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Blindr

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Status: En proceso
Genre:Acción / Romance / Magia / Mundo de fantasía
Popularitas:3.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Kilian Hunter

EL chico problema se declara a la chica más popular frente a toda la escuela, pero ella no es lo que aparenta.

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VOL2-CAPITULO 3: Enviado de la luna

Enviado de la luna

Nial llegó al mundo de los elfos en un rayo de luna. Se suponía que en aquel lugar encontraría a los campeones de su señora Hécate, los que venían de Midgard. Su deber era indicarles el siguiente paso a seguir en el juego de los dioses.

No se sorprendió al no encontrarlos en el lugar donde se suponía debían estar. Sabía que algo así podía ocurrir; su señora pretendía arrastrarlo en sus planes secretísimos.

El lugar al que había llegado se trataba de un bosque espeso con árboles saludables y viejos. El mundo de Alfheim estaba repleto de bosques; incluso, por lo que él sabía, las ciudades principales eran bosques. No le gustaba para nada ese mundo y no le gustaba su gente. No era nada sorprendente eso; Nial aborrecía la mayoría de las cosas que conocía, pero no era un odio irracional, sino un simple malestar que se presentaba como pensamientos inoportunos.

Con un suspiro, Nial se tocó el rostro y cambió su aspecto gatuno por un rostro élfico. No quería llamar mucho la atención. Se preguntó dónde sería bueno buscar primero; su poder no era ilimitado y tardaría un tiempo en recuperar la energía que había utilizado en bajar de la luna.

Nial olió el aire, su sentido del olfato era muy bueno y pudo distinguir el olor de la madera quemándose, cerca de allí.

El selenita empezó a caminar. Ya anteriormente Nial se había enfrentado a los trucos de su señora Hécate. Así que se enfocaría en cumplir la misión encomendada y poder marcharse cuanto antes.

—¡Eiye! ¿Quién eres tú?

La hermosa voz de un elfo le habló desde la espesura del bosque. Nial ya lo había olido, el olor dulzón de esas criaturas le molestaba; no podía confiar en gente que nunca oliera mal. Y esa raza hasta muertos debían oler bien.

—Saludos, mi señor. Soy Nial Dheliom.

Nial no se lanzaba a una misión sin haberse preparado, sobre todo si la misión se la daba la propia diosa de la luna. Había escogido el nombre de Dheliom debido al culto de la luna en ese mundo.

—Oh, eres un sacerdote de Aer Dheliom —el elfo emergió de detrás de un árbol. Se veía joven, aunque con los elfos no se sabía. Tenía los cabellos rojizos y la ropa de lana verde—. Tus ropas son extrañas, ¿es el uniforme de tu orden? Nunca vi un sacerdote de Dheliom.

Nial llevaba puesto un uniforme completo de cuero negro azulado con varias estaciones de la luna dibujadas con un azul más claro, así vestían los servidores directos de la diosa Hécate. Se quejó interiormente por no cambiarse el atuendo mágicamente a la manera de ese mundo.

—¿Es así como procedes con un sacerdote? ¿No me ofreces la hospitalidad debida?

Cambiar de tema era la mejor opción.

El elfo se inclinó.

—Mis disculpas, soy Bheredith y me encuentro viajando en una misión urgente de mi país que no puedo revelar. Viajo con un grupo y le ofrezco el calor de la hoguera y la hospitalidad. Si sigue adelante, encontrará nuestro campamento provisional. Yo no le puedo acompañar puesto que soy el vigía, pero antes de que llegue ya ellos sabrán de este encuentro.

En las últimas palabras había amenaza. Nial agradeció y siguió su camino hacia el olor de la fogata.

Los encontró pronto. Era una comitiva numerosa, pero a juzgar por el hecho de que no los escuchó hasta tenerlos a un metro de distancia, debían contar con un hechicero élfico talentoso. Eso no le agradaba a Nial; por lo general, los hechiceros élficos tenían forma de detectar las mentiras que se les decían, por lo que debía tener cuidado.

Se trataba de unos veinte hombres, siete de ellos se ocultaban en las ramas de los altos árboles que rodeaban el claro. Tres de ellos se le acercaron y lo saludaron a la manera élfica, llevando tres dedos a su propia frente.

