No podía probar bocado, pese a que Jeremy le había pedido una porción extra de cada alimento que ella escogió del menú, era incómodo hacerlo cuando él sólo permanecía sentado en completo silencio, sin dejar de observar la puerta que hacía unos minutos aquella mujer, junto a Alex y Max, cruzaron. Entonces vio el pañuelo que el camarero le había ofrecido para que se siguiera limpiando la sangre de la nariz, suspiró y después se levantó de su asiento; Jeremy ni siquiera se percató de su acción, por lo que no le avisó y se dirigió al sanitario. Se aproximó al lavabo y mojó el pedazo de tela, luego se miró en espejo y limpió los rastros de sangre seca que le habían quedado; en ese momento vislumbró lo demacrada que se veía, y quiso echarse a reír al recordar los rostros angustiados de Jeremy, Alex y Max.
«Disculpe, se ha equivocado de persona. Mi nombre es Alice», recordó lo que la mujer contestó, y que fue suficiente para que él se diera cuenta de que sí, se había equivocado de persona; mientras a ella dicha respuesta le había quitado un gran peso de encima, porque eso significaba que todavía tenía tiempo antes de que la bandera de la muerte se alzara. Entonces miró a Jeremy, y notó lo agitado que se encontraba; claro que aquella reacción era natural, pues Alice era muy parecida a Elizabeth, aunque eso era algo que suponía, porque sólo la conocía debido a la descripción física que leyó en la novela: delgada y elegante, de piel blanca como la porcelana, mejillas sonrojadas, cabello rubio claro y ojos grises.
Digna apariencia de la protagonista femenina de “Atrapada por el CEO dominante”.
De pronto, Alice les contó que era la niñera de los hijos de Derek, que llevaba varias horas buscándolos y que, al recibir el mensaje de Alex, se asustó ante la idea de lo que pudo haber ocurrido y se apresuró a llegar ahí. Y Kanna, al verla acariciar la cabeza de ambos niños y sonreírles tiernamente, sintió que todo eso era muy falso y, por un momento, le pareció que había olvidado algo de vital importancia respecto a esa mujer; pero por más que intentó recordar de qué se trataba, no logró conseguirlo.
Trató de no pensar más en ello. Entonces tomó varios pedazos de papel y los utilizó para secar su rostro; giró su cabeza, primero a la derecha, luego a la izquierda, verificando que no hubiera rastro de agua o de trozos de papel en su rostro. Dibujó una sonrisa, esperando que luciera natural. Y de inmediato salió del sanitario, antes de que Jeremy se diera cuenta de su ausencia…
...* * *...
—El señor Jones pidió que lo disculpara —dijo solemnemente—, puesto que debía retirarse a realizar algunos pendientes.
No había llegado siquiera a la mesa cuando el camarero la detuvo y le soltó semejante frase.
—También espera que usted disfrute su comida y cena —le señaló las dos bolsas de papel que se encontraban sobre la mesa—. Ah, y que no se preocupe por la cuenta, él ya pagó.
Al terminar de hablar, el camarero se inclinó levemente y se retiró de la mesa; sin embargo, ella respondió el gesto demasiado tarde, ya que todavía se encontraba aturdida después de saber que Jeremy la había abandonado en aquel lugar. Miró de nueva cuenta las bolsas y por su orgullo quiso tirarlas al suelo, pero no podía hacerlo, porque a pesar de todo, él se había preocupado de que comiera bien durante todo el día. Se sentó lentamente, observando el asiento vacío que había dejado, luego dirigió la mirada hacia su plato, levantó el tenedor y comenzó a comer, aunque aquellos alimentos le parecieron fríos y desabridos; de pronto, una gota de agua cayó sobre el dorso de su mano, la miró extrañada antes de que más gotas cayeran sobre la mesa y su plato. Y al descubrir de donde provenían, no supo la razón de éstas, pues ella quiso desde un principio que Jeremy estuviera entretenido buscando información sobre Elizabeth, para que así se mantuviera alejado… pero, debía admitir que anhelaba tanto su compañía, por muy efímera que ésta fuera.
De repente recordó lo que Max le había dicho tiempo atrás:
«Eres una mentirosa».
Y sí, era algo que ya tenía claro, pero en ese preciso instante cobraba más sentido; era una mentirosa, porque antes de entrar a ese mundo, quería que Jeremy fuera feliz… y sabía que eso se cumpliría una vez estuviera junto a Elizabeth y ésta correspondiera sus sentimientos.
«Hey, Kanna… por favor, no cierres los ojos».
Entonces notó que la nariz le volvía a sangrar, esta vez, levemente; usó el pañuelo para limpiarse antes de levantarse de su silla, tomar las bolsas de comida y marcharse lo más rápido que sus piernas le permitieron. Y mientras caminaba hacia su trabajo, supo que debía seguirse limitando lo más que pudiera para lograr pagar la deuda de Hanna a tiempo y, después, marcharse a otro lugar antes de que la trama de la novela comenzara y ella terminara atrapada -si es que ya no lo estaba- en semejante drama.
