Para que Julia tuviera su privacidad, su padre se mudó a la casa de su madre, un poco obligado por sí mismo, por no haber convivido desde que su hija era pequeña, ahora era una mujer de 34 años y ambos necesitaban su espacio, la estadía de Julia no tenía una fecha límite, por lo que también supuso que iba a ser corta, si bien ya habían pasado varios meses, la idea era volver a Buenos Aires y eso su familia lo sabía. Julia seguía en contacto con Rocío, con Gabrielle, con Alex, con la mayoría de sus amigos con los que tenía conversaciones largas y la alentaban a que se reponga de una vez. Tomó coraje de imprimir su currículo, ya que en la provincia donde vivía no se digitalizaban el mecanismo de la búsqueda laboral. Era personal, llevar sus papeles y pedir una entrevista. De las cuales nunca tuvo una respuesta. La manera de conseguir un trabajo no era a la que Julia estaba acostumbrada, donde se valoraba la experiencia, la formación y el conocimiento, además de las recomendaciones.
Tenía tres opciones, pertenecer a un partido político, ser familiar de alguien que 'esté adentro" o acceder a alguna propuesta de sexo a cambio de favores para lograr un puesto.
"Acá es así" - escuchaba. ¿Es realmente así? Si es realmente así es una reverenda mierda la metodología cosificatoria y machista de una sociedad que claramente no había avanzado nada desde que se había ido, recordó los motivos de su partida a Buenos Aires hacía muchos años, nada había cambiado. La basura se seguía guardando abajo de la alfombra hasta hacerse una montaña pero a nadie parecía importarle, Julia muchas veces analizó ese lugar, donde su creencia firme y más fuerte era que al ser una ciudad pequeña y al conocerse todos, nadie quiere quedar mal con nadie pero a la misma vez todos se critican, no se quieren pero no se dicen nada y hasta se saludan, piensa que es probable que el hecho de tener que verse a diario les forja una falsedad evidente pero que ayuda a pertenecer. ¿A qué costo? Perder la autenticidad sería uno, pero Julia no estaba dispuesta a negociar.
Sin dinero, sin trabajo permanente, apenas podía comer y cubrir necesidades básicas. Había empezado a abrir los ojos y salir de la cama, había tocado puertas, tenido entrevistas. La lucha diaria la dejaban exhausta, pero por lo menos tenía la comodidad de estar sola en la casa de su padre.
Fué un día de esos, en los que comenzaba a levantarse cuando su padre hacia unos meses que se había mudado, apareció en su puerta y le dijo que necesitaba la casa, que quería que se fuera. "La nona me dijo que te vayas, porque ella quiere estar sola" - ¿Y adonde me voy a ir? Respondió Julia devastada pero con mucha adrenalina confrontó a su abuela. - ¿Vos querés que yo me vaya? ¿Adonde querés que me vaya?
-Yo le dí el departamento para que viva tu papá - dijo insolente, - Aparte acá no quiero que vengan hombres.
-¿Y qué hombres vinieron? Dijo Julia con una indignación que le partía el alma pero más se la partía el silencio de su padre. - Nadie viene, no tengo amigas que me visiten, no tengo novios, ni garche, ni siguiera puede venir el plomero para que arregle el baño que llena el departamento de olor a mierda porque está todo mal hecho! - Se dejó llevar por la bronca, por sentirse ultrajada por el tono de su abuela insinuando ¿qué?
Se fué, llorando se tiró en la cama y lloró. Lloró muchos días. No quería verlos. Para no hacerlo empezó a irse, consiguió a través de su hermana un empleo en un hotel alojamiento en limpieza los fines de semana. Corría durante la semana y adoptó a Caro, una perrita bóxer que tenia la carita más tierna del universo, de esta manera Julia ya no estaba sola.
Había empezado el gym para descargar un poco, concentrarse, Caro la esperaba en la puerta con su collar verde que Julia le había comprado en la veterinaria junto con la comida. El sabor de la decepción familiar sabía agrio, no dejaba de pensar en su abuela, en su rostro y en las insinuaciones infames que había hecho.
Que distinta era la abuela materna. También, cargada de historia, ella nunca le había hecho el más mínimo desplante o desprecio. Todo lo que conocía Julia de su abuela Helena, era amor, desde que ellas habían retomado el contacto cuando Julia se fue a Buenos Aires. *Nena, avísame cuando llegas a tu casa, porque me preocupo ", Julia a veces se olvidaba de mandarle el mensaje y al día siguiente su abuela la llamaba por teléfono para asegurarse que haya llegado bien. Siempre llegaba bien. Y siempre recibía cariño.
La realidad por la que pasaba le hacía volver a esos momentos, a extrañar y a querer volver, la distancia había hecho idealizar a su padre, a su abuela paterna, a su hermana. Aparte de la idealización estaba el tiempo que había pasado y que cambia a las personas, Julia había cambiado, ya no era una niña, era una mujer y eso no era muy bueno que digamos.
¿Hombres? - Así, me lo dijo en plural, como si acá vinieran todos los días uno distinto, como si fuera una mierda o como si me estuviera prostituyendo. Lo cual tampoco veo mal si es por decisión propia o por placer o por necesidad, hay gente que lo hace ¿Y que? Hay mujeres que no tienen o no ven otra opción, no veo que haya hecho algo malo, no tengo problemas con nadie, nadie me viene a cobrar nada, no la pongo hace mil años y esta vieja se viene a hacer la Madre Teresa de Calcuta diciéndome que no quiere que traiga 'hombres' cuando ella se cansó de coger con cuanto viejo se le cruzara hasta sus cuñados, tiene más kilómetros de verga que la vertical de la República y ahora que está vieja y chota y que no se la coge ni Dios me viene con esta pelotudez. - Le contaba, indignada, Julia a su amiga Gabrielle.
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Celeste Medina
😶🌫️
2023-12-18
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