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El Omega Quiere Venganza

El Omega Quiere Venganza

Status: En proceso
Genre:Romance / CEO / Posesivo / Omegaverse / ABO / Fantasía LGBT
Popularitas:36.6k
Nilai: 4.8
nombre de autor: Wang Chao

Keiran muere agotado por una vida de traición y dolor, solo para despertar en el mundo del libro que su único amigo le regaló, un universo omegaverse donde comparte nombre y destino con el personaje secundario: un omega marginado, traicionado por su esposo con su hermana, igual que él fue engañado por su esposa con su hermano.

Pero esta vez, Keiran no será una víctima. Decidido a romper con el sufrimiento, tomará el control de su vida, enfrentará a quienes lo despreciaron y buscará venganza en nombre del dueño original del cuerpo. Esta vez, vivirá como siempre quiso: libre y sin miedo.

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📌 Historia BL (chico × chico) si no te gusta, no entres a leer.
📌 Omegaverse
📌 Transmigración
📌 Embarazo masculino.

NovelToon tiene autorización de Wang Chao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 08. Pieza por pieza.

Keiran despertó al día siguiente con un martilleo incesante en su cabeza, como si cada latido resonara con dolor. Su cuerpo estaba exhausto y adolorido, una sensación que le era demasiado familiar en los últimos días. Con esfuerzo, se incorporó en la cama, recargándose contra el respaldo mientras exhalaba un quejido bajo.

—Mierda —gruñó, llevándose una mano al puente de la nariz en un intento de calmar el malestar—. Necesito saber qué carajos es ese medicamento.

Intentó ponerse de pie, pero sus piernas flaquearon y, antes de que pudiera sostenerse, cayó al suelo con un golpe seco. Un gemido de frustración escapó de sus labios mientras miraba su cuerpo, notando algo fuera de lugar. Llevaba un pijama rojo de seda que claramente no era suyo. Frunció el ceño, desconcertado.

—¿Cómo...? —susurró, mirando la prenda con incredulidad. No recordaba haberse cambiado. De hecho, no recordaba nada después de haberse desmayado la noche anterior después de pedirle a su padre ir a terapia.

Antes de que pudiera procesar lo ocurrido, la puerta se abrió con rapidez y la voz de Gabriel rompió el silencio.

—Cariño —dijo con un tono impregnado de preocupación.

Keiran alzó la vista y encontró al alfa acercándose con una aparente urgencia. Sus ojos estaban llenos de lo que cualquiera habría interpretado como genuina preocupación, pero Keiran conocía demasiado bien ese tipo de actuación. Para él, no era más que otra farsa cuidadosamente planeada.

—¿Qué ocurre? —preguntó Gabriel, arrodillándose frente a él.

Keiran, aún en el suelo, señaló con desprecio sus piernas debilitadas, y Gabriel asintió al instante, como si hubiera entendido todo. Sin pedir permiso, lo levantó en brazos con facilidad, como si fuera lo más natural del mundo.

—¿A dónde? —preguntó.

 Keiran asintió.

Gabriel lo llevó hasta la puerta del baño y lo dejó allí, con suavidad, antes de hablar.

—Avísame cuando termines —dijo desde el otro lado de la puerta, en un tono que pretendía sonar protector.

Keiran rodó los ojos con una mezcla de exasperación y rabia contenida.

«Es admirable tu manera de fingir, pedazo de basura», pensó con desdén mientras se recargaba contra la pared de la tina.

El baño le permitió recobrar algo de control sobre sí mismo. Se sumergió en el agua caliente, dejando que el calor aliviara sus músculos tensos y su mente agotada. Permaneció allí más tiempo del necesario, como si el agua pudiera lavar no solo su cansancio, sino también la humillación que sentía.

Cuando finalmente salió de la tina, se secó con lentitud y, al mirarse en el espejo de cuerpo completo, sus ojos se abrieron de par en par. En su piel clara, que siempre había considerado impecable, había marcas oscuras que se asemejaban a hematomas. Pero estas no eran marcas de golpes, sino de algo mucho peor.

Eran marcas de dientes.

Keiran contuvo un grito de rabia, apretando los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos.

—Hijo de puta —susurró con voz temblorosa.

Giró ligeramente, y la imagen en el espejo le reveló algo aún más perturbador: una mordida marcada en su espalda, justo encima de su glúteo.

—Ya tienes a esa zorra... —murmuró con amargura, sus ojos centelleando con una mezcla de dolor y furia—. ¿Por qué demonios me haces esto?

La respuesta estaba clara en su mente, aunque no quería aceptarla. Gabriel había aprovechado su inconsciencia, no solo para desvestirlo y cambiarlo a su antojo, sino también para tocarlo y marcarlo sin su consentimiento. En su mundo, aquello no era solo una violación de su cuerpo, era un abuso con todas sus letras.

