Gritos De Esperanza

Gritos De Esperanza

Relatos De Un Inicio

Me senté en el borde de mi cama, con la mirada fija en el papel que tenía en mis manos. El examen de admisión a la universidad parecía una montaña insuperable, pero yo estaba decidida.

Acababa de cumplir 19 años y mi vida había sido marcada por las expectativas de mi padre.

Pensé en mis hermanas. Dania, la mayor, se había casado con un hombre rico a los 23 años, cumpliendo con la petición de mi padre. Ahora, a los 26, Dania era una mujer elegante y sofisticada, con una hermosa niña de 2 años que era la luz de nuestros ojos, pero yo sabía que su matrimonio había sido más una transacción comercial que un acto de amor.

Mi otra hermana, Tania, tiene 23 años y esta en una situación similar. Mi padre ha propuesto que se case con un hombre con mucho dinero, y Tania parece no resignarse a su destino.

Me pregunto si mi hermana mayor es feliz en su matrimonio, o si simplemente esta cumpliendo con las expectativas de nuestra familia.

Yo, por otro lado, he logrado evitar el destino que parece estar trazado para mí.

Gracias a la insistencia de mi madre, he podido terminar la preparatoria y ahora estoy a paso de ingresar a la universidad.

Era un pequeño triunfo, pero para mí es un gran paso hacia la independencia.

Me levanté de la cama y me miré en el espejo. ¿Qué planes tenía mi padre para mí? ¿Me propondría también a algún hombre rico? ¿Me obligaría a casarme sin amor? Me estremecí al pensarlo.

No, no iba a dejar que mi padre decidiera mi destino sin luchar. Iba a hacer todo lo posible para seguir mi propio camino...

Bajé las escaleras corriendo, mi corazón latiendo con ansiedad al escuchar los gritos provenientes de la sala.

Al llegar, vi a mi hermana Tania discutiendo con mi padre. Me detuve en la puerta, sin querer interrumpir, pero mi curiosidad me obligó a entrar ya que la puerta estaba abierta.

—¿Por qué insistes en que me case con él, papá?—, preguntó Tania con lágrimas en los ojos. —No lo amo, no lo conozco siquiera. ¿Por qué me obligas a hacer algo que no quiero?—.

Mi padre se puso de pie, su rostro enrojecido de ira. —Porque es un hombre rico, Tania. Tiene dinero, posición social... te dará una vida cómoda y segura. ¿Qué más podrías pedir?—

Tania sacudió la cabeza. —Amor, respeto, felicidad. No quiero una vida comprada con dinero y posición. Quiero elegir a quién amar y con quién compartir mi vida—

Mi padre se burló. —El amor es un lujo que no podemos permitirnos. La seguridad y el bienestar son lo que importa. Y yo sé lo que es mejor para ti—.

Me sentí un nudo en el estómago al ver a Tania tan desesperada. Quería intervenir, pero no sabía cómo. Mi padre parecía decidido a imponer su voluntad, sin importarle lo que Tania deseaba.

—¿Y si me niego?— preguntó Tania con desafío. —¿Qué pasará si no me caso con él?—.

Mi padre se cruzó de brazos. —Entonces sufrirás las consecuencias. No te daré más apoyo económico, tendrás que valerte por ti misma. ¿Es eso lo que quieres?—.

Tania se puso pálida, y yo sentí un escalofrío. ¿Cómo podía mi padre ser tan cruel? Quería hacer algo, decir algo, pero mi voz se quedó atrapada en mi garganta.

Mi hermana me miró, y vi la desesperación en sus ojos. Sabía que tenía que hacer algo para ayudarla.

Mi voz tembló al hablar, pero las palabras salieron de mi boca con determinación. —Papá, no la obligues a hacerlo si ella no quiere— Mi padre se volvió hacia mí, con su rostro enrojecido de ira.

—¡Vete de aquí, Viviana!—, gritó, voz retumbo en la habitación. —No te metas en esto—. Su mirada me hizo sentir un escalofrío, pero no me moví.

Quería defender a mi hermana, quería que mi padre entendiera que no podía obligarla a casarse con alguien que no amaba.

Pero antes de que pudiera decir algo más, mi madre intervino. Estaba llorando, su rostro estaba desencajado por la preocupación. Se acercó a mí y me tomó del brazo, intentando sacarme de la habitación.

