Capítulo 3: Guerra del Cielo Rojo
A la mañana siguiente, Sir Balian e Isolde salieron de la casa improvisada justo al amanecer. No sin antes dejar encargado al pequeño Trevor con Roma.
—Ya tenemos el contrato, ahora pasaremos a la siguiente parte del plan. —Sir Balian iba de nuevo acorazado, el joven capitán siempre caminaba con sus armas puestas y listas para la batalla. Aquello era una costumbre de sus lejanos días de escudero, cuando su padre le obligaba a levantarse temprano para ponerse el peto y correr 5 kilómetros antes del desayuno.
—¿Qué haremos ahora, capitán? —Isolde, por otro lado, solo llevaba el cinturón de cuero con la espada colgando. En cuanto a vestimenta, utilizaba sus prendas de viaje: Minifalda de cuero, blusa roja y botas negras.
Cuando estaba en público, Isolde se refería a su esposo como “capitán”, en la intimidad, sin embargo, le decía: “Cariño”.
—Voy a darle mi propuesta al Gran Duque Carlos, esta es la parte más importante de nuestro plan. Si no lo conseguimos, las posibilidades se reducirán en el futuro.
—Necesitas ser convincente, capitán, aprovecha la situación mundial y usa todas las cartas que puedas. No será una charla rápida.
—Y que lo digas. —Sir Balian suspiró pesadamente.
Aquella iba a ser la mañana más relevante de los últimos 10 años.
—Mucha suerte, yo iré al campo de entrenamiento para mantener a los mercenarios en forma. Sombra seguro ya está empezando el calentamiento.
—Me parece bien, te avisaré los resultados durante la tarde.
Algo que caracterizaba a los Lirios Negros de otras compañías mercenarias, era la disciplina que Sir Balian impuso desde un comienzo. Ninguna otra compañía entrenaba a sus miembros con regularidad, todas eran como los Saqueadores Musculosos, una bola de holgazanes que perdían el tiempo en la bebida o con peleas internas para matar el rato.
Debido a ello, la calidad de los mercenarios dejaba mucho que desear.
“Un ejército disciplinado tiene más posibilidades de vencer a uno más numeroso, es algo que mi padre siempre decía”
Y para su buena fortuna, casi siempre estaba en lo correcto.
La pareja de casados se dirigió a sus respectivos compromisos.
Sir Balian caminó hacia la casa de campaña del Gran Duque, el lugar estaba acordonado por Caballeros Juramentados y sargentos de alto nivel, todos ellos equipados con armadura de placas. Nada que ver con los mercenarios baratos de Pedro, o las tropas mal equipadas (pero disciplinadas) que Sir Balian comandaba.
—Sir Balian, ¿a qué has venido? —Uno de los caballeros que protegía la entrada lo detuvo sin hostilidad.
—Vengo a charlar con el Gran Duque, tengo una propuesta adicional independiente a nuestro contrato.
—¿Qué propuesta? —preguntó el caballero.
—Asuntos privados —contestó Sir Balian, sin mostrarse enojado por la persistencia del guardia. Después de todo, solo hacía su trabajo.
—Mi señor debe estar desesperado si reclutó a una espada contratada como tú. Muy bien, deja tus armas en la entrada y pasa.
Sir Balian hizo caso a las instrucciones del guardia.
El caballero rubio entró a la tienda del Gran Duque totalmente desarmado, justo como lo pensó. La mirada del galante noble no era muy positiva, estaba con las manos en el rostro y con una carta sobre la mesa.
Malas noticias, como siempre.
—¿Qué deseas, Sir Balian?, no has llegado en un buen momento.
—Tengo una propuesta para usted, pero antes quisiera saber, ¿por qué se encuentra tan desanimado?, ¿ha ocurrido algo? —Saber el panorama actual podría beneficiar sus verdaderas intenciones, por lo mismo, la voz de Sir Balian trató de sonar lo más compasiva posible.
—Malas noticias, la Guerra del Cielo Rojo se ha encrudecido, la frontera este cayó y el norte no tardará en hacerlo. Esto es un desastre. —El Gran Duque tomó un trago de vino y luego suspiró, no quedaba mucho de su porte galante en aquellos ojos carentes de esperanza —. La muerte del Emperador nos dejó inútiles, nuestros ejércitos se desmoronan conforme pasan las batallas y ahora somos el único bastión que evita la total invasión del Imperio Cross, si nosotros perdemos, el ejército celestial tendrá vía libre hacia las provincias del centro y por ende, a la capital.
No era una situación ideal.
Las cosas no podían estar peor.
Sir Balian sintió un extraño cosquilleo en el estómago, una inseguridad tremenda por el mañana. Incluso un capitán veterano como él podía entender cuando una guerra no estaba yendo nada bien.
—¿Y qué ha hecho la nueva emperatriz?
—No ha hecho nada, sus ejércitos siguen perdiendo y ella solo se limita a defender los pueblos con guarniciones y mercenarios. ¡Es una inútil! —Exclamó el Gran Duque —. La Emperatriz Agnes I nos llevará a la ruina, no sé por qué demonios la escogieron como sucesora de su padre, yo no voté por ella, pero la mayoría sí lo hizo.
—No conozco a la nueva emperatriz todavía, dicen que no tiene ni una pizca del carisma de su padre. Una pena.
La Emperatriz Agnes I era una chica rubia, de ojos azules y mirada triste, agobiada por tener que lidiar con una guerra que no buscó. Su historia, sin embargo, no era el foco principal de esta trama.
Los efectos de sus decisiones y dramas personales, no saldrían a la luz sino hasta 6 años después. Por ahora, en su primer año como mandataria, las cosas solo le salían mal.
Sus ejércitos perdían.
La gente se moría de hambre, los refugiados caían en la delincuencia para poder comer.
Todo un ciclo de tragedias que parecía no tener fin.
Y en medio de todo esto, los mercenarios como Sir Balian simplemente no encontraban palabras para describir estos sucesos.
—Es estúpido —comentó Carlos —. Un ejército de monstruos bajó del cielo, comandados por un hombre alado, suena como la trama de una novela barata, pero en serio está sucediendo…
El Gran Duque volvió a tomar otro trago de vino.
Su expresión se volvía cada vez más pesimista.
La carta recibida terminó por golpear su moral de forma considerable, incluso Sir Balian pensó en retirarse para no incomodar más al noble. Pero aquello no era una opción, él había venido confiado de sus habilidades como orador, el volver con las manos vacías sería lo mismo que renunciar a sus sueños.
—El Imperio Cross ha existido por más de 1800 años, ¿por qué deberíamos dudar?, hemos derrotado cualquier tipo de oposición desde el principio, esta guerra no será la excepción.
—Para ser una espada contratada, tienes mucha esperanza.
—Soy un hombre optimista, no llegué a mi posición con pensamientos negativos. —El término “espada contratada” era distinto al de mercenario.
En cierto modo, ambos eran la misma cosa, pero se distinguían en algo fundamental: Sus habilidades.
Las espadas contratadas, a diferencia de los mercenarios corrientes, eran caballeros exiliados, renegados o simplemente, guerreros sin tierras que cobraban por sus servicios a cambio de dinero, comida y el saqueo de un combate.
Una espada contratada superaba por mucho a un mercenario, pues tenían el entrenamiento, las armas y experiencia que tanto se pedía en un soldado.
—Basta de lamentos, has venido a negociar conmigo algo, ¿qué quieres?, ¿cobrar más caros tus servicios?, ¿retirarte?, habla de una vez…
Y así, la negociación comenzó.
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