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Florecer De Las Cenizas

Florecer De Las Cenizas

Status: En proceso
Genre:Autosuperación / Traiciones y engaños / Cambio de Imagen
Popularitas:4.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Orne Murino

A veces perderlo todo es la única manera de encontrarse a uno mismo

NovelToon tiene autorización de Orne Murino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10: Entre copas y sombras

Juliana giró lentamente la copa de vino en su mano, observando cómo el líquido rojizo se movía como un pequeño remolino bajo las luces tenues del club. No podía dejar de pensar en lo extraño del momento: hacía apenas unos minutos había estado al borde de una huida, con el pecho apretado por ver a Martín, y ahora estaba allí, en un sofá elegante, compartiendo mesa con un italiano que parecía sacado de un sueño.

Mattia, sentado frente a ella, mantenía esa sonrisa calma, sin apuros, como si todo lo que pasaba a su alrededor fuese secundario.

—Así que… ¿venís seguido a lugares como éste? —preguntó él, inclinándose apenas hacia adelante.

Juliana soltó una pequeña risa, sorprendida por la sencillez de la pregunta.

—No, la verdad que no. Soy más de planes tranquilos. Una cena con amigas, una película en casa. Esto es… un poco raro para mí. —dio un sorbo al vino y se encogió de hombros.

Mattia asintió, como si entendiera perfectamente.

—A mí me pasa igual. Alessandro insiste en que salir de vez en cuando es “necesario para mantener la juventud”. —hizo un gesto divertido hacia su amigo, que seguía conversando animadamente con Micaela.

Juliana miró a su amiga y no pudo evitar sonreír. Mica estaba disfrutando la compañía de Alessandro, y verla así la tranquilizaba. Por primera vez en semanas sentía que no estaba cargando sola con su historia.

—Tu amigo parece bastante convincente —dijo Juliana, volviendo la vista a Mattia.

—Lo es —respondió él, entrelazando los dedos sobre la mesa—. Aunque no siempre tiene razón.

El silencio que siguió no fue incómodo. Al contrario, había algo en la forma en que él la miraba que hacía que las palabras no fueran necesarias. Juliana, para distraerse, se acomodó el cabello corto detrás de la oreja y notó que Mattia seguía cada gesto con atención, como si la estudiara.

“¿Por qué le mentí con el apellido?”, pensó de golpe, como si esa pregunta se encendiera en su mente. No entendía del todo por qué había dicho “Álvarez” en lugar de Montona. Tal vez era miedo, tal vez no quería arriesgarse a exponer demasiado de sí misma. ¿O acaso había querido sentirse otra persona por una noche?

Antes de que la incomodidad creciera, Mattia se inclinó hacia ella y extendió una mano.

—¿Bailamos? —preguntó con esa naturalidad que parecía desarmarla a cada paso.

Juliana dudó apenas un segundo, pero se encontró aceptando. Dejó la copa sobre la mesa y tomó su mano. La calidez de su piel la estremeció.

En la pista, las luces de colores jugaban con la música. No era un tema romántico, sino uno de esos con ritmo marcado que pedía movimiento. Mattia la guió con una seguridad elegante, sin ser invasivo, pero con una cercanía que la hacía sentir protegida.

—No sos de las que vienen seguido a bailar, pero parecés disfrutarlo —comentó él mientras ella intentaba seguirle el ritmo.

Juliana rió, liberando un poco la tensión.

—Digamos que estoy improvisando.

—Lo hacés muy bien —replicó, inclinándose apenas hacia su oído para que pudiera escucharlo.

Ese gesto, tan simple, provocó que un escalofrío recorriera su espalda. Por primera vez en mucho tiempo, Juliana se sentía viva, ligera, como si cada paso la alejara de las sombras en las que había estado atrapada.

Se permitió cerrar los ojos un segundo y dejarse llevar. Pero ese momento de alivio se rompió de golpe cuando una mano fuerte la sujetó del brazo con brusquedad.

—¿Qué hacés acá, Juliana? —la voz de Martín la atravesó como un cuchillo.

Juliana abrió los ojos de golpe. Allí estaba él, con la mirada furiosa, sosteniéndola como si aún tuviera derecho a reclamar algo. El corazón se le aceleró, pero no por amor: era rabia, era indignación.

—Soltame, Martín —dijo con firmeza, intentando liberar su brazo.

Mattia, que había quedado a un paso, intervino con calma, aunque su voz sonó firme.

—Creo que la señora le pidió que la suelte.

Martín giró hacia él, sorprendido por la presencia del italiano. Antes de responder, una mujer apareció a su lado. Juliana la reconoció al instante: la amante, la que había destruido todo. Su mirada altiva se clavó en ella como si disfrutara la escena.

—¿Esta es la ex? —preguntó con un tono cargado de desprecio, aferrándose al brazo de Martín como un trofeo.

Juliana sintió la punzada en el pecho, esa mezcla de dolor y orgullo herido, pero no dejó que se le notara. Enderezó la espalda, lista para responder, cuando Mattia se adelantó un paso.

—No se equivoque —dijo con voz baja pero firme, sus ojos oscuros fijos en la mujer—. Ella no es “la ex”. Ella es Juliana. Y merece respeto.

Martín apretó la mandíbula.

—¿Quién sos vos para meterte?

Mattia no se inmutó.

—Soy alguien que no tolera que se trate mal a una dama.

Juliana apenas podía creer lo que estaba ocurriendo. La escena parecía sacada de otra vida, una en la que ya no estaba sola. Martín, descolocado, soltó al fin su brazo y retrocedió apenas un paso. La amante rodó los ojos, claramente molesta por no ser el centro de atención.

Juliana aprovechó el instante para hablar, con la voz más clara que pudo reunir.

—Ya no tenés derecho a preguntar qué hago o con quién estoy. Esa parte de tu vida se terminó, Martín.

Él abrió la boca para responder, pero Mattia dio un paso más cerca de Juliana, colocándose a su lado como un escudo silencioso. Fue suficiente para que Martín se contuviera.

La música seguía sonando, la pista seguía llena de gente, pero para Juliana el mundo se había reducido a ese instante: su exmarido, su verdugo, dándose cuenta de que la mujer que había conocido ya no estaba dispuesta a temblar frente a él.

Juliana respiró hondo, dio media vuelta y, con Mattia acompañándola, regresó hacia la mesa donde Micaela y Alessandro los esperaban. Con cada paso, sentía que dejaba atrás otra capa del pasado.

Y aunque aún no sabía quién era exactamente ese hombre que había aparecido de la nada para defenderla, algo dentro de ella lo tenía claro: Mattia Moretti no era una simple coincidencia. Era el inicio de algo nuevo.

1
Maritza Suarez
👍
Lorena Itriago
Martín no estaba preso? no entiendo porque está en su departamento?
Lorena Itriago
tengo una duda Micaela y Camila son la misma persona?
Edith Villamizar
Hola inicio de ésta historia 🌹
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