Perdí a mi hermano una tarde de invierno, el auto que conducía patino sobre el acantilado, el freno dejo de funcionar, había llovido al poco rato empezó a nevar, la avenida se había llenado de agua y comenzó a congelarse, había sido idea mía ir por ese carril para irnos a casa, cobijarnos bajo las mantas que mamá tejió durante el verano. Pero nunca llegamos a casa, las bolsas de malvaviscos salieron despavoridas frente a nosotros, vi al otro lado mi hermanito tenia la cara magullada, algunos cortes, aun no recuerdo como llegue a él. Solo se que lo abrazaba junto a mi pecho, repitiendo una y otra ves “no te mueras por favor”, “no te mueras”… afuera seguía nevando, el sollozo de mis labios empezaron a congelarse justo como el tiempo, congelándolo, cubriéndolo todo…
–Estas segura que pueden cuidarse solos. – pregunto papá.
–Claro que si. – dije. – no deberías apresurarte el vuelo sale en cualquier momento. ¿Dónde está mamá?.
–Ya sabes llenando de besos a su niño. – entonces los aludidos llegaron bajaban sonrientes de sus cuartos.
–Están listos ya. Pregunto mamá.
–Siiiiii – gritamos todos. Y empezamos a reír a carcajadas. Cuando llegamos al aeropuerto mamá se giro hacia nosotros.
–Los voy a extrañar cuidense mucho. Vale.
–Jhell procura de no subir el limite de velocidad. Yo les llamare cuando lleguemos a Londres. Y tu pequeño campeón portate bien y no cometas muchas travesuras.
–Vale. – Dijo Jhimi pasando al asiento del copiloto. Se despidió sacando la mano por la ventanilla moviendo de un lado a otro. Nosotros habíamos decidido al parque luego irnos a casa.
–Jhell juguemos a las escondidas. – Decía Jhimi.
–Vale. – dije con muy pocas ganas de jugar.
Me dijo que cerrara los ojos y contara hasta diez.
–Uno, dos, tres dije en voz alta. Cuatro, cinco, seis…
Entonces todo paso tan rápido que cuando abrí los ojos… Él ya no estaba. – Jhimi gritaba en su busca. – Te encontrare, ¿lo sabes no?. – Pero nada no había nada ni su sonrisa que se le escapaba. Silencio solo había algunos arboles meciéndose encima de mi, el viento que soplaba con fuerza era la clara muestra de que el invierno ya hacia presencia y solo era cuestión de tiempo para tener la primera nevada. Jhimi se había perdido. Busque y busque juro que por un momento me dio miedo, el estomago se me había cerrado. Pero entonces lo divise a unos metros lejos de mí. Estaba detrás de unos arboles, ese día se había vestido con una chaqueta café, y el pantalón negro, llevaba unas zapatillas blancas. Me acerque de forma silenciosa detrás suyo.
–Buuu te encontré – pego tal susto que no podía parar de sonreír.
–Eres una tramposa –dijo Jhimy refunfuñando.
–No lo soy, solo que te encontré muy fácil. – dije atrayéndolo hacia mí. Sus pequeñas manos me abrazaron. Yo bese su nuca quería mucho a mi hermano pequeño él había sido mi motor para salir adelante, afrontar cualquier cosa. El viento justo en ese momento soplo con fuerza.
–¿Jhell tú crees que nieve? –Pregunto Jhimi
–No lose podría ser. Pero podríamos ir a esa cafetería que tanto te gusta y nos tomamos un taza de chocolate.
–Con malvaviscos?
–Y con crema de leche.
–Hecho vamos. – entra lazo mis dedos con los suyos. Y nos fuimos al parking donde dejamos el auto. Entre risas y bromas nos acercamos al auto, cuando un rayo a lo lejos anunciaba una tormenta.
–Sera mejor que nos apresuremos. – Decía Jhimi.
–Entonces unas carreras – pregunte yo.
–Ok. A las uno, dos, tres… en sus marcas listos fuera. –Grito y corrió Jhimi. Yo me quede ahí divisándolo a la distancia. – Eh Jhell no te quedes ahí mirándome alcanzame.
