Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 5
Capítulo 5
La fiebre me azotó aquella primera noche, el calor en mi cuerpo parecía imparable, como si mi alma estuviera luchando por adaptarse a un mundo nuevo. En mi delirio, me sumí en un sueño extraño, un sueño tan vívido que parecía más real que cualquier recuerdo que tuviera de mi vida pasada. En ese sueño, vi a una niña, sonriendo con dulzura, casi como si me estuviera esperando.
—Cuida de mis padres —me dijo, su voz suave y cálida—Yo ya no estoy en este mundo, pero tú sí. Mi historia terminó, la tuya empieza. Disfruta de este nuevo tiempo y no sientas culpa por lo que has heredado. —
Desperté con el corazón acelerado, sin saber cómo procesar sus palabras. ¿Quién era esa niña? ¿Por qué parecía estarme entregando algo tan importante? En ese momento, no comprendí completamente el mensaje, pero en los días que siguieron, algo en mi interior comenzó a cambiar.
Una semana después de mi llegada a este mundo, comencé a entender el significado del sueño. Al observar más de cerca a las personas que ahora formaban parte de mi vida, empecé a reconocer patrones familiares en sus comportamientos y en sus relaciones. Era como si hubiera caído en un escenario que ya conocía, una historia que había leído en muchos de esos libros que solía devorar durante mis días de ocio en mi vida anterior. Aquellas novelas románticas de las que me burlaba y, a la vez, disfrutaba en mis últimos años como Minji.
Resultó que este mundo no era tan distinto al que había imaginado entre las páginas de aquellos libros. ¿Cómo no lo vi antes? Esta novela en particular, la que claramente estaba viviendo ahora, se llamaba "La Flor del Imperio".
La protagonista, Lady Eveline, era una belleza indescriptible, de cabellos oscuros como la noche y ojos tan profundos que parecían guardar secretos ancestrales. Había llegado al Imperio como una extranjera, con el propósito de estudiar en la corte. A su alrededor giraban los cuatro hombres más poderosos y deseables del reino.
El primero Príncipe Kael, un trotamundos con un espíritu libre y una sonrisa capaz de derretir a cualquiera. Tenía una relación especial con Eveline, como si entre ellos existiera una conexión inexplicable que la hacía sentir segura y comprendida.
El segundo Príncipe Lorian, el heredero al trono, era la personificación de la nobleza y la fuerza. Su carácter era firme, pero su corazón, por lo que se rumoraba, era blando solo para Lady Eveline, a quien protegía con todo su poder y valentía.
Luego estaba Duque Cedric, un hombre de gran poder y respeto en el Imperio. Héroe de guerra, era conocido por su imponente presencia y por la lealtad que inspiraba en aquellos a su alrededor. Si bien su corazón parecía frío y calculador, había algo en su mirada que lo hacía fascinante, incluso un tanto peligroso.
Y, por último, el Mago Larius, el más temido y enigmático de todos. Se decía que controlaba los hilos del destino, un hombre tan astuto que todos temían su poder. Nadie sabía con certeza si sus acciones eran para bien o para mal, pero su influencia era innegable. Su rostro era frío como la piedra, y su mirada podía congelar a cualquiera que se atreviera a enfrentarse a él.
Cada uno de estos hombres rodeaba a Eveline, casi como marionetas que no podían resistirse a su gracia. A pesar de sus personalidades fuertes y su poder, todos parecían caer a sus pies, protegiéndola, consintiéndola, como si ella fuera el sol que regía su existencia. Ella, al final, elegía al Príncipe Lorian, y juntos gobernaban el Imperio, dando forma a una historia de amor idealizada.
Al principio, me pareció una elección extraña, algo difícil de entender. ¿Por qué elegir al príncipe heredero, cuando los otros personajes eran mucho más poderosos y complejos? Pero pronto mis pensamientos se dirigieron a otra circunstancia, me di cuenta de la triste verdad: la niña que antes ocupaba mi cuerpo, Azusa, había sido una pieza clave para que Eveline, tomara el poder del marquesado y fuera aceptada por mis padres. Ellos, sumidos en la depresión tras perder su fortuna y quedar solo su poder, recibieron un impulso inesperado de esperanza tras la muerte de esta niña. Eveline, fue la que les permitió recuperar parte de su posición social y su estabilidad emocional. Mi madre, la marquesa, había adorado a Eveline, desde el momento en que la vió, y con Azusa muerta, sus sentimientos por la protagonista se amplificaron aún más.
Al principio me sentí culpable, incluso triste por no haber entendido el papel que jugaba en todo esto. Pero, luego de analizarlo más profundamente, comprendí lo absurdo de la situación. Mi vida, aunque parecía estar alineada con esta novela romántica, ya no dependía de las decisiones de Eveline o de los demás personajes. Azusa ya había muerto, y su historia había terminado. Ahora era mi turno.
Pero, ¿cómo iba a actuar en este mundo tan lleno de expectativas? ¿Podría evitar convertirme en una de esas mujeres celosas, obsesionadas con la protagonista, que pierden la razón al ver que su amor es solo para ella?
No, decidí. No sería así.
Mi tiempo en este mundo aún estaba por escribirse, y si bien no estaba dispuesta a seguir el guion que ya estaba trazado para mí, tampoco iba a quedarme de brazos cruzados. Tenía que actuar, pero de una forma que fuera completamente mía, sin ceder a las expectativas del mundo que me rodeaba.
Con una determinación renovada, tomé una decisión: no me perdería en la desesperación. Mi historia, aunque iniciara como una mera extra en esta novela, sería reescrita por completo.