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Doce Años En La Sombra

Doce Años En La Sombra

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Atracción entre enemigos / Traiciones y engaños / Venderse para pagar una deuda / Amor-odio
Popularitas:7.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Crisbella

Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.

NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Vivir bajo el mismo techo

Punto de vista de Sofía

La sala de la mansión Montenegro se hundió en un silencio tenso, roto solo por la respiración agitada de mi padre. Elías, el magnate invencible, estaba congelado, su rostro pálido bajo la luz del candelabro.

—¿Qué... qué estás diciendo, Sofía? —Su voz era un gruñido.

—Lo que escuchaste, papá. Alexander D'Angelo. Es él quien está dispuesto a inyectar el capital para salvarte de la bancarrota —repetí, la voz cargada de agotamiento y resentimiento—. Pero él necesita una garantía. Me necesita a mí.

La negación inicial de Elías fue violenta.

—¡Es una locura! ¡No voy a entregar a mi hija como si fuera una garantía bancaria! ¡Ya estás prometida con Felipe! ¡Esto es un chantaje!

—Sí, es un chantaje —dije, sintiendo una punzada de insatisfacción al ver su pánico—. Y tienes veinticuatro horas para cancelar la boda con Felipe y anunciar mi compromiso con Alexander. Si no lo haces, la junta directiva sabrá de tus fraudes antes del amanecer, y serás el único en caer.

Elías se desplomó en el sofá, sosteniéndose la cabeza con ambas manos. Su ira se dirigió entonces al verdadero enemigo.

—¡El maldito D'Angelo! ¿Por qué haría algo así? ¿Por qué se obsesionaría con arruinar mi trato con los Andrade y mi empresa?

—No lo sé, papá. Solo sé que, a diferencia de ti, Alexander D'Angelo no está jugando. Y si algo aprendí de ti es que, cuando te enfrentas a un monstruo, tienes que pagar su precio.

Él levantó la vista, sus ojos llenos de una furia asesina.

—¡Llama a ese bastardo! Dile que lo veré mañana a primera hora. ¡En su oficina!

—No. Lo verás en la mía —dije, notando cómo el cambio en mi voz lo detuvo—. Él ya no negocia contigo. Negocia a través de mí. Si mañana a mediodía el anuncio de mi compromiso no es público, el acuerdo con las empresas D’Angelo queda anulado.

Mi padre me miró, no como a su hija, sino como a la pieza clave de una transacción. Su miedo a la ruina, a perder su apellido y su poder, era más grande que su amor de padre.

A la mañana siguiente, Elías apareció en mi oficina en la fundación, con el rostro hinchado y el traje arrugado.

—Lo haré, Sofía —murmuró, la derrota grabada en cada sílaba—. Cancelaré el compromiso con el imbécil de Felipe y anunciaré esta... esta obscenidad. Pero tienes que decirle a D'Angelo que cierre el trato de inmediato. Necesito ese dinero ya.

—El trato se cerrará. Pero ahora eres tú quien tiene que cumplir.

En menos de dos horas, la noticia estalló: Sofía Montenegro, la heredera discreta, rompía su compromiso de larga data (un secreto a voces) para casarse con Alexander D'Angelo, el hombre que acababa de salvar a su familia.

Alexander había ganado. Y yo era su prisionera.

El anuncio del compromiso fue un terremoto en la ciudad. Las redes sociales y los noticieros no hablaban de otra cosa. En menos de un día, Sofía Montenegro había pasado de ser una heredera discreta y comprometida con un Andrade, a la prometida del enigmático Alexander D'Angelo, el hombre que acababa de salvar a su padre.

Mi primera reunión con Alexander como su futura esposa se programó en la oficina principal de su empresa: D'Angelo . Cuando llegué, Mónica, su asistente y cómplice, me recibió con una sonrisa profesional.

—Bienvenida, señorita Montenegro. Alexander la espera.