Entonces corrí, corrí tan fuerte las primeras gotas de la nieve cayeron sobre mi. –Apúrate enano que está empezando a nevar. Y te voy a alcanzar. – Falta decir que llego él primero. Abrí el auto, nos adentramos en el. Salí del parking afuera ya llovía muy fuerte.
–Jhell está lloviendo. – dijo emocionado tenia los ojos brillosos. Y es que a él le gustaba la lluvia, las nevadas sobre todo la nieve y mas cuando era muy pocas las veces que nevaba, por que eran muy leves.
Por suerte no había mucho tráfico. Cuando llegamos a la cafetería. Nos adentramos hacia nuestro lugar preferido frente al ventanal que tenia vistas hacia la tienda de televisiones siempre daba alguna película aunque en la distancia no podíamos escuchar el dialogo nosotros nos lo inventábamos según su gestos. Jhimi se fue hacia la mesa, yo hacia el mostrador. Pedí un café capuchino para el una taza de chocolate con malvaviscos, crema de leche y extra de nata. Me acerque a nuestra mesa.
–Aquí tiene su orden Joven…
–No me digas así. Aún soy un niño. Jhell.
–Anda no me digas.
–No me gusta ese tonito te estas burlando de mi.
–No por supuesto que no. – Jhimi siempre había sido un niño muy maduro. A veces me descolocaba sus preguntas. Había días en los que preguntaba ¿por que los humanos damos por hecho que tenemos todo el tiempo del mundo?, ¿Por qué hay maldad en las personas?, ¿Por qué no somos felices con lo que tenemos?. O como ese día – ¿Jhell por que pensamos que las personas van a ser eternas? – Yo me quedo con el café en la boca, apenas lo trague me dolía la garganta.
–¿Dime tu más bien porque no eres como los otros niños?, como por ejemplo no me preguntas cuando va salir Lluvia de hamburguesas o La era del hielo?
–Porque para eso tengo al internet o mis amigos en la escuela.
Yo me reí. Y negué con la cabeza. Él era muy distinto a mí, era como mi papá, tenia el pelo rizado color café, los ojos color miel. Alargue la mano y lo despeine. Pero se aparto.
–No me gusta que hagas eso Jhell. Anda responde.
–Porque… no lose… – dije pensando en una respuesta lo suficientemente razonable. – a ver… Pues porque a veces cuando son personas que recién están creciendo por ejemplo pensamos que van a estar siempre porque son jóvenes. En cambio cuando ya son mayores piensas que iba a pasar en cualquier momento. Damos por hecho que por ser jóvenes van a ser eternos, que los vas a ver crecer, hacerse mayores, que acudieran a ti por un concejo o algo, y así sucesivamente el ciclo de la vida ya sabes.
–¿Y porque nos cuesta aceptar la muerte de las personas que queremos?.
Esa pregunta a resonado en mi cabeza desde ese día. El me miraba con sus ojos color miel esperando una respuesta.
–Porque son justamente eso. Son personas que queremos y nos resulta difícil vivir sin ellos, vivir con su ausencia, porque compartimos cosas con esas personas así como nosotros, jugamos, reímos, pasamos las tardes juntos o como ahora estamos tomando un rico café, bueno tu estas con tu chocolate. Pero son estos momentos tan sencillos que al final del día te da gusto pasar. Son pequeños instantes que lo son todo. Jhimi.
–Te he dicho ya que a veces eres muy intensa. Pero Jhell sabes como me gustaría que me recuerden… pues que miren las estrellas ellas son eternas. Yo seria parte de ellas – saco el pequeño cuaderno que tenia en el bolsillo, busco en las paginas algo que había anotado, lo encontró alzo la vista y empezó a recitarlas.
–“Nadie nos advirtió que extrañar es el costo que tienen los buenos momentos". Sonaste tal cual como Mario Benedetti. – dijo con una sonrisa traviesa. Afuera había empezado a nevar. – mira Jhell está nevando vamos, vamos, a casa a jugar en el patio.
A mi la nieve no me importaba pero sus palabras resonaban en mi cabeza una y otra ves. Sentí su mano jalarme para salir de la cafetería e irnos a casa para disfrutar de la nieve. Corrimos hacia el auto entre risas, el alzo la palma de la mano y la nieve caía sobre su rostro. Estábamos tan felices ese día, que daría lo que fuese por volver a ese instante.
