Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
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8 — Visita Inesperada.
Narrador omnisciente.
Transcurrieron los días en la vida de nuestros personajes principales, quienes estaban cada uno inmerso en sus propias actividades y preocupaciones.
Sofía dedicaba su tiempo a disfrutar de la compañía de sus amigas, sumergiéndose en la diversión y dejando que su pasión por el canto y el baile floreciera.
Cada ensayo se convertía en una experiencia llena de alegría y energía, donde se olvidaba momentáneamente de las tensiones diarias.
Sin embargo, al concluir las sesiones de práctica, un nublado sentimiento de culpa la invadía.
Sofía no podía evitar sentirse mal por ocultarle a su familia la verdad sobre lo que realmente hacía en su tiempo libre, lo que la atormentaba en lo más profundo de su ser.
Por otro lado, Leandro se hallaba absorbiendo cada minuto en su trabajo, sumido en proyectos y responsabilidades que parecían no tener fin.
Sus hermanos, intentando animarlo y sacarlo un poco de su rutina, lo invitaban constantemente a fiestas y encuentros sociales, deseando que pudiera relajarse y disfrutar de la vida un poco más.
Sin embargo, él se negaba a aceptar esas invitaciones una y otra vez, prefiriendo permanecer centrado en sus obligaciones y responsabilidades, dejando de lado la oportunidad de divertirse y desconectarse del estrés cotidiano.
A pesar de que, en el fondo de su ser, hubiera deseado aceptar las propuestas que se le ofrecían, había un obstáculo que le impedía hacerlo: su inquebrantable orgullo.
Este sentimiento era tan poderoso que superaba incluso sus propios deseos y anhelos.
De esta manera, ambos permanecieron en su tensa situación hasta aquella mañana decisiva, un momento en el que todo cambiaría en sus vidas.
La pregunta seguía en el aire: ¿sería un cambio positivo o negativo?
Solo el transcurso de los acontecimientos revelaría el desenlace de esta historia.
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Sofía Bennet.
Esta mañana me desperté con una emoción desbordante, como si hoy fuera el día más feliz de mi vida y no comprendía por qué.
Al principio pensé que era por el regreso de mi hermana, pero luego me di cuenta de que ella volvería en cinco semanas, ya que decidieron quedarse más tiempo. Entonces,
¿Por qué me siento tan feliz?
Quizás sea porque hoy tenemos que cantar, aunque eso ya es algo habitual para mí.
¿Qué es lo que me está sucediendo? ¿Acaso estoy perdiendo la cordura?
— Sofía, mi querida, ¿te encuentras bien?
Salto en la silla de la cocina al oír la voz de mi tía.
¿Cómo es posible que haya llegado sin que la escuchara?
— Tía, me asustaste, no noté cuando entraste. — le dije, ella sacude la cabeza con desaprobación.
— ¿Cómo podrías darte cuenta si estás completamente absorta en tus pensamientos? A veces pienso que vives más en las nubes que en la realidad, Sofía. — me reprocha, con una mezcla de preocupación y cariño en su voz.
— No es así, tía. Es solo que he estado pensando en algo raro que me ha estado sucediendo desde que me desperté esta mañana.
De repente, mi tía cambia su expresión a una de preocupación, jala una de las sillas de madera que están en la mesa y se sienta justo enfrente de mí.
— ¿Qué ocurre? ¿Te sientes bien, cariño? — pregunta, mientras coloca sus manos sobre las mías como un gesto de apoyo y comprensión.
— Estoy bien, tía, de verdad. Solo es que me desperté con una emoción muy intensa en el pecho y no logro entender a qué se debe — respondí, sintiéndome confundida y un poco perdida en mis propios pensamientos.
— Ay mi amor, eso es algo habitual en ti. Siempre te levantas llena de energía y tu alegría es una clara muestra de que eres feliz, así que no tienes por qué estar confundida — dice con ternura —. Ser feliz no tiene nada de malo, y si hoy es tu día para demostrar que puedes dar felicidad, deberías aprovecharlo y hacerlo.
— ¡Gracias, tía Estela! Eres la mejor — le respondo, sonriendo de oreja a oreja mientras le doy muchos besos en agradecimiento.
En ese momento, escuchamos el sonido del timbre de la casa. Mi tía me pide amablemente que vaya a ver quién es, mientras ella se pone a terminar de preparar el desayuno.
