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EL DRAGÓN OLVIDADO QUE VUELVE A NACER

EL DRAGÓN OLVIDADO QUE VUELVE A NACER

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Viaje En El Tiempo / ABO / Traiciones y engaños / Reencarnación / Fantasía LGBT
Popularitas:2.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Gabitha

El fallecimiento de su padre desencadena que la verdad detrás de su rechazo salga a la luz y con el poder del dragón dentro de él termina con una era, pero siendo traicionado obtiene una nueva oportunidad.
— Los omegas no pueden entrar— dijo el guardia que custodia la puerta.
—No soy cualquier omega, mi nombre es Drayce Nytherion, príncipe de este reino— fueron esas últimas palabras cuando ellos se arrodillaron ante el.

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BENDICIÓN DEL IMPERIO

Algunos de los nobles estaban agradecidos por la maravillosa noticia, y algunos se sentían amenazados por el enorme poder que había sido dado a Drayce.

El eco de aquella revelación recorrió salones, pasillos y banquetes. Algunos se apresuraron a contárselo a sus esposas, y ellas, diligentes y hábiles en el arte del rumor, lo esparcieron con mayor rapidez que cualquier mensajero oficial.

Era su primera victoria, pero Drayce sabía que no debía bajar la guardia. Una chispa podía encender un incendio, y lo que ahora eran sonrisas y reverencias podía volverse cuchillos escondidos entre las mangas.

—Hamir, ¿cómo van las clases de Christian? —preguntó, acomodándose en el interior del carruaje donde viajaban juntos.

El eunuco se enderezó con naturalidad.

—Debo decir, alteza, que ha avanzado mucho más de lo que yo esperaba. Tiene disciplina y un oído rápido para las formas.

Drayce asintió, satisfecho.

—Dentro de algunos días será la fiesta de bienvenida que está preparando la madre emperatriz. Necesito que se vea radiante. Lo más seguro es que su familia esté entre los invitados.

Christian, sentado frente a ellos, sintió un calor recorrerle el pecho. Había en la voz de Drayce un dejo de seguridad, casi de esperanza, que le decía que las cosas marchaban conforme a un plan invisible.

—Alteza, disculpe… —se atrevió a decir con timidez—, ¿eso significa que tendré que irme del palacio? No lo dejaré solo.

Sus palabras cargaban un peso de sinceridad. Desde aquel extraño primer encuentro, había llegado a apreciarlo. Había días en los que lo veía como a un niño, cuando Drayce insistía en probar los dulces que él preparaba; y otros en los que parecía un anciano experimentado, dándole lecciones que ni Hamir se habría atrevido a corregir.

—No te irás —respondió Drayce, con la calma que lo distinguía—. Solo esfuérzate. Mantén la mirada firme.

El rostro del joven omega se iluminó con una ternura que Drayce no esperaba. Aquel gesto sencillo lo conmovió, y también lo obligó a recordarse a sí mismo que debía protegerlo, aunque el precio fuera alto.

El carruaje avanzaba lento por las calles del imperio. Para Christian, cada tramo del camino parecía interminable; los rumores, como semillas esparcidas al viento, habían germinado. Desde las ventanas de las casas y los puestos de mercado, la gente se asomaba, saludaba y murmuraba. La noticia de la “bendición” se había extendido desde el templo como el olor del pan recién horneado, llenando el aire de un fervor que pocos podían ignorar.

Gracias a esa ola de devoción, su padre le había concedido permiso para salir del palacio siempre que lo deseara, escoltado por guardias. La alegría se había esparcido como una plaga benigna: el pueblo agradecía a la diosa por aquella supuesta bendición. Para muchos, Drayce era ya un símbolo viviente.

Aun así, él sabía que no todos compartían esa fe. Algunos esperaban su tropiezo para gritar “falso” y derribarlo del pedestal donde lo habían colocado.

