Ange eu demon

La relación con Agustina avanzaba muy bien, la idea de no tener que esconderse en un lugar donde era una más se iba incorporando a su personalidad como algo normal o común. Eso de que la gente se ame sin importar el género en Buenos Aires era moneda corriente y pronto dejaría se sentirse diferente o que estaba haciendo algo malo. Atrás dejaría la culpa y las preguntas prejuiciosas que la siguieron durante años.

Atrás habían quedado los malos recuerdos, un casamiento casi forzado, entre otras cosas. El mundo se abría para Julia, como cual pollito de un cascarón, al rededor la estaba esperando infinidades de cosas que le abrirían el pensamiento y la dejarían ser.

No era todo color de rosas, la culpa por haber dejado a Carlos la acechaba, se sentía egoísta por momentos pero luego la presencia de Agus y sus compañeros la distraían y volvía a ser ella misma. La convivencia iba bien, el sexo también, se sentía enormemente satisfactorio presentarla como su novia a sus amigos. Pronto agustina ocuparía un lugar bastante importante, que es el de ser pareja. Harían cosas de pareja, como ir al cine, de compras, salir a cenar o a pasear siempre de la mano, a Julia le encantaban los shoppings y se los recorrería todos, pero el Abasto era el que le gustaba más, aparte del plaza oeste que es más grande. Ahí solian pasar horas recorriendo, comprando, más que nada los fines de semana en los que podían descansar ya que no trabajaban.

En las horas que su pareja trabajaba, Julia solía pasar tiempo en el ateneo, una biblioteca gigante por av santa fe. Se pasaba horas leyendo, hundiéndose cada vez más en la lectura mientras tomaba su largo café y podía escuchar el piano sonar de fondo. Era un lugar muy silencioso donde ella podía estar consigo misma, enriqueciéndose sin percatarse de la hora.

La noche llegaba rápido, salir a cenar era un hábito. Julia no se había olvidado de Brigitte. Se hablaban de vez en cuando, y al principio de su partida a buenos aires era complicado coordinar un encuentro por la distancia. Brigitte estaba tranquila, la llamaba y era costumbre preguntarle como estaba y como se iba adaptando, las charlas telefónicas eran largas pero tenían que ser cuando Agustina no estuviera. Solo para mantener privacidad y poder contarle como siempre lo había hecho, todo.

Después de unos meses Briyi pudo viajar. Fue un fin de semana. Julia tenía que preparar todo porque la relación que tenían seguía siendo oculta y más prohibida aún.

Julia cuestionó muchas veces su no honestidad para con Agustina. No podía dejar a Bri y eso que ya lo había pensado muchas veces. Dejarla significaba dejar de tener contacto y ponerse de lleno en esta nueva relación que era claramente más saludable y abierta.

Pero Brigitte era su sombra y siempre estaba, lejos, cerca, poco o mucho, con algún email o algún texto. En alguna canción o en algún aroma cuando frecuentaba las perfumerías. Estaba en cada cabello negro de cada mujer de 46 años, en cada rouge rosa, o en cada café sin azúcar. Su presencia se hacía fuerte en las canciones que escuchaban cuando estaban juntas o en las que se dedicaban. En las que ponían para hacer el amor, en las velas y en cada escuela. En los libros que leía. En cada mocasin blanco o camisa con los dos primeros botones desabrochados. Podría encontrarla en tantas formas y en tantos lugares que parecía que nunca se fue y que estaba ahí, sin su cuerpo, pero con ella creciendo.

Brigitte viajó, Julia la espero con la ansiedad de siempre pero esta vez sería diferente porque quería mostrarle todo lo que iba conociendo, llevándola a cada lugar, para poder compartír con ella otras cosas más que el aula donde se habían refugiado los últimos años.

No había mucho tiempo, después de todo era un fin de semana que pasaba rápido. Julia hizo una reserva en un restaurante temático. Ya había visto por Internet de que se trataba y pensó que a Brigitte le gustaría y se sentiría cómoda. Era la primera vez que cenaron juntas en un restaurante, tomadas de la mano con besos de por medio, la temática era erótica. Había shows de títeres de sexo, comida afrodisíaca, las velas en las mesas con forma de genitales, la luz ténue y la Ambientación con colores y figuras acorde. Brigitte entró como quien entra al palacio del terror. Julia estaba fascinada. Sintió la tensión de su amada, y trató de relajarla mientras esperaban su comida. - Acá no nos tenemos que esconder, podemos hacer lo que queramos-le dijo Julia mirándola a los ojos, dándole una seguridad que experimentaría pocas veces.

Brigitte estaba tensa por la presencia de otras personas en el lugar. Lo que ella no se daba cuenta, (llevándose por lo de siempre) es que a nadie le importaba lo que hiciera, mucho menos saber quien era. Cada cual estaba con su pareja y en su mundo. Casi que ni se podían ver los rostros. Julia empezó a hacerle masajes para que se relaje y deje de mirar para los costados.

Tranquila, le dijo. Acá somos libres. La besó, se besaron con esa pasión que seguía intacta.

Las mesas eran como una especie de medialuna con un sillón de la misma forma, por lo que solo entraban dos personas para apreciar el espectáculo y cenar - entre otras cosas-.

Agustina, a su vez, estaba en la casa que compartían, ignorando por completo la cena de Julia. Lo que le había dicho era que iba a quedarse a dormir de su abuela, y que ya estaba avisada y como toda abuela cubriría sus fechorías.

El show de títeres finalizó y el restaurante se convirtió en un pub, pidieron unos daikiris mientras hablaban y se besaban. Claro que después de varios tragos las desinhibirian y Brigitte se relajó por completo.

Julia la tomó de la mano y la hizo parar para traerla luego de la cintura y sentarla encima suyo y meter su mano por debajo del Jean al que le había desabrochado el botón.

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Comments

Celeste Medina

Celeste Medina

Conociendo los extremos jajaja. Esta historia se vuelve cada vez más atrapante /Doge/

2023-12-18

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