Si tuviera que elegir qué personajes, además de Derek, le desagradaban de la novela “Atrapada por el CEO dominante”, sin duda estos serían Alex y Max, los hijos gemelos de los protagonistas. Ambos eran críos de seis años, pero la mayoría de las veces se expresaban como si fueran adultos; también tenían una actitud horrible con las personas que no les agradaban, llegando a hacer travesuras en las que alguien siempre salía lastimado… y, lo que más detestaba, era lo manipuladores que podían llegar a ser.
Realmente odiaba cada escena en la que esos pequeños diablillos aparecían, y no podía entender la razón por la cual todos los lectores los adoraban; siempre se les justificaba, porque no habían conocido a su madre y su padre rara vez convivía con ellos, y eso era algo que provocaba que Kanna recordara su triste infancia: cuando un niño más grande que ella la golpeó, y al acusarlo con un profesor, éste excusó ese comportamiento porque la madre de ese niño tenía cáncer.
«Y mi madre murió», era lo que había pensado la pequeña Kanna mientras aquel adulto le ofrecía un pañuelo para limpiarse la sangre que le escurría de la nariz debido al golpe que le había propinado su compañero.
Tal vez, por esa razón, no podían agradarle esos gemelos. No obstante, lo intentó con todas sus fuerzas porque, después de todo, se trataba de personajes ficticios, y era ridículo que le afectaran tanto; sin embargo, cuando en la novela Elizabeth llegó a la vida de Derek y de esos pequeños, éstos hacen todo por retenerla… y al leer las acciones y mentiras que utilizaron para lograr ese objetivo, simplemente le asquearon.
Y ahora que estaba frente a ellos, viendo como sus compañeros se desvivían para atenderlos. Quiso darles una bofetada para que así se comportaran, pero se contuvo al recordar quién era su padre… y si el final de Hanna había sido demasiado horrible sólo por atacar a Elizabeth, no quería saber lo que él le haría si se atrevía a tocar a sus retoños.
—¿No es hora de que estén en la escuela? —preguntó, intentando que no se notara el enojo en su voz.
Sus compañeros parecían mirarla con agradecimiento; después de todo, tenían mucha carga laboral y atender a esos niños sólo les quitaba tiempo, y al final tendrían que afrontar las consecuencias de no terminar su trabajo.
—Estamos aburridos —dijeron ambos al unísono.
Kanna volteó los ojos y después los cerró, intentó contar hasta diez antes de responder a las palabras de aquellos niños. No podía enojarse con ellos por varias razones: la primera, eran niños y un adulto no debería ponerse a pelear con críos; la segunda, porque entendía la causa de su aburrimiento, según la novela no tenían amigos y siempre estaban metidos en clases extracurriculares, o se la pasaban encerrados en su hogar (si a eso se le puede llamar hogar) jugando con los miles de juguetes que les compraban… pero al final, solos; y la tercera y más importante, eran los hijos de Derek, por lo que hacerles daño significaba que ese hombre jamás la dejaría en paz.
—Entiendo, debe ser molesto no tener amigos con quien jugar —soltó Kanna, y por un instante, le pareció que los ojos de esos niños se iluminaron y aparecieron unas orejitas de gato en sus cabezas—, pero mis compañeros deben continuar con su trabajo, de lo contario, serán amonestados.
—¡No! —gritaron Alex y Max, y a Kanna le zumbaron los oídos; pero al ver la reacción que ella había tenido, ambos se taparon la boca y bajaron la voz—. Si le explicamos a nuestro padre, no les dirá nada.
Entonces, Kanna cruzó sus brazos e inclinó la cabeza; luego los miró fijamente mientras levantaba la ceja.
—¿Están seguros?
Ambos niños se miraron entre sí, después la vieron a ella y bajaron la cabeza.
—Es verdad, padre se molestará.
