Viviana es la menor de tres hermanas, su vida da un giro inesperado cuando se ve obligada a tomar el lugar de su segunda hermana para casarse con un Despiadado multimillonario y así poder salvar la vida de toda su familia, tras el matrimonio forzado Ares Grey la hace vivir un infierno por venganza... Acompáña a Viviana en esta historia desafortunada.
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Confesión
Me quedé sentada en el comedor durante lo que pareció una eternidad, perdida en mis pensamientos y temores.
Finalmente, me levanté y subí a mi habitación, esperando encontrar algún refugio en mi espacio personal. Pero al llegar allí, me encontré con una escena que me hizo sentir un escalofrío.
Las empleadas estaban recogiendo mis cosas, metiéndolas en cajas y bolsas. Me acerqué a ellas, confundida y alarmada.
—¿Qué están haciendo?—les pregunté, intentando mantener mi voz calmada. Una de ellas se volvió hacia mí, con una expresión neutra en su rostro.
—Estamos llevándolas al cuarto principal, señorita— me respondió. —Órdenes del señor—sentí un golpe en el estómago al escuchar sus palabras.
El cuarto principal era el dormitorio de el, y la idea de que mis cosas estuvieran siendo llevadas allí me hizo sentir una sensación de invasión y pérdida de control.
—¿Por qué?—les pregunté, intentando encontrar alguna explicación. La empleada se encogió de hombros.
—No sé, señorita. Solo estamos siguiendo órdenes— Me di cuenta de que no iba a obtener ninguna respuesta de ellas, y que estaba a merced de él y sus decisiones.
La idea de que iba a compartir el dormitorio con él me hizo sentir una sensación de ansiedad y miedo.
Me dirigí a su estudio, decidida a enfrentarlo y exigir respuestas. Sabía que probablemente estaría allí, y no me equivoqué. Al abrir la puerta, me encontré con una escena que me hizo sentir una furia ciega.
Él estaba sentado en su silla, con una mujer en su regazo. Ella lo besaba apasionadamente, con sus brazos alrededor de su cuello y sus labios pegados a los suyos.
Me sentí como si hubiera sido golpeada en el estómago, quedé sin aliento y sin palabras.
La mujer era hermosa, con cabello oscuro y ojos verdes que parecían brillar con pasión.
El la sostenía con fuerza, con una mano en su cintura y la otra en su cabello, sentí una punzada de rabia al verlos juntos, y mi mente comenzó a girar con preguntas y acusaciones.
¿Por qué estaba haciendo esto? ¿No había dicho que iba a casarse conmigo? ¿Qué significaba esta mujer para él? La furia y la humillación me consumían, y me sentí como si estuviera a punto de explotar.
Él debió sentir mi presencia, porque levantó la cabeza y me miró con una sonrisa cínica en su rostro.
La mujer se detuvo en su beso, pero no se apartó de él. En su lugar, se volvió hacia mí con una mirada desafiante, como si estuviera disfrutando de la situación.
Sentí una rabia intensa hacia ambos, y supe que tenía que salir de allí antes de decir algo que lamentaría. Pero mis pies parecían estar pegados al suelo, y no podía apartar la mirada de la escena que tenía delante.
La mujer se levantó del regazo de el y me miró con una sonrisa burlona. —Claro, claro— dijo, mientras se dirigía hacia la puerta. —No quiero interrumpir vuestra conversación— Su voz estaba llena de sarcasmo y desprecio, y pude sentir la tensión en el aire.
Antes de salir, se volvió hacia él y le dio un beso —Hasta luego, amor—, le dijo, con una voz melosa.
El no respondió, pero su mirada no se apartó de mí. La mujer salió del estudio, dejándonos solos.
Me acerqué a él, furiosa. —¿Quién es ella?— le pregunté, intentando mantener mi voz firme.
Él se encogió de hombros, sin mostrar ningún remordimiento. —Alguien que conozco— me respondió, con una sonrisa cínica.
Me sentí enfadada, y mi voz salió llena de emoción. —Ve y cásate con ella, ¿por qué conmigo no será?— le dije, intentando mantener mi dignidad a pesar de la rabia y el dolor que sentía.
El se levantó de su silla y se acercó a mí, su mirada intensa y dominante.