Entré a su oficina. Alexander estaba de pie frente a la pared de cristal, mirando la ciudad. Se volteó cuando sintió mi presencia. Llevaba el mismo traje impoluto de siempre, pero ahora su mirada no era la del seductor; era la del dueño.

—Felicidades, prometida —dijo sin emoción, sin moverse, sin ofrecerme un beso o un abrazo—. Veo que tu padre cumplió.

—Tuve que obligarlo —respondí, caminando hacia el sillón, sin pedir permiso—. Pero no te preocupes, el trato está hecho. Ya rompí con Felipe. Ahora solo soy tu... garantía.

Él sonrió, un destello frío de satisfacción.

—No me gusta el término 'garantía', Sofía. De ahora en adelante, eres mi socia. Mi socia en la vida, mi socia en los negocios, mi socia en la mentira.

Se acercó a su escritorio y deslizó un documento hacia mí. Era un acuerdo prenupcial.

—Aquí están los términos de nuestra unión. Elías mantendrá su porcentaje y el puesto de asesor, tal como lo prometí. La fundación queda blindada con una dotación inicial de cincuenta millones de dólares. Todo lo que te importa está seguro.

—¿Y los términos para mí? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago al ver mi nombre junto al suyo.

—Tú me acompañas a todos los eventos sociales. Sonríes. Actúas como una mujer enamorada. Y vives en mi penthouse. La mudanza comienza hoy. Quiero tenerte bajo mi techo, bajo mi control.

—¿Vivir contigo?

—Sí. La fachada debe ser perfecta, Sofía. El mundo debe creer que estamos consumidos por la pasión. No podemos permitirnos un solo error. Si la gente duda de nuestro amor, dudarán de la fusión. Y si la fusión se viene abajo, tu padre se hundirá, y la firma Mauricio Hernández terminará su trabajo.

Me levanté, sintiendo la rabia y la humillación arder.

—¿Y qué pasa si me niego a vivir contigo? ¿Me encadenarás?

Alexander caminó alrededor del escritorio hasta quedar frente a mí. Me tomó suavemente de la barbilla, pero la acción no tenía ternura.

—No necesito encadenarte. Tú te encadenaste sola cuando dijiste sí. Ahora, ve a casa. Empaca lo esencial. En dos horas, mis hombres recogerán tus cosas.

Soltó mi barbilla. La frialdad regresó a sus ojos.

—Bienvenida a tu nueva vida, Sofía.

Salí con la derrota marcada en mi rostro, Alexander me tenía en sus manos y no había modo alguno de que pudiera escapar de esto. El pensar vivir bajo su mismo techo me hacía estremecer, no tenía idea de lo que pasaba por la mente de ese hombre y cuáles eran sus verdaderas intenciones, de lo que si estaba segura era de que mi vida cambiaría completamente y que el infierno apenas comenzaba.

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Yanet Cristina Vilugron Salazar
Felicidades excelente novela , bendiciones
Yanet Cristina Vilugron Salazar
👏👏👏👏👏
Yanet Cristina Vilugron Salazar
falta ese cabron de Felipe
Yanet Cristina Vilugron Salazar
vamos vamos chico
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ya está todo listo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Viejo maldito,que se pudra en la cárcel
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados, corruptos
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ahora a esperar el desenlace
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Muy buena historia, felicidades autora
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados y ese padre tan horrible
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ese viejo y el Felipe son de lo peor el hijo lo que es un pelele ojalá abra los ojos
chica°mangaromantico
Jejejeje, tú tienes el poder.... por ahora
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ignacio parece que quiere a su hermana pero es un pusilánime que se deja manejar por su padre, ojalá haga lo correcto
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Mónica se merece un bono por ser tan eficiente 🥰
Yanet Cristina Vilugron Salazar
que pase luego el tiempo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
OMG 😱😱😱, ojalá ese viejo desgraciado pague por todo
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ojalá todo se salga mal nacido
Yanet Cristina Vilugron Salazar
se enamoraron 🥰🥰🥰
Yanet Cristina Vilugron Salazar
maldito viejo, bastardo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Bien Sofía
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