Al escuchar esto, Kanna agitó la mano para que sus compañeros se marcharan; luego observó a los niños y, aunque no quería admitirlo, le dio pena verlos así, con la cabeza baja y juntando sus manitas. Al notar la reacción que ellos le habían provocado, quiso abofetearse de inmediato, pues ella se había jurado no involucrarse con ni uno de los personajes principales, y esto incluía a Alex y Max; pero no podía evitarlo, ya que también le recordaban a ella misma, sin ni uno de sus padres que le prestaran atención y ni amigos con los cuales apoyarse.
Al saber que los tres eran iguales, intentó ser más comprensiva. Entonces trató de pensar en una solución, pero la única que existía en ese momento, es que ella se quedara a jugar con ellos; sin embargo, tenía que terminar su trabajo. Además, ya se encontraba en la cuerda floja, y probablemente la visita a la oficina del CEO significaba una mala noticia, por lo que no podía darse el lujo de perder el tiempo o darle motivos a Derek para despedirla.
—A menos que… —susurró mientras veía a ambos niños.
Por una milésima de segundo, a su mente se le cruzó la idea de usar a esos dos diablillos; sólo tenía que manipularlos para caerles bien y que así abogaran por ella. De pronto, al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer, quiso darse otra bofetada.
—¿A menos qué…? —preguntó uno de ellos, y no supo si era Alex o Max.
—A menos que me… ayuden a terminar mi trabajo —inventó, levantando los brazos—, uno de ustedes puede leer lo que debo escribir, y el otro puede verificar que lo que escribo esté correcto —notó que ambos niños arrugaban el entrecejo—. Así lo terminaré más rápido, y podremos jugar. Les haré unas ranas saltarinas de papel.
—¡Me gustan las ranas! —dijo uno de ellos.
—¿Cómo vas a hacer que salten? —preguntó el otro niño.
—Con magia —respondió, fingiendo emoción.
Ambos niños entrecerraron los ojos y la vieron fijamente.
—Bueno, es origami, ¿ok? —rodó los ojos y se cruzó de brazos—. Matan la ilusión.
—Pero no sabemos leer —interrumpió el mismo niño que le había preguntado sobre cómo haría que saltara la rana—, sólo tenemos seis años.
Ya se estaba cansando de no saber cómo distinguir quién de ellos era Alex y quién era Max, eran tan idénticos y ni uno de ellos tenía una marca distintiva; pero tenía que mantener la calma, no quería hacerlos llorar o darles motivo para que se vengaran de ella o le contaran a su padre.
—¿En serio? —preguntó dudosa. Por lo que recordaba de la trama original, ambos eran mucho más inteligentes que los otros niños de su edad, e incluso podían leer con fluidez y escribir muy bien; por eso no entendía lo que ese pequeño le decía—. Se ven como niños que saben leer… pero si no es así, no sé qué más hacer…
—No es cierto —interrumpió el otro niño, dándole un codazo a su hermano—, sí sabemos leer.
—Ah, bien. Entonces, ¿me ayudarán?
—Sí —dijeron ambos—. Pero, al terminar, jugaras con nosotros, ¿verdad?
—Sí, es una promesa —reiteró Kanna, levantando el meñique de su mano derecha—. Promesa de meñique.
—¿Qué es eso? —preguntaron ambos, mientras la veían extrañados.
—Es “promesa de meñique” —explicó mientras lo movía—. Al unir nuestros meñiques —enganchó el de ambos niños—, simboliza que esto que acabamos de pactar, es un compromiso que debe cumplirse.
Ambos niños la miraron maravillados y Kanna sintió un estremecimiento. No podía creer que esos niños se fascinaran con tal gesto y promesa; ahora entendía la razón por la cual se obsesionaron con tener a su madre cerca, ya que, probablemente, jamás habían recibido esa clase de sentimientos.
—Bien —dijo y se levantó; después alzó su brazo derecho, empuñando su mano—. ¡A trabajar se ha dicho!
—¡Sí! —gritaron los niños e inmediatamente avanzaron hacia las oficinas.
...* * *...
—Hay algo raro en este documento…
—¡Te equivocaste en esa línea! —gritó Alex.
Kanna le sonrió e inmediatamente corrigió la palabra que le había señalado el pequeño. Después miró a Max, intentando comprender a qué se refería. Ya llevaban varias hojas con los datos transcritos, y de repente, el pequeño se había detenido a analizar el documento antes de soltar aquellas palabras.