—Vamos, Kanna —se dijo a sí misma—, tú puedes —la sangre de su nariz dejó de fluir y ella se limpió cualquier rastro del líquido carmesí en aquella zona—. Siempre has podido, y si te lo propones, no habrá nada que te detenga…
...* * *...
—No debí de haber hablado tan pronto.
—¿Sobre qué, Hanna? —preguntó Alex mientras permanecía sentado en uno de los sofás de la zona VIP de la boutique.
—No, sólo me preguntaba qué hacen aquí, niños —respondió Kanna, observando que sus demás compañeras, así como su jefa, se apresuraban en traer postres y chocolate caliente para los dos pequeños—. ¿Es la segunda parte de su venganza?
—¡Claro que no! —chilló Max, y al notar que había alzado su voz, se avergonzó—. Sólo queríamos comprar algo para nuestra abuela… su cumpleaños será pronto.
—¡Sí! Somos clientes, ¡mira! —dijo Alex, mostrando una tarjeta negra.
Y si no se equivocaba, esa tarjeta de crédito negra era la de mayor exclusividad, pues estaba dirigida a los clientes que poseen un estatus económico alto; un objeto que el autor utilizaba para remarcar que Derek Wright era alguien multimillonario que podía comprar toda la ropa, zapatos y accesorios de una boutique para que Elizabeth vistiera como una princesa; también era utilizada para que aquellas personas que trataban y hablaban mal de la protagonista, se dieran cuenta de que ella pertenecía a otro estatus, de que era parte de la familia Wright y, además, causar la envidia de Clare Brown (su media hermana) y de la verdadera Hanna Doe.
—¿No son muy pequeños para tener una tarjeta de ese tipo? —preguntó, cruzándose de brazos.
—Papá deja que la usemos para que compremos todo lo que queramos —explicaron ambos niños, emocionados.
Por un momento, quiso romper esa burbuja en donde vivían, porque ella sabía que el protagonista masculino les daba semejante artículo para no tener que lidiar con ellos; aunque después, cuando aparece Elizabeth, cambiaba su actitud con tal de que ésta obtenga la familia feliz que siempre quiso. Sin embargo, al saber de propia cuenta lo triste que un niño podía sentirse al ser ignorado por su progenitor, decidió mantener el control.
—Sí, olvidaba que su padre es muy poderoso —soltó, rodando los ojos sin poder evitarlo—. ¿Y dónde está su niñera?
—Escapamos de ella y del chofer —explicó Alex, y luego le dio una mordida a uno de los pastelillos que le había ofrecido su jefa—. ¡Fue muy fácil!
Al escuchar tal explicación, Kanna se golpeó la frente de inmediato y cerró los ojos; trató de no enojarse, así que respiró profundamente, después los abrió de nuevo, encontrándose a los pequeños disfrutando de los postres y del chocolate caliente.
—Por favor, no vuelvan a hacer eso —les dijo, intentando sonar lo más gentil que pudiera—. Provocarán que su niñera y chofer tengan problemas y que incluso sean despedidos… porque ellos están a cargo de ustedes.
—¿Estás enojada? —preguntaron al unísono.
«Sí, sí lo estoy», respondió mentalmente.
—No, no lo estoy —mintió—. Pero estoy preocupada de que algo les pase…
«Y su padre venga a culparme».
—Prometemos ya no escapar, Hanna —dijo Alex, pestañeando e inflando sus mofletes para causarle ternura—. Así que ayúdanos a encontrar un lindo regalo para la abuela.
Lo meditó seriamente, por algunos segundos, ya que ayudarlos significaba tener que estar todo el tiempo con ellos, y cumplirles cada cosa que deseaban, por muy ridícula que fuera; pero sabía también que, sólo por pasarse el día buscando el regalo perfecto para la madre de Derek, ganaría una muy buena comisión, la cual le permitiría realizar el siguiente pago de la deuda con mayor rapidez. Así que debía pensar bien lo que haría a continuación…
—¿Quieres pastel? —le preguntó Max de repente, interrumpiendo sus pensamientos; luego lo vio alzar su tenedor con un pedazo de pastel de chocolate para ofrecérselo.
Ella miró el pedazo de pastel fijamente, después su vista cambió a Max, y al final regresó a ver aquel alimento; trató de contenerse, no podía caer con un simple postre que podía comprar en cualquier otro momento…
«¿A quién quiero engañar?», se dijo a sí misma mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja, luego se inclinó hacia adelante y tragó aquel pedazo. La dulzura se extendió por todas sus papilas y cerró los ojos de inmediato.
—Es muy delicioso —se echó hacia atrás mientras lamía sus labios—, muy delicioso.
Al abrir los ojos notó que Max se había quedado paralizado, con las mejillas sonrojadas, la boca desencajada y sus ojos abiertos de par en par; y ella misma se sorprendió de la acción que había realizado, así que se tapó la boca e inmediatamente se inclinó a modo de disculpa, rogando que el pequeño no armara un escandalo -con justa razón- que provocara su despido.
