La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.
NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿Cuál novio?
RELATA ADIEL:
Me llega el arrepentimiento cuando veo a Kiara toda mojada. En realidad, estoy arrepentido por haber hecho aquello. ¿Ustedes creen? Nada que ver. Sé que no debí hacerlo, pero en aquel momento me dejé llevar por las ganas de vengarme. Kiara Salma me ha hecho muchas y lo que más deseaba era tener una oportunidad de cobrarme una, y ese día llegó. Llegué a creer que después de haberla mojado se iría a casa; no obstante, Kiara ingresó al instituto aun estilando agua. Cuando llegué a la oficina, entendí por qué lo había hecho: eran días de exámenes y no podía perder estas clases. Traté de reivindicar mi error y coloqué mi suéter tras ella, pero la malagradecida no lo aceptó. Por lo visto, esta mocosa es más orgullosa de lo que imaginé.
Cuando se cumplió la hora del examen, recogí las hojas que faltaban, las guardé en la carpeta y salí del aula. Caminé hasta la oficina donde se encontraba Leila, quien al verme me abrazó y dejó un cálido beso en mi mejilla.
—¿Todo bien en el examen? —inquirió, y asentí.
—Sí, hubo unos que no resolvieron absolutamente nada; hay otros que lo hicieron muy rápido —expliqué y me senté. Al igual que yo, ella también lo hizo. Minutos después nos levantamos y caminamos hasta la cafetería, donde me encontré a Kiara. La muy coqueta estaba muy sonriente con el mismo mocoso de ayer y, lo que es peor, cargaba puesta una chamarra que probablemente era de él. No sé por qué me sentí rabioso, quizás era porque esa mocosa rechazó mi suéter delante de todos sus compañeros y ahora la encontré con la chamarra de otro. La sangre empezó a hervirme y suspiré gruesamente, maldiciendo mentalmente.
RELATA KIARA:
Aún con la ropa húmeda, camino hacia el bar. Cuando la señora del antes nombrado entrega lo que he comprado, siento algo abrigado caer tras mi espalda. Me quedo gélida y lentamente voy girando mi cuerpo. Juraba que nuevamente Adiel había colocado su chompa sobre mi espalda. Al girarme, descubro que no es él. Agradezco en mis adentros el haberme controlado, porque de no haberlo hecho, estamparía el plato de comida al pobre de Gonza.
Gonza Randall es un chico apuesto del mismo grado que el mío, solo que está en un paralelo diferente. Yo estoy en el A y él en el B, pero siempre hemos sido buenos amigos. Aunque Mer dice que Gonza me mira con ojos diferentes, pues yo no le veo de la misma forma. Para mí es un niño y jamás me han gustado los niños de mí misma edad. A mí siempre me gustan los hombres mayores, así como el amigo del tío Félix, pues ese hombre ha sido mi amor platónico desde siempre.
Suspiro cuando veo al idiota de Adiel llegar con Leila pelo de estropajo. Al toparme con su mirada, pongo los ojos en blanco y le doy la espalda. No sé por qué, pero siento su mirada aún caer sobre mí. Por un instante deseo girarme, pero desisto.
Cuando tocan la sirena, agarro mi mochila y junto a mis amigos caminamos hacia la salida. Abrazada a Gonza voy como si fuéramos novios. En realidad, no lo somos, pero que la gente piense que sí me da exactamente igual.
—Kiara, sube —escucho la voz de Adiel, lo que me obliga a apartarme de Gonza.
Siento mis piernas temblar y, tragando grueso, mascullo:
—Señor Adiel Mohamed, no es necesario —le digo y continúo.
Adiel toca el claxon del auto e ignoro su llamado. En realidad, no entiendo qué le pasa, se cree mi papá para estarme dando órdenes. Suspiro profundo y continúo tomada de la mano con Gonza. El muy idiota se cansó de tocar el claxon, pasa a toda velocidad dejando un viento potente delante de nosotros. Una vez que todos se han quedado en sus casas, me dirijo a la mía. Voy caminando con lentitud cuando un auto se detiene a mi lado.
—¿Vas a subir ahora? —inquiere con el ceño fruncido.
—Puedo caminar, no estoy inválida —le digo y continúo.
El auto sigue rodando al tiempo que voy caminando. Llevo la mirada clavada en el suelo, pero puedo sentir la de Adiel caer sobre la parte izquierda de mi rostro. No quiero mirarlo porque dentro de mi estómago se han desatado sin número de mariposas que aletean sin parar.