—¿A qué te refieres, Max? —preguntó Kanna, mientras ella y Alex esperaban a que Max dejara de observar la hoja que tenía en la mano.
—¿Por qué te pidieron que transcribieras este documento impreso? —dijo—, ¿acaso no deben tener el archivo ya en el computador? —colocó su mano izquierda en el mentón—. Además, estos datos son muy importantes, y no creo que tengas el nivel para manejarlos.
Kanna se ofendió por un segundo, pero entonces recordó que sí, al ser sólo una empleada con tan sólo dos meses dentro de la empresa, obviamente, no le darían documentos con información confidencial. Y, para rematar, no sabía quién le había encargado tal trabajo; sólo le habían dejado los documentos y una nota que decía que “debía transcribir la información de esas hojas a su computadora”.
—Eso quiere decir que Hanna no debería tener eso en su computadora —soltó Alex.
—Exacto —dijo Max y miró a la nombrada—. Esto es muy sospechoso, creo que deberías borrar lo que hemos hecho y entregar las hojas a nuestro padre.
Al escuchar eso, Kanna se puso pálida, ya que, si en verdad los documentos tenían información confidencial y ella los estaba transcribiendo a su computadora, parecería que es una espía y que estaba robando información. Definitivamente era un complot en su contra. Sólo que no podía comprender por qué razón alguien tendría problemas con ella.
Al entrar a la empresa, había renunciado a la posición que el excompañero de Hanna le había conseguido y prefirió ser una simple ayudante; tratando de ser amable con todos y de esconderse de Derek.
—El CEO —soltó.
—¿Padre? —al escuchar la voz de los pequeños, salió de su ensimismamiento.
Y se dio cuenta de qué clases de cosas estaba pensando erróneamente. No, definitivamente esa clase de movimientos no eran propios del protagonista, ni siquiera de Sylvie; este complot venía de otra persona que quería meterla en serios problemas, pero no podía pensar quién de sus compañeros tenía algo en su contra.
—Hey, Hanna —escuchó la voz del excompañero de Hanna, quién apareció de repente; luego notó que éste miraba las hojas que tenía en sus manos y después su computador—. El CEO quiere vernos a ambos en su oficina… ¿vienes?
Y, como si se tratase de un drama de televisión, comprendió de inmediato quién era la persona que había planificado todo eso y por qué razón Derek los estaba citando en su oficina. El culpable era el excompañero de Hanna, a quién había rechazado varias veces sus invitaciones a “cenar”, y que seguramente quería vengarse debido a eso.
«Este maldito hijo de puta», pensó mientras le dirigía una gran sonrisa al hombre que la esperaba en la entrada de su cubículo.
—Claro, ya voy —respondió. Se apresuró en colocar los documentos sobre su escritorio y a dejar suspendida su computadora.
—Nosotros nos encargamos —susurró Max, mientras Alex asentía.
—¿Promesa de meñique? —dijo ella.
—Promesa de meñique —susurraron los dos niños.
Y al escuchar esto, Kanna sonrió, porque si tuviese que elegir con qué personajes de la novela “Atrapada por el CEO dominante” podía contar en un asunto de vida o muerte, sin duda estos serían Alex y Max.
^^^C o n t i n u a r á . . .^^^
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Comments
Laura Álvarez
Hay Hanna tu que haces mente dice una cosa tus acciones otras pero creo tienes razón esos niños son así por querer llamar la atención su madre desapareció y parece que su padre aun que este ahí es como si no estuviera creo ya tienes dos aliados 🤭 y ese excompañero de La verdadera Hanna que desgraciado todo por que no le hiciste caso te quiso poner una trampa pero ojalá se le voltie la tortilla 🤨
2024-11-22
0
Siento que estos niños le van a dar más "sasón" a la novela jajajaja
2022-10-02
7
✗κιω.ςσ ヾ(。>﹏<。)ノ゙✧*。
muy divertido
2022-07-11
1