Años después de ser vendido a piratas por su mejor amigo, y que el padre este se case con Catalina, su prometida, Raúl regresa al río de la plata en busca de venganza y se reencuentra con su hermana, Esperanza, quien con su adorable carácter tratará por todos los medios que no efectúe su cometido, aunque todo plan de venganza puede caer al reencontrarse con Margarita, la hermana rebelde de su ex prometida.
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capitulo 10: "El primer paso”
Ya estaba en casa del que alguna vez deseo que fuese su suegro. Raúl estaba saludando a todos muy cordialmente cuando llego Diego corriendo y muy entusiasta.
-¡Ey, amigo mío!- exclamó Raúl agachándose un poco -Os he traído un obsequio.- dijo sacando un barco de madera de entre su largo tapado.
-¡Oh! ¡Es hermoso!- exclamó él niño -¡Gracias! ¡Mira madre!-
-Tal vez vuestro padre OS deje ir a la playa algún día para hacerle flotar.-
-No lo sé... Tal vez.- respondió Alfredo y el pequeño entristeció.
-O quizás... puedas ir a mi casa, allí tengo un gran estanque en mi jardín.- sugirió insistiendo Raúl
-¡¿Puedo, padre? ¿Puedo?!- pregunto Diego emocionado.
-Bueno, allí sí.- no tuvo más remedio que aceptar el padre.
-Y esto lo he traído para las damas de la casa.- continuo entregándole a Catalina dos pequeños ramos de flores lilas y blancas -Son del jardín de "El Prado”.-
-¡Son hermosas!- exclamó ella con una sonrisa -¡Muchas gracias!-
-Estas otras son para la menor de sus hijas.- insistió Raúl.
-Oh ella... Fue a montar. Es algo... especial.- dijo el padre de las jóvenes con evidente vergüenza, aunque Raúl sabía que Margarita era diferente, y no solo por su carácter, sino por su belleza tan exótica.
-Yo las tomo y se las entregó en cuanto llegue...- tercio Catalina.
-No se preocupe, es joven y lo entiendo.- justifico él.
-Con 22 años, no es tan joven, pero gracias por entender.- dijo Ruiz de la Garza.
— Bueno, hora se comer. Querida, ve a contactar que esté todo listo.- ordenó Alfredo a Catalina.
-Si, con permiso.- respondió ella muy amable.
-Date prisa, por favor.- continuo su esposo en un duro tono, algo que a Raúl le molestó.
-Sí, esposo mío.- respondió Catalina muy sumisa y se marchó.
En la mesa estaban solos los tres hombres.
-¿Su hija y su nieto no nos acompañan?- pregunto Raúl.
-¡Claro que no!- se apuró en contestar Alfredo -Pueden molestar.-
-Además, que puede entender una mujer de lo que hablan los hombres.- rio el señor Ruiz de la Garza, a lo cual, a Raúl no le quedó más remedio que reír también.
-En fin ¿Qué asuntos lo traen a nuestra humilde ciudad?- pregunto Uriarte Soler.
-Poderosa ciudad, diría yo. No se olvide de ese magnífico y muy apropiado puerto.- respondió Raúl -Con ya le he comentado con anterioridad, ansias de nuevas aventuras, y si se puede, de negocios también.-
-Pero, ¿Por qué aquí?- pregunto otra vez Ruiz de la Garza.
-Por lo ya mencionado, el puerto. Además, mi madre era de aquí, Narváez y me enamoré de este lugar por sus historias.- respondió. Ya tenía todo pensando desde antes.
-¿Y qué negocios le interesan?- pregunto Alfredo.
Esto ya parecía un interrogatorio.
-No lo sé. Ahora estoy con el negocio de caza de ballenas, por el aceite que se utiliza para las cumbres y estufas, pero estoy dispuesto a nuevas propuestas... De mi interés, claro.- explico él -Ya que esté ha decaído gracias a un nuevo descubrimiento, se habla de un nuevo aceite extraído del suelo y sirve para las estufas.-
-¡Qué interesante!- Exclamó el dueño de la casa.