Subimos al auto, puse la llave de contacto y arranque, había tráfico Jhimi estaba muy desesperado por llegar. Entonces surgió la idea de ir por el otro carril en este caso por la otra carretera, estábamos cantando alguna canción infantil de soldado Mambrú.
–Mambrú se fue a la guerra… – entonces lo oí un grito desgarrador, el auto sentí que daba vueltas, un choque…
– Jhell, –otra vuelta. Cristales rotos.
– Jhimi. – Dios por favor cuídanos ahora. Pensaba.
Entonces el auto dejo de moverse. No se como desperté sentía el cuerpo adolorido, el cinturón de seguridad se había roto, mire al otro lado Jhimi tenia las mejillas con sangre, el labio partido, –Jhimi… – dije con voz estrangulada, me acerque a él.
– no tengas miedo yo te cuido. ¿si?, pero por favor despierta. No me dejes sola por favor. – decía. Pero Jhimi nunca despertó, nunca más despertó. Nunca mas volví a ver sus ojos color miel. Quizá fueron horas ahí dentro, quizá días, pero la nieve había cubierto todo, el dolor, la tristeza, la perdida, el romperse entera, el perder. Cuando me sacaron del auto, los médicos dicen que yo me aferre mas a mi hermano, dicen que no lo soltaba. Pero ellos ya sabían que Jhimi ya no estaba conmigo. Que él se había convertido en una estrella en lo alto del firmamento, una estrella que brillar aún en la noche más oscura.
Cuando desperté había pasado dos días. Dijeron que estaba con hipotermia. Pero que me había roto la pierna izquierda. Y tenia hematomas en el rostro. Pero Jhimi se había llevado la peor parte según el doctor alguna roca choco contra ém al momento de la caída. Los doctores parecían tan seremos al decirme toda esa información que to estuve a punto de volverme loca. Tuvieron que sedarme. Para que me tranquilice.
Al día siguiente mi Tía Zoe llego. Se quedo ahí viéndome. Comenzó a borrar mis lágrimas pero en ningún momento hablo. Solo se quedo mirando.
–Jhimi lo están velando en casa. – dijo.
–¿y mis papás?
–Hay cielo… ellos no han podido llegar la tormenta de nieve no permite vuelos. Dicen que es muy peligroso. Hoy lo vamos a ir a enterrar tú no te preocupes por nada. Tú solo centraré en recuperarte.
–¿Enterrarlo? – dije con voz estrangulada. Aun me parecía un sueño todo – No pueden hacerlo Jhimi, Jhimi no pudo haberse… Yo… yo… tía lo protegí, yo… lo abrace para que no tenga frío. Él… él… no puede estar… tía por favor si me que no es cierto… – había pedido pero mi tía solo se centro en limpiar mis lágrimas. Así estuvimos por varios minutos. Cuando comencé a calmarme tía Zoe empezó a recoger sus cosas.
–Debo irme. – dijo. Yo la retuve, tome su mano.
–Llévame contigo por favor. Él está solo papá no está y mamá tampoco.
–No puedo hacer eso cielo. Seria imprudente de mi parte.
–Por favor es mi hermanito. – se acerco borro las lágrimas que descendían de mis ojos.
–Está bien. Hablare con el doctor para que te otorgue un alta temporal.
–Gracias.
Paso minutos ahí afuera tía Zoe gritaba con los médicos para que dejen salir. “Es su hermana tiene que ir a verlo” había dicho. Al poco rato entro ella con el ceño fruncido.
–Puedes creer que me han hecho firmar un documento en el que pone cualquier cosa que ocurra me hago responsable… – soltó el aire que estaba conteniendo – Ahora como tu no puedes caminar te llevaran en una silla de ruedas. Por precaución. Y por que tu cuerpo no resistiría estar de pie. Queda claro. – Yo solo asentí.
Me metieron aun taxi, a medida que llegábamos a casa se veía algunas personas a los lejos dirigirse hacia mi casa, vestido de negro, con flores en mano. Todo parecía más real, cuando légamos a casa un moño negro colgaba en lo alto de la puerta.