—¡Bienvenido a este lugar, mi señor Dheliom! Ciertamente es algo inesperado encontrar a uno de los tuyos por estos lugares. Mi nombre es Yawel y soy la líder de este grupo; este de aquí es mi hermano Freim y este otro es Hilel.

Los tres eran muy parecidos, de rostro alargado y ojos del color del cobre. Los tres llevaban colgada al cuello la insignia de Eberor, por lo tanto, guardaban fidelidad a los Mirel. La insignia era una flor sonriente.

—Me complace encontrarme con tan distinguido grupo y, en esta noche de luna llena, los invito a dar gracias a la luna por su luz en las tinieblas.

—Ciertamente, la luna brilla hoy mucho, mi señor Dheliom, aunque lamento decirle que mis elfos y yo no somos muy religiosos. Debo felicitarlo, no obstante, por el hermoso hechizo de glamour que lleva puesto.

De modo que la hechicera era la tal Yawel. Ya había descubierto que su rostro era un disfraz.

—Lamento mucho tener que utilizar estos trucos, mi señora. Pero mi verdadero rostro es algo que no me gusta mostrar, no por mala voluntad sino al contrario… le repugnaría verlo de verdad.

—Los buenos actos hablan por los buenos elfos —dijo Yawel sonriendo y el cobre de sus ojos se tornó rojo sangre por el reflejo de la hoguera—. Entenderá que no le puedo dejar marchar hasta que termine la misión que me han encomendado.

Nial sonrió.

—Que así sea, mis señores. Ya en este mundo no se tiene respeto ni por los sacerdotes.

—Así es, lamentablemente. Pero nada tiene que temer y eso es un juramento, mientras seas leal.

—Júrelo por la luna —dijo Nial.

—Lo juro. Nada malo le pasará por nuestra parte si no guarda malas intenciones contra nosotros.

Nial inclinó la cabeza y ya no sintió ninguna preocupación por esos elfos. Había hecho que juraran por la luna, y un juramento semejante delante de él era escuchado por la propia Hécate.

—Si me permite hacerle una pregunta, ¿de casualidad se ha encontrado con un elfo a caballo que porta nuestra insignia de los Mirel?

Lo preguntó en forma casual, pero Nial olió su ansiedad. ¿La búsqueda de ese elfo era la misión que había mencionado? Nial negó con la cabeza y olvidó su intención de preguntarles si ellos habían visto el grupo que él estaba buscando.

—Entiendo, es una pena. Hilel, acompaña al sacerdote Dheliom a su confinamiento preventivo.

Hilel escoltó a Nial a una parte del claro que era custodiada por cuatro elfos corpulentos. Allí había dos elfos más. Uno tenía moretones en la cara, ambos llevaban cadenas.

Hilel fue muy amable al colocarle las suyas.

—Incluso si no adoramos a la luna, todos los elfos le guardamos respeto, así que lamento que estemos en esta situación.

Hilel lo miraba intensamente, y Nial, que olía las emociones, entendía que este elfo era bastante pasional. Pero a Nial no lo atraían tales deseos. Sin embargo, no estaba mal procurarse un aliado en ese lugar. Inclinó la cabeza y no apartó su mirada en ningún momento.

—Así que el grupo crece.

Uno de los prisioneros habló una vez Hilel se marchó. De cabello largo y piel bronceada, el elfo alto se asemejaba a un gran guerrero, a pesar de los harapos que llevaba puestos.

—Estos tipos nos capturaron a mi amigo y a mí sin ninguna autoridad. Esto no es Eberor, sino Castlin; aquí no hay reyes —siguió hablando fuerte para que lo escucharan todos.

—A callar.

Uno de los guardias le propinó un golpe con su lanza; iba directo a la cara, pero el elfo se movió con rapidez y le dio en el hombro. Nial comprendió que en verdad se trataba de un guerrero.

—Si eres tan inocente, ¿por qué huiste de nosotros a todo galope nada más vernos con tu amigo aquí presente?

El guardia levantó la lanza como amenaza y el prisionero alto al menos tuvo la sensatez de callar. En cambio, sonrió para sí mismo.

—Un sacerdote de Dheliom, según parece —se dirigió a Nial luego de mirarlo por un rato.