-Su hogar es muy acogedor.- lo halago Raúl para cambiar de tema.
-¡Muchas gracias!- respondió el hombre.
-¿posee muchas tierras?- agrego él.
-Bastante extendí, sí. Extraño que pregunte, ya que, según entiendo, limitan con las suyas.-
-Oh, prometo que no lo sabía.- mintió Raúl.
-Pero ¿Qué le parece si después de la comida hago preparar unos caballos para un recorrido?- propuso Ruiz de la Garza.
Luego de la comida, estaban solo, con el señor Ruiz de la Garza caminando por el jardín.
-Me disculpa por un segundo, tengo un pendiente.- dijo el hombre mirando a un muñequillo que se acercaba.
-Sí, puedo recorrer solo, no sé impaciente.- respondió él muy cordialmente.
Siguió caminando, todo ese lugar le genera muchos recuerdos. Sus pies lo guiaron hasta las caballerizas, allí se encontraba a escondidas con Catalina, pensó.
Entro y comenzó a mirar todo, nada parecía haber cambiado mucho, hasta que encontró a Margarita de espaldas, acomodando elementos de la silla de montar.
La observo detenidamente por un segundo, se había convertido en una bellísima mujer, muy alta, con curvas muy bien firmadas y redondas, se le notaba su descendencia mulata, su piel no era tan morena, más bien color caramelo, pero sus grandes ojos color miel firmaban un buen conjunto con su tonalidad, y no podía dejar de mencionar a esos todos bien motos que le llegaban hasta la cintura.
-Ya veo porque no sabe bailar, prefiere hacer trabajos de caballeros.- comento Raúl en tono de burla, ella lo miro -Y la ropa, además...- continuo luego, viendo los pantalones que llevaba.
-Oh, usted...- dijo Margarita enojada -¿Qué tendría de malo eso? A algunas personas no los disgusta ensuciarnos las manos.-
-Se la extraño en la comida.- agrego él riendo.
-Es que... Al enterarme de que usted vendría sé ha retirado el apetito repentinamente.- respondió desafiante, algo que a él le gustaba.
— Al parecer, no oculta su odio hacia mí.- seguía riendo él, pero a ella no le causaba gracia alguna.
-Odio?... No, no sé equivoque, por usted, no siento nada.- respondió Magui.
Raúl quería continuar la discusión, pero los interrumpió Diego muy activo.
-¡TÍA! ¡TÍA!- gritaba emocionado.
-¿Qué? Pregunto ella agachándose y disimulando.
-¡Mira lo que me ha obsequiado el señor Pier!- exclamó enseñándole el barco -Y me ha dicho que lo puedo llevar a su estanque.-
-Ah ¡Eso es muy lindo!- respondió alegre margarita -¿Queréis montar?-
-¡Si!- respondió él niño con esa alegría que lo caracterizaba.
-Ve y dile a los muchachos que te preparen un caballo.- dijo ella.
El pequeño se marchó corriendo, Margarita miro a Raúl de mala gana, estaba a punto de decir algo, pero llegó su padre.
-Lamento la espera... ¿Hija? ¿Qué hacéis aquí?- pregunto.
-Regrese de montar y encontré al señor Buffont. Le hablaba de la belleza de nuestras tierras.- respondió Margarita.
-Espero que no lo haya aburrido.- dijo sarcástico el hombre, a lo cual ella estaba por contestar algo, pero Raúl se le adelantó.
-¿El señor Uriarte Soler no nos acompañará?- pregunto y ella lo miro furiosa.
-Si, en un momento se une nuevamente a nosotros, es que ha llegado su hijo mayor.- respondió el padre de la joven.
-Oh...- acotó él.
A lo lejos pudo ver a Uriarte Soler hablando con Ignacio y otro joven, el cual supuso que sería Sebastián, de quién le había hablado Esperanza.
Tantos años habían pasado, en la fiesta no pudo ver el que en el pasado fue su mejor amigo, mucho rencor acumulado. "Pero quizás pueda sacar provecho de él", pensó mientras lo observaba.