—Viviana, por favor, sal de aquí—, me susurró, con su voz temblando. —No empeores las cosas—.

Me resistí un momento, mirando a mi hermana, que me devolvió una mirada desesperada. Quería ayudarla, quería hacer algo para que mi padre cambiara de opinión. Pero mi madre me arrastró fuera de la habitación, cerrando la puerta detrás de nosotros.

—¿Por qué papá es tan cruel?—, le pregunté a mi madre, sintiendo lágrimas en mis ojos. —¿Por qué no puede entender que Tania no quiere casarse con ese hombre?—.

Mi madre me miró con tristeza, sacudiendo la cabeza. —No sé, Viviana. Tu padre solo piensa en el bienestar material, no en la felicidad de sus hijas— Me abrazó, intentando consolarme.

—Vamos, vamos a calmarnos y pensar en qué podemos hacer para ayudar a Tania—. Pero yo sabía que no sería fácil. Mi padre era un hombre obstinado, y una vez que se le metía algo en la cabeza, era difícil hacerle cambiar de opinión.

Después de unos minutos Tania subió a su habitación furiosa y la cerró con fuerza, mi madre me dijo que iría hablar con mi padre y salió de mi habitación.

Yo sabía que mamá no podía hacer nada, ya que crecí viendo a mi padre darle golpes cada que mi madre intervenía por nosotras.

Me deslicé en silencio hacia la habitación de Tania, mi corazón latia con preocupación. Al abrir la puerta, la encontré acurrucada en la cama, llorando desconsoladamente. Me senté a su lado y la abracé, intentando consolarla.

—Tania, ¿estás bien?—, le pregunté, aunque sabía que la respuesta era obvia.

Ella sacudió la cabeza, su rostro enrojecido y hinchado por el llanto. —No quiero casarme, Viviana. No lo amo. No quiero pasar el resto de mi vida con alguien que no me hace feliz—.

La abracé más fuerte, sintiendo su dolor y su miedo. —No te preocupes, Tania. Estoy aquí para ti. No dejaré que papá te obligue a hacer algo que no quieres—.

Tania se aferró a mí, llorando aún más fuerte. —Gracias, Vivi. Pero no hay nada que podamos hacer, papá ya lo decidió y me pasará como mi hermana Dania—.

La mecí suavemente, intentando calmarla. —No tienes que preocuparte por nada. Encontraremos una manera de salir de esto. Juntas—.

Pero en mi interior, sabía que no sería fácil. Mi padre era un hombre poderoso y obstinado, y no se detendría ante nada para conseguir lo que quería.

Pronto Tania se quedó dormida de tanto llorar, me levanté de la cama y la cubri con la cobija y salí de la habitación en silencio.

Entre a mi habitación y me recosté en mi cama, mirando al techo mientras mi mente daba vueltas a todo lo que había pasado.

La imagen de mi hermana llorando desconsoladamente en su habitación me perseguía, y no podía sacudir la sensación de impotencia que me invadía.

Me preguntaba cómo podía mi padre ser tan cruel, cómo podía priorizar su propio beneficio sobre la felicidad de sus hijas.

La idea de que algún día podría estar en la misma situación que Tania me helaba la sangre. Me imaginaba siendo obligada a casarme con alguien que no amaba, alguien que me haría infeliz y me quitaría la libertad de elegir mi propio camino.

La sola idea me hacía sentir claustrofóbica, como si las paredes de mi habitación se estuvieran cerrando sobre mí.

Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana, mirando hacia afuera sin ver realmente lo que había allí.

Pensé en la posibilidad de escapar, de huir lejos de mi padre y de la vida que me había sido impuesta. Me imaginaba viviendo en un lugar donde pudiera ser libre, donde pudiera elegir mi propio destino y vivir mi vida como quisiera.

La idea de la libertad me parecía un sueño lejano, algo que solo existía en la imaginación de los demás. Pero sabía que tenía que hacer algo, que tenía que encontrar una manera de escapar de la vida que me estaba siendo impuesta.

No sabía cómo, ni cuándo, pero sabía que tenía que hacerlo. Por mí misma, por mi hermana, por nuestra libertad..

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