Recordó cómo, durante la prueba, había fingido tener una visión. Bastaron unos cuantos nombres para sacudir el consejo imperial: los traidores que comerciaban con secretos, los ladrones que escondían tesoros bajo la excusa de recompensas, los gobernadores que usaban los bienes del imperio para su beneficio personal. Había arriesgado demasiado, pero su padre, sorprendido por la firmeza de sus emociones, lo había creído. Y ahora, nuevos rostros ocupaban los asientos del consejo.

El pueblo lo alababa como profeta; los nobles lo miraban con recelo. Pero detrás de sus triunfos había un aliado oculto: Vhagar. Aunque el dragón no hablaba con frecuencia, le aconsejaba en momentos críticos y le advertía sobre peligros inminentes. Gracias a esas advertencias había logrado evitar un nuevo intento de asesinato, uno de tantos que parecían repetirse como en su vida anterior.

—“Un dragón nunca baja la guardia”—, había dicho Vhagar en una de sus pocas intervenciones, y Drayce lo había grabado en su memoria.

Los días que siguieron parecían llenos de sol y calma, pero él sabía que eran apenas espejismos. La tranquilidad era una cuerda floja, y bajo ella esperaba el abismo.

Finalmente, llegó el día de la bienvenida. El palacio se agitaba como un hormiguero. Sirvientes corrían de un lado a otro, colgando tapices, encendiendo lámparas, puliendo pisos hasta que brillaban como espejos. Hamir organizaba a todos con la precisión de un general en campaña, y Christian, nervioso pero obediente, se dejaba preparar.

Drayce observaba en silencio, guardando en su mente las descripciones que había dado para que vigilaran cualquier detalle fuera de lugar. Especialmente, cualquier persona con el cabello rojizo.

El eco de los tambores comenzó a escucharse desde las murallas, anunciando la cercanía de los invitados. El aire olía a flores recién cortadas y a cera quemada; las antorchas iluminaban los corredores, y los ojos de los sirvientes brillaban con la mezcla de cansancio y emoción.

Desde su ventana, Drayce observó cómo el pueblo se agolpaba a las puertas del palacio. Había risas, cánticos y plegarias en su nombre. Y en medio de ese fervor, sintió un estremecimiento en su pecho.

No era miedo… era la certeza de que aquello era apenas el principio.

—“Serás luz y sombra al mismo tiempo, pequeño dragón”— susurró la voz grave de Vhagar en lo profundo de su mente.

Drayce cerró los ojos por un instante.

Él ya lo sabía.

No lo negaba, porque sabía gracias a los entrenamientos que había estado teniendo a escondidas de su padre, que el peligro acechaba en casa esquina.

Bajo de sus aposentos dirigiéndose a su lugar junto a su padre y detrás de ellos a unos pasos le miraban Hamir y Christian, dándole ánimos de lo que ahora enfrentaría.

—Ten cuidado pequeño dragón, parece ser que tú enemigo está planeando algo— le dijo Vhagar.

—Lo sé, he esperado este momento y no permitiré que lo arruine— dijo en sus pensamientos.

Miro a su padre y la sonrisa con la que le veía, no tuvo miedo, el pánico lo transformo en fuerza y el miedo en fortaleza, tal y como lo haría un verdadero dragón, se acercaron a la puerta y ese fue el momento en que el tiempo se detuvo.

—Atencion, su majestad el Emperador Vladimir Nytherion y su alteza real y bendición del imperio Drayce Nytherion— solo esas palabras bastaron para ver cómo todos les hacían una reverencia.

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Priscy Agudelo
me encanta tu novela, cada capítulo me llena de intriga y no puedo parar de leer. 👏👏👏felicitaciones.
Gaby Rodriguez: Gracias por tus palabras y me alegra que te esté gustando 🤭☺️
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Limaesfra🍾🥂🌟
🐲🐉
Gaby Rodriguez: Me alegra que te esté gustando🥰
total 1 replies
Adeilis
Más capítulo por favor
Adeilis
La historia es muy interesante, me gusta mucho
Gaby Rodriguez: Me alegra que te guste y gracias por darle una oportunidad 🤗😘
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