—Soy Nial Dheliom, y en esta noche de luna los encuentros no son casualidad.

—Ciertamente, nadie se encuentra por casualidad en las tierras de Castlin. ¿Sabe cuál es la misión de estas personas? Si son de Eberor, han de estar intentando otear en qué anda este reino sin rey para apoderarse de él.

Ninguno de los guardias le prestó atención esta vez.

—Eso es falso, la verdad lo dije por decir —y en esta ocasión bajó la voz a un susurro—. Verá, señor sacerdote, cuando interrogas a alguien le estás dando información de alguna forma. Nuestros hermanos elfos aquí presentes buscan a un fugitivo. Un sujeto importante según parece. Nos encontraron a mi amigo y a mí viajando por Castlin, que es como nuestro segundo hogar, y nos privaron de la libertad. Todos venían contra nosotros, ¿quién hubiese esperado de brazos cruzados? Nos atraparon, nos quitaron nuestras cosas, nos vistieron así. Y ahora nuestro camino es incierto. ¿Qué dice el culto de la luna al respecto? ¿Hay algún castigo para esto?

Nial ya detestaba al sujeto; los que hablaban mucho solían desagradarle, igual los que hablaban poco. De ser libre, se hubiese puesto de pie y marchado de inmediato. Pero ahora debía ser un sacerdote cortés.

—Dicho de esa forma, es algo realmente injusto. Ciertamente, los actos injustos es mejor no cometerlos. La luna es pureza y nobleza. Y es lo que buscamos en nuestro culto.

La verdad era que su señora Hécate no tenía muchos escrúpulos. Nial la había visto cometer traiciones y decir mentiras para su deleite. La diosa de la luna era impredecible. Cambiante. Sus adoradores la imaginaban toda pureza, pero eso se trataba de una completa falsedad.

—He notado que no me ha dicho su nombre —dijo Nial suavemente.

—Enrio. Mi nombre es Enrio Frawell, de las montañas de Reinn. Y este tipo aporreado a mi lado es Kyon, mi compañero de aventuras.

Nial notó que al menos eso era verdad, como era verdad que ambos sujetos apestaban a muerte.

—¿Puedo preguntar qué lo trae aquí por estas tierras, sacerdote?

La pregunta parecía inocente, pero Nial descubrió que se trataba más bien de un mandato; el tal Enrio estaba acostumbrado a dar órdenes. De todos modos, quizá era su oportunidad de indagar, tal como había dicho el mismo Enrio: cuando interrogas a alguien, le estás dando información.

—Estoy en peregrinación. Me separé de un grupo mayor, eran tres personas, quizás los hayas visto antes de que te capturaran. Tenían ropas raras, como si no fueran de este mundo.

Nial se arrepintió de decir eso último. Los ojos de Enrio mostraron interés.

—No he visto a nadie con ropas extrañas, como las tuyas, pero es interesante lo que dices. Parece que muchas cosas están pasando en este lugar. ¿Es casualidad o voluntad de alguien más?

—Nada ocurre por casualidad en las tierras de Castlin, dijiste, y no es mentira. Es voluntad de la luna —dijo Nial, una respuesta que sin duda habría dado un sacerdote elfo verdadero del culto a la luna. Pero en este caso, él sabía que su señora mucho tenía que ver.

Enrio pretendió hacer otra pregunta, pero el guardia les exigió que se callaran y no volvieron a hablar entre ellos.

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Maria Elena Delgado Mercado
Huy que interesante se pone la novela, gracias
Dylan Rod
Me encanta, esperando a por el siguiente capítulo. Muero por saber que pasará
Kilian Hunter
El título de este capítulo en elfico de Alfheim dice: Fiesta en IL Castlin.
Dylan Rod
Me encanta esta novela
Dylan Rod
Más capítulos por favor
ciara_UwU
¡Necesito más, por favor! 🙏
Kilian Hunter: El volumen 2 está casi listo. gracias por leer! 😊
total 1 replies
Isolde
Estoy enganchada a tu historia, por favor, actualiza pronto. 🙏🏻
Kilian Hunter: gracias por leer! el volumen 2 ya está casi listo.
total 1 replies
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