Capítulo 6: Entrenamiento físico.
El anuncio que soltaron los sargentos por la mañana no fue bonito.
Muy pocas veces en la historia del ejército imperial, un guerrero ajeno a su organización se encargaba del entrenamiento principal. Pero ya no había tiempo que perder, la amenaza de los celestiales yacía a la vuelta de la esquina.
—¡Al patio de armas! —exclamaron los sargentos.
El ruido de las trompetas y tambores hizo tambalear a los frescos reclutas, la gran mayoría ni siquiera había tomado un curso de combate. Entre los hombres y mujeres allí presentes, solamente el 20% contaba con entrenamiento militar y solo una minoría del 5% tenía experiencia de batalla.
Los milicianos venían de aldeas destruidas y ciudades en bancarrota.
En sus rostros se podía observar el miedo.
A diferencia de los primeros años del conflicto, donde la apariencia de los monstruos era más una curiosidad que una certeza, ahora se les conocía a la perfección. No había ni un solo habitante del Imperio Cross que no haya escuchado las aterradoras historias detrás del ejército celestial, toda una pesadilla andante que destrozaba los pueblos a su paso.
Muchos de estos reclutas sufrieron en carne propia el horror de su presencia.
Y aun así, aquí estaban…
Formados torpemente uno tras otro, mientras Sir Balian e Isolde, los examinaban con la mirada.
Había de todo.
Gordos, flacos, altos, chaparros, musculosos, enclenques… La típica variedad de los reclutas sin tiempo para adiestrar en los barracones.
Los soldados profesionales, sin embargo, entrenaban por aparte con sus respectivos sargentos. Mezclar a los milicianos con los soldados entrenados, no era una buena idea, pues ambos seguían comandos muy diferentes.
—¡Atención! —Exclamó Sir Balian —. ¡Escuchen mis consejos si quieren vivir!
Si hubo alguna molestia, fastidio, o cualquier otra emoción innecesaria, ésta desapareció.
Sir Balian se presentó ante los reclutas totalmente acorazado, escudado y cargando su enorme lucero del alba. Lucía como cualquier otro caballero de alto rango: Recubierto de acero hasta los dientes, con un escudo de lágrima y una espada larga (enfundada) colgando en su cinturón de cuero.
Ante su presencia, los murmullos y pláticas cesaron.
Incluso los campesinos más idiotas sabían cuando callarse la boca.
Detrás de Sir Balian estaba Isolde, equipada con su cota de malla, yelmo alado y espada larga. Un equipamiento menos espectacular, pero igual de eficiente contra enemigos ligeros.
—Seré breve con ustedes… Si no se esfuerzan lo suficiente serán brutalmente asesinados. La fuerza del enemigo no es ninguna broma, al contrario, es una horrible pesadilla de la que no podrán despertar jamás. ¡Vamos a entrenar muy duro para mantenerlos vivos!, tienen 15 minutos para ponerse la armadura y cargar su equipo con ustedes. Vamos a correr por todo el campamento hasta llegar a los límites del sur, ¡andando!
Sir Balian decidió empezar por el concepto más básico: El acondicionamiento físico.
De nada servía enseñarles a luchar si carecían de la fuerza necesaria para resistir los combates. Además, el peso de la armadura hacía de la situación mucho más realista.
15 minutos después, el gran ejército de reclutas se presentó ya con sus pobres armaduras en acción. Algunos ni siquiera contaban con protección para salvar sus vidas, otros, sin embargo, si venían acorazados con petos de bronce, cotas de malla, yelmos de hierro y otros pedazos de armadura de dudosa calidad.
En fin.
Mejor tener un trozo viejo de metal, a no tener nada.
—¡A correr! —Sir Balian empezó a correr con su armadura de placas puesta, lucía tan genial que los demás soldados se inspiraron por su ejemplo.
¿Cómo podía correr bajo el sol, con una armadura pesada y estar hasta el frente?, aquello parecía casi sobrehumano, una fuente de luz que los iluminaba y les motivaba para empezar a correr.
—¡Adelante! —exclamó uno de los soldados anónimos.
Uno tras otro, la oleada de reclutas inició su trote lento detrás de Sir Balian e Isolde. Fue una escena surreal, el Gran Duque se quedó boquiabierto por ver a sus tropas corriendo con la armadura puesta y siguiendo a un hombre acorazado.