–Entenderás que no puedes bajar. Espera me aquí. Hasta que salga. Vale. – Dijo tía Zoe. Así que asentí con la cabeza. Las palabras no me salían, por que si lo hacían lloraría, y ya no podía parar. Ella salió del auto, dirigiéndose hacia la entrada, al poco rato empezaron a salir personas, la mayoría eran amigos de papá, algunos papás de los amigos de Jhimi. Entonces lo vi. Dos hombres cargaban su ataúd, una caja café marrón. No lo metieron en el auto en el que iba él se fue en otra. Como si fuese una señal es aquí donde nuestros caminos se separan.
Tía Zoe entro tenia las mejillas rojas, por el frío, los ojos hinchados, el labio le temblaba.
–¿Tía estas bien? No llores yo no lo hago. – le había dicho.
–Se supone que debería ser yo la que te consuele. ¿estás segura que estas bien?.
–Ya lo hiciste en el Hospital. Y si estoy bien. Podemos irnos.
Tía Zoe dio la orden al taxista dijo que siguiese al auto que se llevaba a mi hermano. Al llegar los hombres bajaron a mi hermano. Empezaron a alistarse para entrar ahí dentro. Las personas empezaron a amontonarse. Decían primero tienen que estar los familiares. ¿Dónde están sus padres?, Están de viaje, ¿Cómo es posible que estén de viaje estando su hijo muerto?....
Yo solo me quedaba escuchando lo que decían. Tía Zoe bajo del auto junto al conductor, el taxista ayudo a bajarme del auto. Me sentaron en la silla de ruedas que habian traído del hospital, tía Zoe empezó a empujar mi silla. Nos paramos detrás de mi hermano.
–Ya estamos aquí. Podemos ingresar. – dijo.
Conforme ingresamos las personas seguía protestando bajito por la ausencia de mis papás. Seguro que mamá debe estar histérica pensaba yo. Y papá debe estar devastado.
–Tú no los escuches vale. Yo estoy aquí. – dijo mi tía.
Entonces llegamos había un pequeño hoyo lo suficiente para que él cupiese. El padre bendijo su ataúd dijo algo como: Que dios te bendiga, que te reciba en las puertas del cielo, que tus familiares encuentren el consuelo…” yo desconecte fue la primera vez que me enoje con él, porque donde estaba Dios cuando le pedíamos que nos cuidase, donde estaba él cuándo le pedí que parase ese auto, donde estaba él y por que se había llevado a mi hermanito.
Él era feliz con nosotros, era el niño de sus ojos de mamá, el niño que aspiraba ser astronauta, el niño de papá. La misa siguió. Entonces llego el momento de que lo enterrasen y ahí fue cuando todo se detuvo como esos sonido de la opera que empiezan a ser lentos, el violín hace un sonido seguido una y otra ves hasta que estira el sonido hasta que se fusiona con el dolor, con el grito, con las lágrimas, llevándose cada una de ellas, entrelazarlas con notas, yo me había caído de la silla, rascaba la tierra, para sacarlo de allí y llevarlo a casa. Pero tía Zoe me detuvo. Dijo que no podía hacer eso. Yo me quede ahí sentada a su lado abrazando la tierra, por que después de todo que quedaba de él, solo un montón de tierra húmeda, que empezaba a cubrírse de nieve, yo sacudía todo las pequeñas gotas, una y otra ves. Tía Zoe dijo que tenia que detenerme.
Los invitados empezaron a retirarse decían algo como: mi mas sentido pésame, debes ser fuerte por tus papás, no llores cielo él está en un lugar mejor, estarás bien… hasta que no puede escuchar nada. Pedí a tía Zoe que me llevase a casa. Pero ella dijo no, debes volver al hospital. No tenia fuerzas para decirle que no. Así lo hicimos.
Lo vi una ultima ves. Una lapida fría e impersonal, con unos ángeles alrededor, la plaqueta azul marino llena de puntos blancos. “Te llevas contigo mi corazón, que siempre te perteneció desde el día que naciste, hoy has partido a un lugar mejor mi niño, te quiere papá, mamá y tu hermana” Jhimi Rymer 8 de mayo del 2001 – 28 de agosto del 2009.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 58 Episodes
Comments
Adoración del Carmen Martinez sonni
tenía 8 años 🥹🥹🥹
2024-09-23
0