Capítulo 4: Negociación
—Muy bien, he notado que muchos de tus hombres están verdes, no han visto acción y de la nada, enfrentarán ya sea al ejército celestial, o a los traidores. No es precisamente un panorama favorable, por ello, tengo una propuesta… Sabrás que mi compañía mercenaria está muy bien entrenada, yo los obligo a participar en rutinas diarias para mejorar su cohesión grupal y también, sus habilidades de combate. Por lo tanto, tengo bajo mi poder muchos buenos sargentos de infantería, acostumbrados a tratar con reclutas fastidiosos y rebeldes.
—¿A dónde quieres llegar?
—Te ofrezco no solo mi entrenamiento, también a mis sargentos y hombres de armas, todos ellos, incluyéndome, entrenaremos a tus reclutas hasta convertirlos en soldados decentes. No te prometo milagros, no serán una fuerza de élite, tampoco salvadores del Imperio Cross, pero mantendrán la línea y no escaparán ante la primera señal de problemas. Tú lo has visto en persona, ¿cierto?, lo que sucede cuando soldados verdes se enfrentan a los horrores del ejército celestial.
El Gran Duque conocía esa reacción demasiado bien.
Era imposible no haber visto semejante espectáculo en estos 6 años de guerra.
Los reclutas verdes y milicianos no tenían ninguna posibilidad contra los horrores del ejército celestial, la gran mayoría salía corriendo para intentar salvar sus miserables vidas, nada más para encontrar una muerte violenta frente a semejantes monstruos. La única ocasión donde no escapaban, era en asedios defensivos, pues defendían sus hogares y a sus familias.
Pero algo de disciplina, por más pequeña que fuese, podría marcar la diferencia entre ganar o perder.
Después de todo, el Imperio Cross no producía guerreros, sino soldados.
La oferta de Sir Balian era demasiado valiosa, los veteranos de guerra escaseaban y el servicio de sargentos estaba en gran demanda. Ningún otro peleador experto vendrá a ofrecerle lo mismo, aquella era una oportunidad única en la vida. Si el Gran Duque deseaba ganar esta contienda, necesitaba contar con los mejores hombres y mujeres disponibles.
“Si rechazo esta oferta, quedaré como un estúpido, mis hombres morirán sin dar pelea. Esta espada contratada es lista, jamás pensé que una oferta como esta se presentaría frente a mí. No puedo rechazarla, no debo rechazarla, pero hay gato encerrado, ¿qué debo pagar por este servicio?”
Los pensamientos de Carlos rebotaron sobre su mente una y otra vez, como una pelota infantil que se movía indefinidamente alrededor del patio.
—¿Qué tan buenos son tus hombres? —cuestionó el Gran Duque.
—Lo suficientes para mantener la línea y no escapar. —Sir Balian no le tiró flores a sus guerreros. Por más entrenamiento que pudiese darles, jamás superarían la coordinación y la disciplina de los verdaderos soldados imperiales. Aun así, ellos podrían rivalizar con una milicia entrenada sin ningún problema.
—¿Y qué quieres a cambio?, los de tu calaña no hacen cosas por buena voluntad.
—Ya hablamos mi idioma —contestó Sir Balian —. Esta guerra nos ha dejado débiles, vulnerables y cansados, pero la vida tiene que seguir incluso después del conflicto. Muchos nobles han muerto en este conflicto; incontables linajes desaparecieron para siempre, sin dejar herederos.
Sir Balian hizo una pausa a su discurso para tomar aire.
—Prosigue. —Al Gran Duque no le gustaba hacia donde iba esto.
—Lo que yo pido es el título de Señor y una pequeña aldea cerca de la capital.
Sir Balian soltó la bomba.
El Gran Duque trató de mantener la compostura lo mejor que pudo, en el fondo quería gritarle y golpearlo hasta dejarlo inconsciente. Pero no podía darse ese lujo, no cuando el destino del Imperio Cross dependía de su resistencia en la frontera.
Aquello fue una ofensa tremenda.
