PREFIERO SER UNA SUSTITUTA.

Meten unas maletas y entiendo que son las cosas de él.

—Mañana puedo traer mis cosas —le digo, y él avanza a una habitación sin decir nada. Noto que solo hay una habitación, así que entro y él está buscando en una maleta. Me acerco para ayudarlo.

—¿Me puede decir qué busca y así yo se la daré?

—Ropa para dormir color azul —solo eso me dice, y lo encuentro. También alcanzo a ver un medicamento que dejó en su lugar.

Está en el baño y me siento en la cama. Hoy usaré la misma ropa, mañana iré por mis cosas, iré a cancelar la tarjeta donde mi tía cobra mi semana.

Entreabre la puerta y le paso su ropa. Cierra y me pregunto cómo se bañará sin ayuda. Sale y entro yo, agradezco la bata de baño que está nueva. Me baño y me la pongo, saliendo. Lo veo acostado en la cama y su silla de ruedas al lado.

—Quería pedirle un favor, no sé si podría recomendarme un abogado.

—Mañana te mandaré el contacto —me dice, y me pongo nerviosa ya que nunca he dormido con alguien a mi lado y menos un hombre.

—Gracias —le digo subiéndome a la cama.

—Cumple y no quiero una jugada de tu parte.

—¿Cumplir como? —le digo nerviosa.

—Sabes lo que conlleva ser mi esposa —me dice, y me levanto rápido de la cama, pero noto que ni siquiera me está viendo.

—No seas ilusa, eso no. Solo que hay reuniones a las que tienes que ir conmigo y debes saber comportarte.

—¿Pero nadie dirá algo? Después de todo, tu esposa está en un hospital.

—Me imagino que estás acostumbrada a que la gente hable de ti.

—¿Por qué dice eso?

—Trabajar en un bar da para que las personas piensen muchas cosas.

—Problemas de ellos, no míos —le digo subiéndome y él me agarra del mentón, algo que no esperaba ya que me tomó desprevenida.

—Demuestra la educación que te dio tu padre, esa educación que él presumía mucho. Enséñale que sirvió de algo todo lo que hacía por ti, al menos muestra un poco de respeto cuando me hables —me dice entre dientes lo último y me suelta.

Me sujeto el mentón ya que me queda doliendo.

—Yo solo respondo como usted me habla, así que si quiere respeto, usted igual respéteme.

—Duérmete, que mañana tenemos una cena.

—¿De noche? —le pregunto, y él suspira.

—¿Qué parte de cena no entendiste?

—Muchas veces así dicen, pero se realiza de tarde, por eso mi pregunta era esa. Usted sabe que mañana tengo trabajo en la noche.

—Tendrás que faltar a tu trabajo.

—Yo nunca he faltado.

—Pues tendrás que hacerlo, te guste o no, tu trabajo ya no es tu prioridad —me dice, y cierra los ojos en señal de que termina la discusión.

Lo observo y me pregunto cómo era con su esposa. Me da sed y me levanto saliendo a la cocina. Enciendo la luz, abro el refri y para mi sorpresa hay una jarra de agua. Busco un vaso y me sirvo tomándolo. Hay frutas y tomo una lavándola para comerla ya que tengo hambre.

Tomo más agua y observo el lugar. Veo pasar algo en una esquina que llama mi atención. Me asomo y noto que es un gato. Lo agarro y no tiene collar.

—Hola gatito, ¿te perdiste? ¿Qué comes? A ver, dámelo —le digo acariciándolo, pero cuando me ve me hace gritar soltándolo ya que tiene un ratón en la boca.

Grito sintiendo que lo toqué y el gato huye al igual que el ratón que seguía vivo. Leonardo sale del cuarto en su silla y me ve enojado. Yo me calmo sentándome en una silla y siento algo en mis pies haciendo que corra hacia él y sin pensarlo me subo a la silla de ruedas con él y levanto mis pies señalando dónde está el ratón.

—Bájate y cálmate —me grita, y no tardan en entrar dos hombres. Nos quedan viendo y yo me obligo a tranquilizarme. Me doy cuenta de dónde estoy sentada y me bajo.

El con un movimiento hace que los hombres que no sabía que estaban afuera vuelvan a salir. Lo miro ahora con pena y él se sujeta la sien.

—Lo siento, lo que pasa es que había un animalito y les tengo fobia.

—Es normal que alguien que viene de buena familia y toda su vida vivió con lujos, estos animales le pueden provocar asco. Se me hace que no sabes ni qué animal es.

—No es eso, y sí sé qué es, simplemente yo —le digo mordiendo mi labio y me pongo nerviosa, quizás sea porque por primera vez está escuchándome.

—Cuando era niña, como de 7 años, una vez mi hermanastra metió un ratón en mi ropero y cuando me puse un vestido lo sentí andar por mi cuerpo. Me rasguñó mi abdomen y pierna; mi padre se enojó mucho ese día con ellas y me llevó al doctor. Tuvieron que llevarme un control en caso de que tuviera grandes consecuencias. Desde ese día les tengo pavor. En fin, disculpe si lo lastimé.

Él se da la vuelta de regreso al cuarto y yo lo sigo ya que me da miedo que siga la rata aquí. Observo cómo se sube a la cama y esa silla me sorprende porque tiene todas las comodidades, y sobre todo me aguanto a mí también. Me acomodó a su lado y volvemos al silencio.

—Si te lastimé, lo siento mucho.

—Pesas como 40 kilos, ¿cuánto más daño puedes hacer? —me dice, y creo que se está burlando de mí.

—Eso sí, más si no siente las piernas —le digo, y me doy cuenta de lo que acabo de decir. Por veces detesto no quedarme callada. No lo veo y solo le doy la espalda fingiendo dormir.

Entre sueños escucho un celular sonar, pero no le doy importancia. Suena algo y lo escucho hablar.

—Hola, princesa —dice en un tono dulce y ronco por qué estaba durmiendo que me hace abrir los ojos de golpe. Pienso que quizás su esposa ya despertó, pero no estuviera así de tranquilo. Quizás es alguien con quien sale y a mí me anda diciendo de cosas por Fernando.

—Ya no pude hoy, pero mañana te veo —dice terminando la llamada, y cuando creí que nada podría sorprenderme pasa esto. El señor Leonardo tiene sentimientos por una mujer.