Al abrir la puerta, me encuentro con una mujer que nunca había visto antes.
Es alta, de piel clara, con un cabello negro que cae en suaves ondas, y sus ojos azules destilan una belleza cautivadora.
Lleva puesto un vestido negro que se ajusta a su figura, lo que resalta su elegancia y buen gusto en la forma de vestir.
— Buenos días, mi nombre es Raisa Sarcos. Estoy buscando a Estela, ¿se encuentra en casa? — pregunta con un tono educado y cortes, y por su acento, deduzco que viene de España.
— Buenos días, por supuesto, le diré que usted la está buscando. Pase, por favor — le respondo amablemente, haciéndome a un lado para que pueda entrar.
Ella me regala una sonrisa cálida antes de pasar al interior.
Una vez que entramos en la casa, le indico que puede tomar asiento en el sofá, mientras yo me dirijo a la cocina en busca de mi tía.
— Tía Estela, hay una señora en la sala que la está buscando. — le comunico, y ella me mira con una expresión de confusión en su rostro.
— ¿Te dio su nombre? — pregunta, y yo confirmo con un leve movimiento de cabeza.
— Sí, mencionó que se llama Raisa Sarcos.
Al escuchar el nombre, los ojos de mi tía se abren de sorpresa y, sin pensarlo dos veces, sale apresurada de la cocina.
La sigo de cerca y, al llegar a la sala, la encuentro en un emotivo abrazo con la invitada.
— ¡Por Dios, cuánto tiempo sin verte, Raisa! Has cambiado tanto. — exclamó mi tía con una evidente alegría en su voz.
— Yo también lo pienso, amiga, estás radiante, ni parece que eres mayor que yo. — mi tía hace una mueca de desagrado.
— No te exageres, Raisa, que apenas nos estamos viendo y no quiero decir algo que te incomode. — ella se ríe suavemente.
— Solo estaba bromeando, Estela, sigues sin poder aguantar una broma. — su tono es sereno mientras fija su mirada en mí. — Ella debe ser una de las hijas de Clarissa, ¿no es así?
— Sí, es la menor, su nombre es Sofía. Puede que sea un poco distraída, pero eso no le quita el hecho de ser la persona más dulce que puedas conocer, con un gran corazón. Y debo aclarar que esto no lo digo solo porque sea mi sobrina — dice ella con evidente orgullo en su voz.
Sus palabras me hacen sentir un rubor de vergüenza que me sube por las mejillas.
— Tía, por favor, no exagere —le contesto tímidamente, sintiendo que el calor en mi rostro se intensifica.
— No tienes por qué sentirte avergonzada, lo que dije es completamente cierto —me responde con una sonrisa comprensiva.
Sonrío de vuelta, sintiendo que su apoyo me reconforta, y me acerco para darle un beso, disfrutando del momento compartido.
— Bueno, yo me retiro, tengo que ir a atender el restaurante — anuncio, dando la vuelta para marcharme, pero mi tía me detiene de inmediato.
— ¿Cómo que te vas a ir, si no has desayunado? —me reprocha con una mezcla de sorpresa e indignación.
— En cuanto llegue, le pediré a Gertrudis que me prepare algo —respondo con determinación —. Además, ya es tarde y no quiero quedarme aquí quitándole tiempo, así que no se diga más.
Mi tía suspira, visiblemente frustrada.
— Te salió igual de terca que su madre, por lo que se ve, Estela —comenta la señora Raisa, con un tono de camaradería y complicidad.
— Ja, su hermana es aún más difícil de tratar. Pero está bien, ten cuidado y avísame cuando llegues.
Me da un beso y me despido.
Comienzo a caminar con un poco de prisa; la conversación me llevó más tiempo del que esperaba.
Aunque la dueña del restaurante sea mi tía, eso no implica que yo deba recibir un trato especial.
Para todos los demás, soy simplemente una empleada más, y la verdad es que estoy contenta con esa situación.
Finalmente he conseguido llegar, y se nota que no hay demasiada gente en el lugar.
Empiezo a buscar a Tania y la encuentro atendiendo una de las mesas. Me hace señas para que me cambie rápidamente, así que no pierdo ni un instante y me apresuro a hacerlo.
Espero que, tal como comentó mi tía, este día esté lleno de alegría y buenos momentos.
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RAISA SARCOS: