El invierno había llegado lo hizo un fin de semana cualquiera. Uno de esos tantos domingos en los que me encontraba sin nada que hacer. Aunque por hacer tenia muchas cosas que reclamaban mi atención, por ejemplo limpiar el apartamento, lavar los trastes, lavar la ropa sucia… ir a visitarlo, ponerle algunas flores seguro que las que tenia ya estarían marchitas pero es que no podía ir. No a falta de ganas. Si no que aún dolía, había muchas cosas suyas que estaban por el apartamento una camiseta sobre el sofá, su taza de café encima de la mesa… verlas ahí estáticas sin que su propietario los recoja.
Koen y Simón dejaron de insistir en llevarme con él. Les había dicho que necesitaba un tiempo, que aún no me acostumbraba a estar sin él a la ausencia impuesta. Que aún lo echaba de menos, qué aún pareciese que escuchaba su sonrisa, que aún ver sus cosas por el apartamento hacia presente el vacío que había quedado dentro de mí. Que la fotografía que estaba en mi cartera dolía verla.
Puede que no haya ido a visitarlo. Pero después de aquella primera nevada Simón y Koen me animaron no, corrección me obligaron a salir de casa. Era una mañana de sábado Simón no paraba de insistir que había encontrado una nueva cafetería y que el clima hacia honores para ir a visitarlo.
–Simón hay café en el estante de arriba. Puedes ir prepararte uno. Deja de molestarme. –Dije cubriéndome por completo con la sabana.
–No, joder. Que yo quiero ir a esa cafetería no un café que beto a saber si aún sirve.
–El café lo compre hace dos días.
–Vale. Pero vamos debemos ir a esa cafetería. Te juro que al primer sorbo es como si te murieras en vida… – decía aún recordando como había sido tomar ese café.
–Ya estoy muerto en vida. Gracias Simón por la información no necesito de un café…
–Joder sabes que no me refiero a eso Gael. Deja de estar tan a la defensiva.
No dije nada me quede callado. Pensé que se habían ido pero Koen seguía ahí parado en silencio. Como esperando que decir, que palabras soltar.
–Gael mira a mi tampoco me apetece ir a una cafetería y más cuando hace un frío de los mil demonios.
–Eh vas a apoyarme o desanimarlo a que nos acompañe. – Dijo Simón molesto.
–Es que enserio Simón hace frío afuera. Tu has visto a cuanto centígrados bajo cero estamos.
–Pues se ponen unas chamarras de las gordas para que no se congelen
–Simón – decía en tono burlesco Koen. – Mira ya te he dicho que a mi tampoco me apetece ir. Pero creo que seria una buena idea en que vayas a distraerte un poco. Salir de esta habitación. Y no se retomar tu vida.
–Ya lo retome. – respondí. Y era cierto había vuelto al trabajo la semana pasada, Y aunque ustedes no lo crean trabajaba en un hogar de acogida para niños pero estaba en la parte administrativa. Si, había estudiado administración de empresas. Pero solo iba y volvía a casa. A veces a pie otros en bus, y otras simplemente me quedaba a dormir en mi oficina había días en los que perdía la noción de las horas allí dentro de mi cubículo. Pero en mi defensa diré que mientras más trabajo menos horas en los que pensar en lo que había pasado durante esos dos meses que parecían años. Quizá eso me hacia cobarde, tomar la otra ruta antes de afrontarlo pero así era más fácil, menos complicado, menos doloroso.
–Si por retomar tu vida es volver al trabajo, dormir dentro de esa oficina, dejar de beber como una persona que no tiene llenadera con el alcohol, dejar de colocar música alta, dejar de gritar a vos y canto, es retomar tu vida no quiero saber que harás cuando enserio lo hagas. – Dijo Koen muy serio. – Gael desde que saliste del hospital ni siquiera has salido no se ir a por ahí, hacer planes.
–Koen con ir a mi trabajo estoy haciendo un esfuerzo enorme no me pidas imposibles por favor.
–Gael… – Dijo Simón agotado porque sabia hacia donde se conducía la conversación.
–No Simón Gael nada. Yo no merezco hacer planes, yo no merezco ir a una cafetería, yo no merezco estar con… – Koen golpeo con fuerza la mesita de noche que tenia alado.
–Deja ya de decir todas esas estupideces. Estas aquí y eso es lo importante. Lo que ocurrió fue un accidente. No fue culpa…
–¡Fue mi culpa!, ¡es por mi que no está él ahora aquí con nosotros!, ¡o es que no te enteras!, ¡Fui yo quien le dijo vale cuando se puso a conducir!. –Gritaba fuera de mi. Recordando como había sido ese día. Él subiéndose al automóvil, el arrancando el auto, él queriendo conocer a sus padres, él medio desmayado a mi lado, él siendo llevado en una camilla por unos enfermeros, él llorando en mi hombro, él pidiéndome que cumpla mi promesa, él yéndose de mi lado. – Yo no puedo…
–Gael dime una cosa… ¿Qué cambiaría sí el que hubiese estado conduciendo hubiese sido tú?. – pregunto Koen.
–Sabes bien cual es la respuesta.
–Bien, ahora dime tú crees que sí él estaría aquí y no tú… ¿se comportaría como lo estas haciendo tú? – No fue el modo en que lo dijo. Fue la pregunta lo que me descolocó. Porque lo conocía tan bien como la palma de mi mano, sabia cuando algo le molestaba, sabia que fruncía el ceño cuando estaba muy disperso, sabia que se mordía el labio con fuerza para no llorar, él siempre había sido muy transparente. Su forma de vestir siempre eran de colores que conjuntaban unas con otras y brillaban, los gestos que hacia inconscientemente haciendo posible observar que emociones les causaba cada una de ellas. Él siempre había sido transparente ante los ojos de cualquiera no había oscuridad en su entorno.
Sabia que sí él hubiese estado aquí, ya habría ido a visitarme, ya habría ido a cambiar las flores, habría ido a colocar velas, habría hecho un epitafio de los que te dicen mucho más de lo que crees, él no hubiese hecho planes pero sí hubiese salido de la cama a la semana que me fui, habría ido a su trabajo las horas exactas sin tener que quedarse ahí, así evitar mi ausencia como lo había estado haciendo yo.
Sabia que él ya hubiese empezado a cumplir su promesa. Sabia tantas cosas de él. Que yo no podía hacerlo. Yo no era tan fuerte como él. Él se había convertido en mi pilar, uno de esos tantos pilares, unos de esos que te sostienen cuando ya no puedes más, cuando siente que todo te pesa, que todo cuesta un poco más, el pilar donde puedes construir una casa, un hogar, una familia, día a día ladrillo a ladrillo, se iba edificando un hogar que ahora se habían quebrado y quedaba escombros por todos lados, que me imposibilitaba avanzar porque en el fondo sentía que si hacia planes lo estaba dejando a él, como unos de esos recuerdos que te hacen vivir tanto, que te dejas la piel a un punto de dejarlo en carne viva. Pero también como esos recuerdos que empiezas a atesorar y solo se queda en eso en recuerdos que van cogiendo polvo, que esta en medio de todas las cosas que fuiste un día.
–Gael… –dijo Simón ante mi silencio. – Que tú avances eso es lo él hubiese querido. Me juego una mano a que odiaría verte así. Que si pudiese volver entre los muertos te arrojaría una vaso de agua fría y te diría algo como:
–Espabila joder. Vive joder vive que solo tienes treinta años. Tienes que ser valiente si no nadie te va cubrir las espaldas – imitándolo. Y puedo decir que le salió como su voz, tenia el mismo timbre de voz, el mismo color de voz. Por un momento me quede así aún en shok salí de mi cama como alma que lleva el diablo. Me metí en la ducha y por primera ves en mucho tiempo sentí que podía avanzar, que hacerlo no era estar sin él, que el siempre, siempre estaría aquí conmigo.
Cuando salí de la ducha me sentí un poco más ligero, más libre. Salimos del edificio y nos acercamos a la cafetería tenia frases colgadas en la fachada. Una de ellas decía: “Hoy es un buen día para abrir las alas, extenderlas y aprender a volar”. Que ambiguo ¿no?.
Seria el destino, el hilo rojo, la cuenta regresiva o la señal de que mi vida aún podía cambiar más, que aunque por mucho tiempo hubiese estado en un estado de zona de confort se había roto, justo ese día, un día como cualquier otro nuestras vidas se unirían, se entrelazarían de un modo que no lo esperamos, que perderíamos a nuestras personas favoritas, porque entonces un par de ojos cafés estaba sentada dentro, frente al ventanal, perdida en sus pensamientos, el corazón me golpeo con fuerza, el vaho que salía de mis labios se colaban junto al viento de esa mañana de sábado. Yo juraba que la había visto pero donde. Fue así como la conocí Jhell.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 58 Episodes
Comments