Angela, una psicóloga promesa del país, no sabe nada de su familia biológica y tampoco le interesa saber, terminará trabajando para un hombre que le llevara directo a su pasado enterandose la verdad de su origen...
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CAPITULO 10
__¡Luc! ¡Apúrate que ya estamos acá! —gritó Miguel desde la entrada, sin ninguna delicadeza, como era costumbre.
__¿Es que siempre tienes que gritar? — agrega Lucas mientras entraban al recibidor de la mansión.
Luc apareció desde el pasillo con el saco al brazo y una expresión relajada, más de lo habitual.
__Llegan cinco minutos antes y ya parece que me están corriendo.
__No es por correr —dijo Lucas ajustándose el reloj—, es porque a las diez tengo una reunión y tú sabes que con tráfico no se juega.
__¿Y si te relajas un poco? —sugirió Miguel, tomando una manzana del frutero como si fuera su casa
__Tú solo hablas para llenar espacio —refunfuñó Lucas, pero sin malicia.
Luc sonrió. Disfrutaba esos momentos. Tan distintos al silencio que llenaba la casa cuando solo estaban él y Matt.
__¿Y Matt? —preguntó Miguel mientras miraba alrededor.
está con Ángela. Tuvieron su primera sesión hoy —respondió Luc, mientras se acomodaba el reloj—. Y no le quitó la vista de encima en toda la mañana. No se aparta de ella.
Lucas levantó una ceja.
__¿con la psicóloga que firmo contrato el otro día?
__La misma.
__Interesante… es raro, Matt no confiaba en nadie desde lo que paso.
__Por eso mismo —respondió Luc—. Me tiene confundido. Y a la vez aliviado.
Lucas asintió con expresión pensativa. Luego cambió de tema con su tono más profesional:
__Por cierto, necesito una nueva secretaria.
Miguel soltó una carcajada.
__¿Qué? ¿La última también huyó por culpa de tu cara de ogro?
__No. Renunció. Dice que prefiere ser niñera en Canadá que seguir organizando mis reuniones y lidiando con empresarios histéricos.
honestamente, te entiendo —dijo Luc bromeando mientras recogía las llaves de su escritorio—. ¿Y ya estás buscando alguien nuevo?
__Sí, pero aún no encuentro a alguien que no se sienta intimidada por el ritmo del bufete. O por mí —añadió Lucas con tono seco.
Miguel soltó un silbido burlón.
__¿Y no será que estás buscando una secretaria o el amor de tu vida?
Lucas lo fulminó con la mirada.
estoy buscando eficiencia. No drama, ya aprende mi lección amigo
__¿Y si encontramos a alguien que no solo sea eficiente, sino que también sepa manejar egos de abogados testarudos? —sugirió Luc, con una media sonrisa.
Lucas entrecerró los ojos.
__¿Tienes a alguien en mente?
Luc dudó un momento. Pensó en Angela, en su forma de hablar pausada, su capacidad de observación, su calma natural, pero ella no era una opción por que la necesitaba con tiempo disponible para Matt, o por lo menos eso era lo que él pensaba.
__No exactamente, pero si se me ocurre alguien, te aviso.
Lucas asintió.
__Agradecería una recomendación. Prefiero contratar por confianza, no por currículum.
__No me mires a mí —saltó Miguel—. Yo apenas puedo escribir un correo sin que el auto corrector me traicione.
Los tres rieron.
Justo en ese momento, Matt apareció tímidamente en la escalera. Llevaba en la mano una de sus tarjetas. Al ver a Luc, corrió hacia él sin dudar.
Luc se agachó a recibirlo y lo abrazó.
__Ya regreso, campeón. Hoy te portas bien con Angela, ¿sí?
Matt asintió, y luego le mostró la tarjeta. Tenía un dibujo: era un pez. Luc entendió al instante.
__¿Quieres volver al acuario?
Matt sonrió, y Lucas observó la escena en silencio, con cierta admiración.
__Tienes suerte, Luc —dijo bajito—. A tu manera, estás construyendo algo real.
Luc se levantó con Matt aún aferrado a su pantalón.
__A veces no se trata de construir… solo de no dejar que se caiga todo.
Lucas lo miró de lado, serio como siempre. Pero en el fondo, había respeto. Y quizás un poco de envidia. Porque Lucas también era un hombre joven, exitoso… pero sin hogar propio, sin niño que lo abrazara así ni que decir de su madre.
__Vamos —dijo Luc, liberándose suavemente de Matt—. Hoy tenemos negocios que atender… y tal vez, una secretaria que encontrar.
Y con eso, salieron los tres por la puerta. Mientras en el piso de arriba, alguien observaba desde la ventana.
Abigail.
Con una sonrisa afilada y un peluche entre las manos… El juego apenas comenzaba para ella.
Ya en la noche a Daniela se le hacían eternas las horas para salír de su trabajo, los reportes del área de ventas parecían multiplicarse cuando más deseaba irse.
Estaba agotada. No solo por el trabajo. Había algo más, algo que llevaba tiempo sintiendo… una incomodidad, como si alguien la observara incluso cuando estaba sola.
Suspiró y se puso de pie. Necesitaba estirarse y respirar.
Caminó por el pasillo largo y silencioso hacia el área de descanso, cuando, al pasar frente a la sala de juntas, un movimiento tras el cristal la detuvo. La puerta estaba entreabierta. Y aunque no tenía intención de espiar, fue inevitable notar lo que ocurría dentro.
Su jefe, Hernán Salvatierra, estaba demasiado cerca de Mónica, la jefa de marketing. Se reían. Él le sostenía la mano, luego le colocaba un mechón detrás de la oreja con una familiaridad que no tenía nada que ver con una reunión de trabajo.
Daniela desvió la mirada, incómoda. “No es asunto mío”, pensó. Pero la imagen la siguió como una sombra.
Dio un paso para alejarse, pero una voz la sorprendió a su espalda.
—¿Te interesa lo que está pasando?
Se volteó de inmediato. Era él. Su jefe. Y estaba solo.
—No… no estaba viendo nada. Solo pasaba por aquí —dijo, intentando sonar neutral.
Hernán sonrió. Esa sonrisa ensayada que usaba con todos.
—Sabes, Daniela… tú me agradas. Eres eficiente, discreta. Me gustan las personas así.
Ella no respondió.
—Has trabajado duro desde que llegaste. Y créeme, eso se nota. Podrías llegar más lejos… si supieras a quién acercarte —añadió, con un tono tan suave como frío.
—Prefiero que mi trabajo hable por mí —respondió, marcando distancia con sus palabras.
—El talento a veces no es suficiente —dijo él, acercándose un poco más—. Pero si alguna vez necesitas algo… lo que sea, puedes contar conmigo.
Daniela lo miró con firmeza.
—Gracias, licenciado. Buenas tardes.
Y sin darle oportunidad a otra palabra, se marchó, con el corazón latiendo de rabia contenida, solo tenía ganas de grabarlos a su jefe y su amante de turno para mostrarle a su esposa o publicarlo en redes y mostrar como su flamante jefe acostumbra promover de puesto.
Volvió a su escritorio, recogió su bolso con manos tensas y se apresuró a salir. Mientras esperaba el ascensor, sintió que respiraba por primera vez en todo el día.
El celular vibró. Un mensaje de Angela para que vallan a cenar juntas que no lo hacian hace mucho.