Sucesos

Su boca se movía, y su respiración se agitaba. Podía detenerlo, pero por algún motivo mis manos seguían en su pecho y él las tenía agarradas. Su lengua recorrió mi boca, mientras que con sus labios chupaba los míos.

Mi corazón latió fuerte, jamás me habían besado de esa manera, no obstante sentí miedo ¿Cómo podía estar actuando asi? ¡Y con un desconocido!

Me aleje y le propine una bofetada, abrí la puerta del auto y salí corriendo lo más rápido que pude.

Por suerte no estaba tan lejos de casa. Vi la calle cercana a esta, y velozmente me dirigí hacia allá. Cuando divisé mi casa, mire hacia atrás para ver si este me seguía, pero no había rastro ni de él ni de su auto.

Sentí un gran alivio, al pisar la entrada del jardín; sin embargo, fue ahí que me di cuenta de que mi cartera no estaba. Solamente había tomado el teléfono.

—¡Oh! ¡Mierda! —

No señor. Samantha Walas, no se devolvería. Busque entre las macetas que adornaban la entrada, alguna llave de emergencia y ¡Bingo! ¡Hallé una!

Abrí y entre de una a la casa. Después de llegar a mi cuarto me dio una crisis por todo lo que había pasado.

—Vi a mi amiga teniendo sexo, Zack me decepcionó, bese a un desconocido y perdí mi cartera en donde...—reflexione—En donde tenía mis tarjetas de crédito, mi pase académico, el ticket de la biblioteca... ¡Estoy perdida!

Me lancé en la cama y me puse a llorar.

—Esto me pasa por ser tan confiada, esta va a ser la primera y la última que voy a una fiesta —

Luego de un rato tan traumático y emotivo me quedé dormida. Y si no hubiese sido por la alarma no me levanto.

Mire la hora, ¡Oh por Dios! ¡Eran más de las 8:00! Iba a llegar tarde.

Me observé en el espejo, parecía la llorona con el lápiz de ojos corrido hasta las mejillas.

Fui al baño, me di una ducha rápida y me puse la ropa más cómoda y fácil de colocar.

Baje y ahí estaba mamá quien me miró sin mostrar sorpresa alguna, ella ya sospechaba que algo había ocurrido.

—¡Hasta más tarde! —dije plantándole un beso en la frente y saliendo de ahí antes de que me llenará con sus preguntas.

El aula de clase estaba solitaria, solo cuatro chicas y el resto eran varones.

Astrid no se encontraba, lo más seguro es que había amanecido en esa fiesta. ¡Mejor! no quería encontrármela, aún seguía molesta.

Sonó el timbre y me dirigí al comedor, luego recordé que mi tarjeta de crédito no la tenía y que tampoco traía efectivo conmigo.

No tuve más remedio que quedarme afuera y disimular que no tenía hambre. De pronto una de las chicas de mi clase se acerca y dice:

—Te buscan afuera—

—¿Quién? —

—¡Que sé yo! No me sé los nombres de cada estudiante, aunque, lo único que sí sé, es que está bien guapo —suspiró—Te espera en el estacionamiento principal.

Me dirigí hacia allá, de seguro era Zack ¿A quién más se le consideraba guapo aquí? ¡Cuánto apuesto que estaba arrepentido por lo de ayer! Ja! Como si lo fuese a perdonar.

Baje las escaleras y llegué al sitio. Solo veía los autos de los maestros, hasta que vi uno conocido. ¡El auto de ayer!

Camine a paso calmado, y cuando estuve lo relativamente cerca pude ver al chico que me beso.

Con la claridad podía detallar cada parte de su rostro. El color negro le favorecía y sus tatuajes le daban un punto extra a todo.

—¿Qué quieres?—dije secamente.

—Así me tratas después de lo que pasó anoche, Samantha Walas —

¡Dijo mi nombre y mi apellido! ¡Tenía mi cartera!

—Tú te aprovechaste de la situación... Mm ¿Max? Así creo que te llamas ¿cierto? —

—Sí... si—dijo poniendo los ojos en blanco—Te traje tu queridísima cartera.

Salió del auto y alzó su mano enseñándome mi preciado Mini bolso falso de Prada.

—Dámelo entonces —dije tratando de quitárselo de su agarre; sin embargo, él fue más rápido y lo apartó para que no lo tomará.

—¿Creías que sería algo fácil? —dijo con sarcasmo.

—Estoy en mi derecho, es mi bolso. Así que, deja los jueguitos para después y devuélvemelo —

—¿Jueguitos? Ya verás que es un juego—exclamó lanzando el bolso en el interior de su auto, para luego meterse él y tratar de arrancar.

¡Este quien se creía! ¡Tenía que devolvérmelo!

—Llamaré a la policía ¡estás cometiendo el delito de hurto! — protesté.

—Pará lo que me importa —recalcó—Los policías de aquí son tan ingenuos. Tan ingenuos como tú.

—¿A qué te refieres? —

Este no contestó, solamente me miró con seriedad.

—¿Qué es lo que quieres? —.

A esta pregunta si contestó.

—Sube y te digo —

—No puedo, tengo clases — expliqué.

—Nadie dijo que nos iríamos —recalcó.

Mire hacia los lados, el estacionamiento parecía desierto. Lo pensé tres veces para poder subir. No obstante el misterio que este chico me transmitía me llenaba de curiosidad y en definitiva necesitaba recuperar mis documentos.

Ya adentro, él apagó el motor y me miró con cierto aire de interés y superioridad. Ante su presencia me sentía pequeña y ¡si! Muy ingenua

—Te entregaré el bolso con una condición —

—¿cuál? —

—Quiero besarte en el cuello —

Abrí los ojos como plato, nada más con la simple idea me puse nerviosa ¡Este sujeto realmente es un loco! ¡Como que en el cuello! ¡Es un idiota!

—Estas loco, no lo haré —aseguré

—Baja de mi auto entonces —propuso.

—Necesito mi bolso —dije molesta.

Este se masajeó el cabello e hizo un gesto de que no le importaba.

¡Un beso! Que tiene de malo un beso, será rápido y por fin recuperaré lo que es mio. Después de una larga disputa con mi subconsciente le dije que si.

No quería admitirlo, pero quería saber ¿por qué tanto interés en este absurdo jueguito contra mi?

Cerré mis ojos y sentí de inmediato el tacto en mi cuello, luego sus ardientes labios se posaron en este . Mis dientes apretaba mi comisura, y cuando por fin abrí los ojos, me encontré con su cara relativamente cerca.

El corazón parecía que me iba a estallar, un hormigueo recorrió mi cuerpo y se posó en mi zona íntima al ver como se relamía ¿Por qué me causaba estas sensaciones? Ni siquiera con Zack llegué a estos extremos.

—Sé lo que está pasando ahora por tu cabeza —dijo acercándose más.

—No sabes nada —dije mientras tragaba grueso.

—No tienes por qué ser modesta —opinó—al fin y al cabo eso se nota.

—¿Se nota que? —pregunté dudosa.

—Qué quieres tener sexo conmigo —

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