—Lo siento…
—Estas muy hambrienta. Toma, comete todo mi pastel.
Se sorprendió que Max, conocido como un niño que no le gustaba compartir sus cosas con otras personas por temor a los gérmenes, le estuviera ofreciendo su postre…
—Además no quiero un cubierto que babeaste —soltó él, molesto.
«Era demasiado perfecto para ser verdad», pensó antes de mover el plato de pastel más cerca de ella y quitándole el tenedor a Max.
—Pues aún así te agradezco, y por este delicioso postre, los ayudaré a encontrar el regalo lindo y perfecto para el cumpleaños de su abuela.
—Hanna —la voz de Jeremy la interrumpió.
Miró hacia la dirección de donde provenía, y se sorprendió de que él estuviera dentro de la boutique sin que se hubiera dado cuenta de su presencia. Al verlo, notó lo desarreglado que lucía, con la camisa arrugada, el cabello alborotado y su rostro sudado, como si hubiera corrido desesperado para encontrarla.
—Necesito hablar contigo, Hanna —le dijo, completamente serio.
Y a ella aquel tono de voz no le gustó. Notó entonces que él estaba sumamente enojado, pero no podía entender la razón de dicho sentimiento; era obvio que no se trataba de una ofensa contra él, así que supuso que eso tenía que ver -como siempre- con Elizabeth, por lo que trató de recordar algo que hubiera hecho en contra de la protagonista femenina. Nada. No había nada. Ni siquiera la verdadera Hanna se había atrevido a hacerle algo durante su juventud.
—¿Hanna? —oyó la vocecilla de ambos niños, que miraban de mala gana a Jeremy—, ¿estás bien?
—Sí, no se preocupen —les respondió, sorprendiéndose de que se preocuparan por ella—. En un momento estoy con ustedes, ¿vale?
Y después de decirles eso, siguió a Jeremy a la salida para hablar sin que ellos, sus compañeras y jefa escucharan lo que él iba contarle. Una vez en la calle, a varios metros de la entrada, ambos estuvieron frente a frente; pero de pronto él se acercó, moviendo su boca de arriba abajo como si le costara articular palabra, luego rechinó los dientes y frunció el ceño. Entonces, ante aquellos gestos, Kanna sintió que no debería estar ahí.
Miró hacia la puerta de la boutique, y notó a Max y Alex asomándose a través del cristal de aparador que daba a la calle.
—Jeremy, necesito regresar al trabajo —soltó, rascándose la cabeza con nerviosismo—. Podemos hablar otro día, si te parece bien.
Y cuando estaba a punto de girar y empezar a caminar hacia la boutique, éste la detuvo…
—Dime que no es verdad —exigió él, sujetándola del brazo con fuerza—. Por favor, dime que no es verdad…
—Auch —chilló y lo regresó a ver—, Jeremy, me estás lastiman… ¿a qué te refieres?
—Sobre Elizabeth.
«Siempre es Elizabeth», pensó con molestia.
—¿Sobre ella qué…?
—Dime que no lo sabías.
—¿No sabía qué…?
—Que ella quedó embarazada… —le respondió, alzando la voz—, de ese hombre.
Y al escuchar aquella revelación, se dio cuenta de que lo había olvidado. Había olvidado por completo que Jeremy no sabía que Elizabeth había quedado embarazada, y que, al revelarse su estado, fue expulsada de su familia y humillada por todos a su alrededor; y, también, que la Hanna original le había dado la espalda cuando ella le había pedido ayuda.
—Sí, yo lo sabía —reveló, sabiendo que no podía mentirle.
Pero al ver los ojos de Jeremy llenos de decepción, supo que había cometido un gran error.
C o n t i n u a r á . . .
Hola a todos. Aquí tienen este nuevo y corto capítulo... y les pregunto: ¿Alice habrá dicho la verdad? ¿Jeremy tiene razón en enojarse con Hanna/Kanna por no contarle sobre el embarazo de Elizabeth? y, por último, ¿notaron ese detalle con respecto a Kanna?
En fin, espero les haya gustado. Nos vemos en el próximo capítulo, que será el número 20.
Nota final: Esta novela tiene nueva portada, y es perfecta. Aunque no sé si ustedes recuerden la anterior...
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 28 Episodes
Comments
Laura Álvarez
No tiene por que enojarse con Hanna si es que Elizabeth quedó embarazada si el no creyo en ella ahora viene hacerse el enojado no te queda creo la verdadera Hanna no lo sabia Kanna lo sabe por que lo leyó en el libro 🤨
2024-11-23
0
Claudia Andrea Gallardo Leon
es mejor decir la verda ,pero ella no es culpable de nada
2024-11-25
0
Xiomi Cahuana
por qué me haces sufrir autora , quiero saber quién es realmente el ml
2023-05-04
1