Un título de Señor implicaba que los descendientes de Sir Balian ya podrían codearse con la alta nobleza imperial.
El rango de caballero era militar y simbólico, pues rara vez le otorgaban tierras donde vivir.
Sir Balian pertenecía a un linaje noble caído en desgracia, sin tierras, ni reconocimiento externo fuera de las armas. El hecho de volverse un Señor, le daba no solo la autoridad de impartir justicia, sino de servir directamente al Barón de turno.
—Es una propuesta muy ambiciosa la tuya, Sir Balian. ¿Qué harás con tus hombres luego de disolver tu compañía?
—Muy simple, les pagaré a todos su liquidación y serán libres de hacer lo que quieran. Los que decidan seguirme, se convertirán en la guardia de mi casa y servirán como hombres de armas bajo mi comando directo. —Una guardia de la casa consistía en un mini ejército profesional bajo el mando de un Señor o cualquier otro tipo de noble.
A diferencia del ejército imperial, cuyas órdenes venían directamente de la cadena de mando militar, las guardias locales (o guardias de la casa), obedecían directamente a su señor y no a ningún capitán.
—¿Y las espadas contratadas bajo tu mando? —volvió a preguntar.
—Pasarán a ser caballeros juramentados, obviamente.
Hubo un minuto de silencio.
El rostro inquisitivo de Sir Balian mostraba plena confianza en sus argumentos.
—Normalmente, ya te habría corrido de aquí, bastardo miserable, pero me tienes contra las cuerdas.
—Usted sabe que no puede rechazarme. —La sonrisa de Sir Balian solo enfureció más al Gran Duque.
Jamás en su vida pensó recibir tal expresión de una simple espada contratada.
—Tienes razón, no puedo rechazarte, mis sargentos no tendrán listos a esos hombres en poco tiempo. Puedo retrasar nuestro avance por 3 meses, lo suficiente para que entrenes a esos reclutas en soldados, ¿podrás hacerlo?
—Claro que sí, de lo contrario no habría venido a ofrecer mis servicios. —Sir Balian estaba a nada de conseguir su más anhelado sueño…
Convertirse en Señor.
—Maldita sea, muchacho, eres un tiburón astuto. Muy bien, acepto tus términos, vivimos en tiempos desesperados y no es momento de caer en el orgullo y la vanidad. Después de todo, si el Imperio Cross cae, todos moriremos. —El Gran Duque sacó de su escritorio un nuevo pergamino blanco, luego, comenzó a escribir con una pluma del mismo color, pero con tinta negra.
“Por el servicio de entrenamiento a los reclutas, se le otorgará al caballero Sir Balian Sánchez el título de Señor y la aldea: “Villa Cristóbal”, ubicada a solo 4 kilómetros de la capital imperial. En caso de morir, la esposa o los hijos de Sir Balian serán los acreedores de las tierras y todas sus rentas, hasta que la voluntad del Emperador reinante diga lo contrario. Por otro lado, el Gran Duque Carlos se compromete a cumplir su palabra, poniendo su honor y el de su casa como parte del trato. Éste se hará válido cuando la Guerra del Cielo Rojo termine “
Aquel era un contrato mágico, mucho más serio y firme que el contrato de mercenario que firmaron ayer.
El Gran Duque pinchó su dedo con un cuchillo y firmó con sangre, Sir Balian hizo lo mismo en el apartado que decía su nombre. Segundos después, el papel desapareció bajo una nube de humo negro.
—Pacto sellado. —No hubo más comentarios, ni opiniones.
El Gran Duque no perdió el tiempo, después de todo, aquello era lo que menos tenían.
—No se arrepentirá.
—Espero que no…
Con las negociaciones terminadas, Sir Balian estrechó la mano del Gran Duque y sin más demora, abandonó la casa de campaña, dejando al noble solo con su botella de vino.
Había quedado como un imbécil, pero no le importó.
No cuando un ejército de monstruos los asechaba, poco a poco, lentamente.
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