Casamiento Por Contrato Con El Mafioso

Alice seguía de pie, ya no podía sostener su cuerpo, pero no quería que Adriano se detuviera, entonces comienza a gemir fuertemente, justo cuando alcanza su clímax, termina gritando:

-Sujétame.

Él la levanta y la lleva a la cama, ella entonces a su lado, jadeando, dice:

-¿Así que eso es todo? Quiero más.

-Espero que estés dispuesta, porque sólo saldrás de esta habitación cuando te haga mía por completo-dijo.

Alice respira profundamente y dice:

-No olvides el contrato, no puedes enamorarte, no pretendo quedarme contigo después de la expiración de nuestro contrato, pero ahora que ha comenzado, hazme el amor, tienes mi consentimiento para ello, te has esforzado bastante, y nunca pensé que estaría contigo en esta habitación pidiéndote que tomes mi virginidad.

-Aquí la única que habla de pasión eres tú, lo que quiero es follar contigo, te haré ver hasta qué punto puedo satisfacerte y no te equivoques, será inolvidable-dijo.

Ella lo miró, fijando su mirada en la de él, Adriano se volvió hacia ella y

Adriano se giró hacia ella y le pasó las manos por la cintura y la besó, de forma sensual y demoledora, estaba rendida a él, dejándose guiar en todo, al fin y al cabo él sabía muy bien cómo iba a suceder todo.

Estaba acurrucado contra ella, haciéndole sentir, mientras la besaba con tanta fuerza que podía sentir su aliento en el suyo.

Adriano entonces se encajó lentamente en ella, Alice estaba tan mojada que solo podía sentir placer, aunque era su primera vez, estaba rendida ante el mafioso, él sabía muy bien como ponerla cachonda y el poder que tenía en la cama, era extravagante, pero no para ella que sentía una mezcla de placer y excitación en su primera vez, él la tocó y bajó lentamente sus grandes manos, por su cuerpo, mientras se encajaba más y más en ella, haciéndola gemir.

-preguntó con una sonrisa en la cara-, ¿te gusta o quieres que deje de ser bonito?

-No te detengas, ahhhhhhh-dijo con los ojos cerrados.

-Me muero por mostrarte lo mucho que quiero que te revuelques encima de mí.

-Entonces, ¿puedo subirme encima de ti? Me muero por hacerlo -dijo mientras se subía encima de él y se deslizaba dentro de él, sintiendo un poco de dolor, pero a medida que subía y bajaba lentamente, empezó a sentir placer.

Las manos de Adriano agarraron el largo pelo de Alice, su aliento caliente le hizo sentir placer, ella se revolvió encima de él de una manera que ninguna de las putas que había tenido, quizás era su impresión de ponerla en primer lugar de todas las cogidas que había tenido, pero lo que no podía imaginar es que ella sería su mayor conquista.

Luego la aprieta y la hace sentir por completo, ambos llegan al punto máximo del clímax, la cabeza de ella daba vueltas, estaba mareada, experimentando por primera vez la sensación de ver su mundo temblar, estaba bastante sensible, ambos se recuestan en la cama y él la lleva al baño donde había una enorme bañera y la pone allí y se coloca detrás de ella, los dos están pegados el uno al otro, como si la bañera fuera pequeña, pero estaban disfrutando de la sensación de estar pegados, el amanecer para ellos apenas comenzaba, al menos Adriano aún tenía muchos planes para dejar su marca en cada parte de su cuerpo.

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A la mañana siguiente...

Eugenia se despierta y va a la cocina, mira a Lorenzo que seguía durmiendo y dice:

-No me dejes, Señor, caer en la tentación.

Va a la nevera, coge agua y la pone en un vaso, y se la bebe.

-¿Estás despierto? -dijo Lorenzo.

Lo siente en su espalda y sí, estaba armado.

-¿Se despierta con su pistola lista para usar?

-Sólo cuando hay una mujer sobre la que descargar, si sabes lo que quiero decir -dijo, arrimándose a ella.

El cuerpo de Eugenia estaba en estado de shock, parecía que ella era un imán y él no sólo era el objeto de deseo, sino que además encajaba perfectamente con ella.

Lorenzo la acerca a él con una de sus manos, mientras coloca la otra bajo el vestido, complaciéndose al saber que no llevaba nada bajo la única pieza de seda que llevaba.

-Será mejor que me dejes beber mi agua-dijo ella, sintiendo su tacto entre las piernas.

-Entonces pídeme que pare, sólo dime que pare-dijo, besando su cuello con su barba que se enroscaba alrededor de ella.

Eugenia y suspira, se vuelve hacia él y le dice:

-Qué maldito bebé, me arrepentiré después, pero no te detengas, haz lo mejor que puedas, puede ser la última vez que me tengas.