaje, en donde la mayoría no se comprendían.

—Ahora dime... ¿Quieres que forniquemos? —dijo en mi oído.

De pronto recordé lo importante que era la virginidad para mí como para entregársela a un idiota que ni sabía quién es, en el baño de mi habitación y de una forma extremadamente ruda e incómoda.

—¡No! — protesté—No le daré mi virginidad a un idiota que apenas acabó de conocer.

Acabando de decir eso, él me soltó y se alejó. Yo de inmediato tomé la toalla y me envolví.

—¡Bien! —dijo con cara de amargado—Despierta.

No entendía a que se refería.

—¿Qué? —

—¡Despierta! —repitió—¡Despierta!

Y de un momento a otro ya no estaba ahí, y ni él tampoco. Me hallaba tirada en la cama, con la pulsera aún en la mano y con mi mamá viéndome incrédula.

— Hasta que por fin ¡Samantha Walas!—reclamó— Un poco más y ya te echaba agua fría para qué te despertarás.

Así que todo lo ocurrido con Max, no más fue un sueño erótico.

—Gracias al cielo —dije aliviada.

—Gracias ¿Por qué? —dijo extrañada.

Reí a carcajadas por su cara, y por lo estúpida que me vi en el sueño, tipo Anastasia en las cincuentas sombras.

—Nada mamá locuras mías ¿viniste avisarme para comer? —

— No, todavía no... Tu amiga Astrid está en la sala dice que quiere hablar contigo —

Y yo no con ella, pero que más opción me quedaba.

—OK ma, dile que venga —

Mi madre se marchó, y a los pocos minutos regresó con Astrid.

—Prepararé la cena, niñas, les avisaré cuando esté lista —dijo mamá para luego partir dejándonos a solas.

Astrid se acercó para abrazarme, no obstante la esquive.

—Sam lo siento, sé que estás molesta conmigo —

—¡Molesta! ¡Me dejaste sola! —reclamé—Aparte que te vi follando con un imbécil que ni conoces, en serio esa es tu forma de quererte a ti misma.

—Sam ¡Ya ok! Sé que fue un error, y si fue el calor del momento. Además, estaba lindo y yo medio ebria —recalcó—No tengo buena justificación; sin embargo, te juro que no se vuelve a repetir... Vamos un ¡Abashito!

Realmente no podía estar sin ella, me aproximé, pero antes de abrazarla le di un coscorrón.

—OK me lo merezco —

Luego de la reconciliación, le conté sobre lo ocurrido con Max, omitiendo la parte de mi calentura precoz.

—¿Es guapo? —

—Si —aseguré.

—¿Más que Zack? —

—Mmm posiblemente si —reí.

—¡Sal con él! —sugirió.

Yo, saliendo con Max ¡Pará nada! Me imaginaba hiendo a los sitios donde me llevaría y se me quitaban las ganas.

—Definitivamente, ¡No! —recalqué—Además no escuchaste la historia... Me chantajeo en busca de acostarse conmigo.

—¡Que exagerada! Solo quería besarte —opinó—Por cierto ¿Fueron muchos chupetones?

—¿Chupetones? ¿De qué hablas? — dije confundida.

—¡Oh por Dios! ¡Sam! ¿Es que acaso no te has visto el cuello? —

Salte de la cama y me observe en el espejo de la peinadora. Lo que vi me impacto, de lado a lado toda la piel estaba roja en hinchada y cubierta de chupones.

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