—No te equivoques—, me dijo, con su voz baja y amenazante. —La boda sigue en pie. Tú serás mi esposa, quieras o no—.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al escuchar sus palabras, y supe que estaba hablando en serio. La idea de casarme con él después de lo que había visto me parecía aún más repulsiva, y me pregunté qué iba a hacer para escapar de esta situación.
Él se detuvo frente a mí, su mirada estaba fija en la mía. —No hay opción— me dijo, su voz firme y autoritaria.
—Vas a ser mi esposa, y vas a cumplir con tus deberes como tal— Me sentí atrapada y sin salida, y supe que tenía que encontrar una forma de luchar contra él si quería tener alguna esperanza de escapar de este destino.
—Claro que no, no puedes obligarme a estar contigo—dije
Él sonrió, su sonrisa era fría y calculadora. —Puedo y lo haré—, me dijo, su voz sonaba llena de confianza y determinación.
—Tienes hasta la noche para prepararte para la boda. Después de eso, serás mía, en todos los sentidos—. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo al escuchar sus palabras, y supe que estaba hablando en serio.
—No puedes hacer esto—, le dije, intentando mantener mi voz firme a pesar del miedo que sentía. —No puedes obligarme a casarme contigo—. Él se encogió de hombros, sin mostrar ningún remordimiento. —Puedo, quiero y lo haré—, repitió. —Y no hay nada que puedas hacer para detenerme—.
Su proximidad física me hizo sentir incómoda y vulnerable. Su aliento cálido rozó mi piel, y pude sentir la intensidad de su mirada sobre mí. Su cercanía me hizo sentir atrapada, como si no hubiera escapatoria de su presencia dominante.
Su voz baja y ronca me hizo sentir un estremecimiento, y pude sentir su calor corporal irradiando hacia mí.
Me sentí como si estuviera a punto de ser consumida por él, y la idea me aterraba. Intenté retroceder, pero el no me lo permitió, su mano estaba sujetando mi brazo con fuerza.
—No te muevas—, me dijo, su voz estaba llena de autoridad. —No te atrevas a huir de mí—. Sentí una rabia intensa hacia él, y supe que tenía que encontrar una forma de liberarme de su agarre y de su control. Pero por ahora, estaba atrapada, Él parecía disfrutar de mi situación de desventaja.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda y erizar mi piel cuando el metió su cabeza en mi cuello y aspiró mi aroma. Su aliento cálido rozó mi piel, y pude sentir su nariz acariciando mi cuello. Me sentí vulnerable y expuesta, y mi instinto me gritaba que me alejara de él.
Pero antes de que pudiera reaccionar, se alejó y me miró con una sonrisa en su rostro. —Hueles bien—, me dijo, con voz baja y sensual.
Sentí una sensación de repulsión y miedo, y mi mente comenzó a girar con pensamientos de cómo escapar de esta situación.
La forma en que él me miró, con una intensidad y una posesión me hizo sentir como si fuera suya, me hizo sentir incómoda y atrapada. Me pregunté qué iba a hacer a continuación, y si iba a poder mantener mi dignidad y mi autonomía frente a él.
Su proximidad y la intimidad que estaba forzando sobre mí me hacían sentir como si estuviera perdiendo él control sobre mi propio cuerpo y mi propia vida.
Sentí un alivio momentáneo cuando me soltó, pero su mirada descarada y desafiante me hizo sentir una rabia intensa.
—Vete de aquí—, me dijo, con una sonrisa cínica en su rostro. —Ya serás mía de igual manera—Su voz estaba llena de posesión y autoridad, y me sentí como si estuviera siendo tratada como un objeto, no como una persona.
Me di la vuelta y me dirigí hacia la puerta, intentando mantener mi dignidad y mi orgullo a pesar de la situación.
Pero antes de salir, me llamó. —Recuerda—, me dijo, con voz baja y sensual. —Mañana serás mía— .
Salí del estudio, intentando no mostrar mi miedo y mi ansiedad. Pero por dentro, estaba temblando de rabia¿Qué iba a hacer para evitar que el llevara a cabo sus planes? La noche se acercaba, y yo no tenía ninguna idea de cómo iba a escapar de su control...