Catalina : El Infierno Vive En Mí

Punto de vista de Graciela

Esa mujer que había traído mi hijo no me daba buena espina, tras esa fachada de inocencia se esconde algo más, pero no logró descifrar que es. Su llegada a la cena llamo la atención de todos los presentes, pues no se podía negar que la muchacha era hermosa; sin embargo, la belleza no lo era todo en este mundo.

"Al parecer Gabriel está muy feliz con mujercita", el comentario de Camila me saco de mis pensamientos.

"Querida no creas todo lo que ves para mi hijo ella solo es un capricho que cuando se aburra simplemente desechara", respondí con seguridad y es que conocía muy bien a Gabriel y él no tomaba enserió a nadie.

"No este tan segura de eso suegra, a Gabriel le gusta esta mujer y sus ojos lo delatan", Camila los miraba fijamente como si estuviera planeando algo, y cualquier cosa que fuera total de separarlos yo la apoyaría.

"Cree cuando te digo que ella no es el tipo de mujer que Gabriel querría para su vida, sé que detrás de esa fachada de seguridad se esconde un pequeño conejo asustado, solo es cuestión de hacerlo salir y tengo una idea", le conté a Camila cuál sería nuestro proceder, ella sonrió ante mi plan, ya que estaba de acuerdo con lo que proponía.

Camine hasta donde estaban los dos "Gabriel necesito hablar contigo", dije sin voltear a ver a la mujer a su lado.

"Estoy ocupado madre, mejor otro día", respondió con indiferencia.

"Por favor hijo es importante", insistí una vez más.

"Amor ve con tu mamá yo estaré bien", la muchachita esa intervino en la conversación acariciando la mano de mi hijo, sabía que era una manipuladora, pero no la dejaría salirse con la suya.

"¿Estás segura?, no quiero dejarte sola", Gabriel cuidaba de ella como si se fuera a romper y de cierto modo así seria.

"Estaré bien, ve y habla con tu mamá", Gabriel la beso y luego fuimos al estudio de Federico, tenía que entretenerlo mientras que Camila hacia su parte...

"¿Y bien de que quieres hablar?", pregunto sin rodeos a penas llegamos al estudio.

"De tu mujercita... No creo que ella pertenezca a este mundo, se ve muy frágil".

"Catalina es más fuerte de lo que piensas, debes darle la oportunidad de conocerla", Gabriel estaba molesto y se notaba en como tensaba la mandíbula.

"Eso es lo que tú ves, pero yo lo que veo es una niña asustada creyéndose fuerte", Gabriel estaba a punto de responder cuando escuchamos un alboroto en el jardín. Sonreí en el interior imaginándome a Catalina suplicar por su vida.

Gabriel salió corriendo del estudio y yo tras de él, ansiaba ver la escena donde Camila hacía ver quien era realmente Catalina, en este momento se acabaría la farsa de esa mujer.

Llegamos lo más rápido que pudimos al jardín, pero la escena ante mis ojos no fue la que esperaba. Imaginaba a Catalina en el piso pidiendo por su vida; sin embargo, la que estaba pidiendo ayuda era Camila.

"Nunca vuelvas a intentar meterte conmigo, no soy tan simple como piensas", la voz gélida de Catalina resonó en todo el lugar.

"Lo siento, solo era una broma", el llanto ahogaba las palabras de Camila.

"¿Quién te dijo que me gustan los juegos?", Catalina sonrió al hacer aquella pregunta, aunque en sus labios se dibujó esa sonrisa en sus ojos había solo odio.

Esa mujer resultó ser mucho más peligrosa de lo que pensé, ahora estaba más segura que nunca que debía alejarla de mi familia.

"¿Qué está pasando aquí?" Gabriel intervino alejando a Catalina de Camila.

"Nada cariño, es solo que tu amiguita quería conocerme", respondió Catalina con inocencia.

"Creo que no es una buena manera de conocer a alguien", comentó Gabriel acariciando el rostro de ella.

"Esto no lo voy a permitir en mi casa, Gabriel mejor llévate a esta muchacha de aquí", intervine indignada.

"Si, mejor vámonos. No puedo estar en un lugar lleno de víboras traicioneras", Catalina me miró fijamente a los ojos mientras decía aquellas palabras.

Camino a mi lado con pasos firmes, pero antes de avanzar me susurró algo al oído. "No te metas conmigo, no le temo a la muerte, tampoco a la vida, en este mundo ya no tengo nada que perder; sin embargo, tú tienes mucho", se alejó de mí y tomo a Gabriel de la mano, ambos salieron de la casa dejándonos a todos de piedra.

Me acerqué a Camila, quería saber que había pasado, como había terminado ella sometida por Catalina.

"Esa mujer esta loca, no sé cómo. Pero logró neutralizarme", dijo Camila entre sollozos.

"Cuéntame como estuvieron las cosas", hable con tranquilidad cuando estábamos en el estudio las dos solas.

"Esa mujer está loca... No sé cómo se dio cuenta de mis intenciones".

Punto de vista de Camila

Pov

"Hola, ¿eres Catalina?", pregunté con inocencia.

"Así es. ¿Y tú eres?", pregunto la estúpida con una sonrisa.

"Un gusto, soy Camila Alarcón la prometida de Gabriel", dije con ínfulas de superioridad.

"¡Ah, ya veo!", fue todo lo que dijo antes voltearse a tomar su bebida.

"¿Escuchaste bien quien soy?. Dije que soy la prometida de Gabriel y la única que la familia Lombardo aceptara como hija", grité molesta. Mis padres trataron de calmarme, pero como era regla de nuestras familias, en los asuntos personales no podían inmiscuirse.

"Mira, no me interesa quien seas, me pareces patética tratando de crear un ambiente tenso entre Gabriel y yo, pero déjame decirte que no lo lograras, ya que confío ciegamente en él", la muy idiota hablaba como si el mundo fuera suyo y eso me irritó aún más.

"Él es mío y no permitiré que tú ni nadie se interponga entre los dos".

Catalina se acercó a mí con delicadeza y susurró palabras que me hicieron perder el control. "Tranquila trataré de dejarte algo de Gabriel cuando me aburra de él, y otra cosa: cuando quieras hacer quedar mal a alguien piensa mejor en lo que vas a hacer, ya que tu plan con mi suegra no funciono. Perdedora", esa fue la gota que derramo el vaso.

No me pude controlar así que salte sobre ella para borrar esa estúpida sonrisa de su rostro; sin embargo, ella era buena defendiéndose, ya no pude someterla, sino que ella terminó con mi cara en el césped y una de sus piernas haciendo presión en mi espalda.

Me estaba lastimando, pues tenía uno de mis brazos torcidos sobre mi espalda y parecía que lo partiría.

Fue entonces que llegó Gabriel con su mamá justo en el momento en que suplicaba que me soltara.