Capítulo 15: La Batalla de los Mercenarios, consecuencias.
La victoria de las tropas mercenarias fue inesperada.
El Gran Duque Carlos II se mostró sorprendido por el desempeño de Sir Balian y Pedro. Cuando vio llegar a los sobrevivientes tan campantes y eufóricos, dejó salir un suspiro lleno de resignación y felicidad. En primer lugar, estaba feliz por haber contenido el primer ataque de la avanzada rival, por otro lado, debía aguantar a los mercenarios una vez más.
No obstante, en el amplio panorama de las cosas, la Batalla de los Mercenarios fue simplemente una escaramuza de la campaña fronteriza, un evento con poca o nula importancia histórica. No había héroes que resaltar, tampoco hazañas dignas de leyenda, fue solo un enfrentamiento más de los miles que había por todo el Imperio Cross.
Aun así, había una verdad innegable que nadie quiso admitir.
Pues la Batalla de los Mercenarios fue la primera victoria imperial, bajo el reinado de la Emperatriz Agnes I.
Nadie lo mencionó en voz alta.
Pero en las calles de la capital y otras ciudades poderosas, la noticia llegó al cabo de pocas semanas.
¿Hubo celebraciones?
Claro que no.
Una batalla luchada exclusivamente por lanzas libres no merecía ningún festejo, al contrario, aquello fue un foco rojo para la población local.
Si el ejército no podía dar victorias, ¿por qué debían de confiar en él?
Que una bola de mercenarios consiguiera una, cuando muchos regimientos imperiales habían fallado en ello, fue una vergüenza total para el orgullo nacional.
Y claro, eventualmente, la noticia llegó a los oídos de la mismísima Emperatriz Agnes I.
—Ya veo, necesitaba escuchar buenas noticias, pero esto nos dará más problemas a largo plazo. —¿Qué tipo de mala suerte cargaba?, en lugar de alegrarse por su victoria, Agnes dejó escapar un suspiro lleno de resignación y tristeza. Ella no era ninguna estúpida, sabía que su nombre se vería manchado por depender de mercenarios para ganar batallas y no de su confiable ejército imperial.
Conocía bastante bien la sociedad imperial y peor aún, la opinión que tenían ellos acerca de su mandato.
Para el civil común y corriente, cuya vida cotidiana fue destruida por la Guerra del Cielo Rojo, las acciones de Agnes no eran diferentes a un trozo de mierda recién cagada. El Imperio Cross se estaba cayendo a pedazos, una pequeña victoria en lo más lejano de la frontera no significó nada para ellos.
Querían más.
Salir a las calles, tener trabajo, comida y refugio.
Y sobre todas las cosas, deseaban recuperar sus hogares.
¿Qué podía hacer Agnes?, ella se esforzaba al máximo de su habilidad para conseguir la victoria, exprimió su cerebro hasta no poder más, dio ideas, organizó planes, habló con los nobles para llegar a un acuerdo y aun así, nada parecía tener éxito. Sus provincias caían más rápido que una mosca en un incendio, las fuerzas del ángel blanco iniciaron una ofensiva brutal que provocó la caída del norte y el este.
Solo la frontera oeste continuaba luchando y aun así, el Gran Duque Carlos II no era precisamente un partidario suyo. Había votado por el candidato contrario al momento de elegir emperador nuevo y Agnes I, ciertamente no tenía una buena imagen del noble tampoco.
La única vez que se vieron en persona fue durante su nombramiento.
No hablaron mucho en aquella ocasión, pero de inmediato supo que no le agradaba y el sentimiento también resultó mutuo.
Así era la vida de los nobles imperiales, toda una red de intriga y dobles caras.
—La frontera oeste resistirá un poco, con los refuerzos que mandé tal vez podamos entrenar a otros regimientos imperiales para defender las ciudades del centro y el sur. —El plan de Agnes sonaba un poco difícil, en primer lugar, porque los monstruos del ejército celestial ya marchaban hacia las ciudades del este y parte del centro.
Sin embargo, ella decidió arriesgarse y en lugar de reforzar la frontera con más unidades, ordenó a los destacamentos del sur y a los nuevos reclutas, marchar hacia las ciudades del centro para liberarlas y expulsar a los celestiales de nuevo a las fronteras abandonadas.
En resumen, no pensaba mandar más ayuda a la frontera oeste.
“Esto es difícil”
Abandonar a esos hombres le provocó un nudo en la garganta, quería llorar allí mismo y maldecir su propia inutilidad. Pero no había tiempo para eso, debía salvar al Imperio Cross a cualquier costo.
Pobre Agnes I.
Poco sabía ella, que aquellos días desesperados y deprimentes, serían solo el prólogo de su calvario.
El panorama en las otras ciudades tampoco fue alentador, el nivel de crimen se disparó y lo mismo pasó con los refugiados que se movían en grandes caravanas para escapar del conflicto. Muchos morían en el camino, ya sea por enfermedades, inanición o asaltos perpetuados por forajidos sin ley.
Después de todo, si era el fin del mundo, ¿por qué molestarse en cumplir las normas?
El Imperio Cross manejó bien la información, los heraldos escondieron los verdaderos números y de vez en cuando, daban una falsa sensación de seguridad. Pero todas sus palabras se borraban cuando las hordas oscuras golpeaban las murallas y destruían todo a su paso.
Con un futuro desalentador y pocos refuerzos, la campaña fronteriza del oeste continuó…
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