—Te doy un minuto para que subas —farfulla con seriedad—. Es una orden.
Suelto una carcajada y me detengo.
—No es mi tío para darme órdenes —rezongo y continúo.
—Tienes razón, pero se te olvida que soy tu patrón y también tu profesor —añade con una media sonrisa—. Quedan diez segundos —informa. Al ver que no me detengo, acelera un poco y cruza el auto delante de mí.
—¿Está loco? No sé por qué se ha empeñado en joderme la existencia —. Baja rápidamente del auto y llega hasta mí. Trago grueso al verlo venir. No sé por qué ese hombre me deja gélida cada vez que lo tengo cerca—. Ahora, ¿qué pasa?
—Pasa que, quieras o no, te llevaré a la cabaña —dice intentando tocarme.
—No me toque —bramo al ver su mano pasar por mi costado—. No sé qué es lo que quiere de mí. Primero me moja a propósito, porque sé que lo hizo intencionalmente; después pone su estúpida chamarra en mi espalda y ahora quiere llevarme a la fuerza en su auto.
—Soy un ciudadano que brinda ayuda a quien lo necesita.
—Pues no necesito su ayuda —gruño e intento zafarme; no obstante, él me detiene—. Suélteme —bramo mirándole con enojo.
—¿Y si no quiero? —susurra clavando sus azules ojos en los míos.
Suspiro al mismo tiempo que entrecierro los ojos. Entiendo que este tipo no me dejará en paz hasta que suba a su puto auto.
Adiel me mira con determinada atención. Ha quedado tan cerca de mí que su cercanía me ha puesto temblosa. Siento mi corazón retumbar de una forma desenfrenada. Quisiera entender qué significa todo lo que me está pasando. El cálido aliento que suelta de su nariz cae sobre mi cuello. Trago grueso y me propongo ingresar. La puerta se cierra tras de mí y segundos después ingresa por el otro lado, enciende el auto y lo pone en marcha.
—¿No cree que debería acelerar? Creo que una tortuga corre más rápido que su auto.
—¿Tú lo crees? —farfulla y sonríe.
Inflo mis pulmones al verlo de medio lado. Contemplo su rostro perfecto mientras recuerdo ese beso.
—Deja de mirarme, voy a creer que te gusto —verbaliza haciendo que mi rostro se encienda.
—Puede pensar lo que quiera, Adiel...
—Para ti soy y seré señor Adiel Mohamed o profesor Adiel —expone, y entrecierro los ojos.
—Como quiera, señor Mohammed —rezongo y cruzo mis brazos abrazando mi mochila. Dirijo la mirada a las extensas praderas que se encuentran llenas de pasto, un pasto verdoso al igual que mis ojos. Suspiro una y otra vez sin entender ¿por qué? ¿Por qué mi corazón se vuelve loco por el idiota de Adiel?
—Dime, Kiara... —giro mi rostro para verlo—. ¿Félix sabe que tienes novio?
Frunzo el ceño y le miro con enojo.
—¿Novio? ¿Cuál novio?
Adiel me mira por un instante y sus ojos azulinos despiertan todas las células de mi cuerpo.
—El chico del parque —sonrío al mismo tiempo que ladeo la cabeza.
—¿Quién dijo que es mi novio?
—¿No lo es? —cuestiona volviendo a mirarme.
Suspiro profundo y suelto el aire.
—Eso no le importa —finalizo al momento que llegamos a casa. Acto seguido, intento abrir la puerta; sin embargo, esta no se abre—. ¿Podría quitarle la chapa? —inquiero regresándole a ver.
Adiel suelta una carcajada y afirma su cabeza en el volante. Sigue riendo sin saber ¿por qué?
—¿Dije algo gracioso? —afirma moviendo la cabeza. Su rostro está totalmente rojo por el gran chiste que le causó lo que dije.
—Los autos no tienen chapa —informa carraspeando la garganta.
En serio reía por lo que dije. Muevo la cabeza al mismo tiempo que pongo los ojos en blanco. Me parece estúpido que eso le haya hecho gracia.
—Como se llame, necesito que abra la puerta, profesor Adiel.
Le veo suspirar y llevar la mano izquierda en mi dirección. Recuesto mi cuerpo en la ventana y trago grueso al instante que su rostro queda delante del mío. Nos miramos fijamente mientras mi corazón se vuelve loco. Acto seguido, se escucha un pequeño sonido y la puerta se abre. Al estar recostada en ella, caigo del auto, pero un fuerte agarrón evita que mi cuerpo se estrelle contra el pedrero del lastre.