“Este tipo no bromea, realmente piensa entrenarlos hasta volverlos competentes”
—¡Vamos, vamos, vamos! —Sir Balian se dio la vuelta y corrió en reverse por unos segundos, al mismo tiempo, elevó sus manos al cielo durante unos instantes para inspirar a los cansados corredores que se arrastraban alrededor del campamento —. ¡Más fuerte!, ¡por el Imperio Cross!
Isolde no pudo evitar sonreír.
A pesar de no poder verle la cara a su marido debido al yelmo, ella sabía muy bien que la determinación de Sir Balian era verdadera. Si bien, él hacía todo esto por la seguridad de su familia, tampoco deseaba ver morir a un montón de reclutas jóvenes de una forma tan absurda.
Aunque él mismo lo niegue una y otra vez, Isolde estaba segurísima de que su amado esposo era una persona noble muy en el fondo. Lejos del orgullo y la vanidad.
Y así transcurrieron 15 días.
Sir Balian les puso la misma rutina todos los días, sin parar: Correr 15 kilómetros con la armadura puesta, luego, realizar 200 sentadillas, 200 abdominales, 100 lagartijas y luego volver a correr con la armadura otros 6 kilómetros más.
Pero no solo fue una orden, él mismo encabezaba los entrenamientos en persona, después de todo, ¿por qué obedecer a un mercenario?
Incluso para los débiles milicianos, el hecho de tener a una espada contratada como sargento de armas era algo extraño y debido a ello, muchos pensaron en rebelarse y revocarlo de su autoridad. Sin embargo, él mismo encabezaba los entrenamientos y en lugar de joderlos, les inspiraba.
Claro, de vez en cuando castigaba a uno que otro estúpido, pero nunca por motivos injustos.
Los milicianos vieron en Sir Balian a un verdadero líder, alguien capaz de enseñarles el camino de la marcialidad.
—¡Animo, por la victoria! —exclamó Sir Balian, mientras terminaba de correr sus 6 kilómetros finales.
El resto de la tropa lucía terrible.
Estaban molidos, triturados, hechos mierda y sin ganas de caminar.
—¡Quítense la armadura y hagan otras 300 sentadillas! —Sir Balian se despojó de su armadura de placas, cota de malla e incluso gambesón, hasta quedar con el torso desnudo. Fue un momento muy curioso, normalmente la gente noble no se mostraba semidesnuda frente a los plebeyos y sin embargo, allí estaba él, realizando ejercicios pesados con la piel al descubierto y mostrando su musculatura combinada con moretones y heridas del pasado.
—¡Sombra! —Luego, Sir Balian les ordenó que diesen golpes básicos de boxeo al aire durante 10 minutos sin parar. Estos nuevos ejercicios, además de brindar mejor condición física, también les servían para entender los conceptos principales del box: Postura, guardia, potencia y movimiento de piernas.
En un combate desenfrenado no siempre se tendrán armas a la mano y por esa razón, Sir Balian decidió instruirlos ligeramente en duelos sin armas.
—¿Dónde aprendió a boxear? —susurró Isolde.
Ella nunca había visto a Sir Balian pelear sin sus armas, pero aquello era una señal de lo verdaderamente preparado que estaba.
Capitán mercenario, caballero, comandante, sargento, padre, esposo y un hombre maravilloso. Esos fueron los pensamientos de Isolde mientras se quedaba embobada por las virtudes de su marido.
Claro, no era perfecto. Tenía muy mala puntería con el arco, no se le daba usar ballestas y como jinete nunca destacó, tampoco le iba bien usando lanza de caballería, jabalinas y cualquier tipo de arma arrojadiza. En cuanto a lo militar, Sir Balian también mostraba algunas carencias: La más preocupante según ella, era su poca experiencia en combate lodoso.
Sir Balian combatió en lodo siendo un mercenario más, pero nunca dirigiendo a su compañía en dicho terreno. Y dentro de pocos meses, la temporada de lluvias llegará al Imperio Cross…
—¡Vamos, vamos! —Isolde decidió guardarse sus preocupaciones y siguió entrenando a los reclutas con mano de hierro.
Pues pronto vendría la fase 2 del entrenamiento…
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Comments
Patri Hernandez
aaaaayyyyyyy si hubiera hombre asiiii mmmmm
2022-09-17
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