Keiran no iba a tolerarlo.

Con manos temblorosas, se puso un albornoz demasiado grande para su cuerpo delgado. El cinturón se ajustó a su cintura, marcando su silueta esbelta, y, al mirar su reflejo nuevamente, el odio que sentía hacia sí mismo solo creció.

—¿Cómo es que yo, un hombre de treinta y cinco años, con un metro ochenta y músculos perfectos, terminé siendo esto? —preguntó al vacío, su voz cargada de desdén y amargura.

Se miró detenidamente, como si intentara encontrar en ese reflejo algún vestigio de lo que una vez había sido. Pero lo único que veía era a un omega desnutrido, marginado, y atrapado en un cuerpo tan débil que quizá al mínimo golpe pudiera romperse.

—Esto no puede ser real... —murmuró, pasándose una mano por el cabello húmedo.

Y, sin embargo, lo era. Estaba atrapado en un mundo que no era el suyo, uno donde no era más que una sombra de lo que solía ser. Y peor aún, un mundo donde Gabriel Sterling era su dueño, en todos los sentidos posibles.

Pero Keiran juró en ese momento que las cosas cambiarían. Le haría saber a Gabriel lo que les sucede a los malditos abusadores.

Keiran se colocó la bata de baño con movimientos mecánicos, ajustándola con fuerza alrededor de su cintura como si el simple acto pudiera protegerlo del asco que sentía. Agarró una toalla para secar su cabello y salió del baño con la espalda recta, proyectando una calma que era todo menos real. Apenas abrió la puerta, Gabriel apareció frente a él como un rayo, con una expresión de preocupación exagerada.

—Cariño, déjame ayudarte —dijo el alfa mientras lo sujetaba de la cintura, como si realmente le importara.

El contacto de las manos de Gabriel en su cuerpo fue como una descarga eléctrica, pero no del tipo que eriza la piel con placer, sino una que lo quemaba desde dentro, encendiendo un odio que Keiran ya no podía contener. Recordó las marcas que había visto en el espejo, los rastros de un abuso que ni siquiera había tenido la oportunidad de rechazar. Su sangre hervía de rabia, un fuego que lo consumía con cada segundo que pasaba bajo el toque de aquel hombre.

—¡Quítame las manos de encima, maldito imbécil! —espetó con una voz cargada de ira y desprecio, empujando las manos de Gabriel con un gesto brusco.

La reacción fue instantánea. Gabriel palideció, su rostro perdiendo todo rastro de color mientras retrocedía torpemente. Trastabilló y cayó al suelo, sus movimientos torpes reflejaban una mezcla de sorpresa y miedo. Con las manos apoyadas en el piso, se arrastró hacia atrás hasta chocar contra la cama, su respiración rápida y entrecortada. Intentó decir algo, pero lo único que salió de su boca fueron balbuceos inentendibles, como si las palabras se negaran a formarse.

Keiran observó la escena con una satisfacción fría, su expresión arrogante se acentuó mientras daba pasos lentos pero seguros hacia él. Cada movimiento estaba cargado de una elegancia cruel, como si supiera que su sola presencia bastaba para hacer que el alfa se sintiera pequeño e insignificante.

Se detuvo frente a él, con una sonrisa que era todo menos amable. Luego, con calma, se arrodilló a su nivel, colocando una mano en el suelo para equilibrarse mientras lo miraba directamente a los ojos.

—¿Qué ocurre, cariño? —preguntó con una dulzura venenosa—. ¿Se te durmió la lengua? ¿Por qué no dices nada?

Gabriel lo miró con los ojos abiertos como platos, su expresión una mezcla de incredulidad y miedo.

—Tú... tú hablas —tartamudeó, como si fuera incapaz de procesar lo que estaba sucediendo.

La sonrisa de Keiran se ensanchó, pero no había calidez en ella. Era una mueca llena de burla y desdén.

—Por supuesto que hablo —respondió, inclinándose un poco más cerca—. ¿Acaso pensabas que iba a quedarme callado mientras me tratabas como a un juguete?

El rostro de Gabriel permaneció pálido, su cuerpo rígido bajo la mirada de Keiran. El omega disfrutó cada segundo de ese momento. Por primera vez, sentía que tenía el control, que podía devolverle al alfa aunque fuera una fracción del miedo y la humillación que él mismo había sentido, o bueno, el Keiran original.

En ese instante, Keiran no era el hombre marginado y vulnerable que Gabriel creía conocer. Era alguien que había decidido recuperar su dignidad, vengar todo lo que el dueño original del cuerpo había sufrido, derrumbar el mundo de eso malditos pieza por pieza.

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Juliana Fernandez
me encanta esta historia ❤️😍por favor actuliza escritora 🥹🥹voy a estar esperando me engancho tu historia te felicito 😘
Topy71 🇦🇷
Ni entiendo porque no lo vomito, total en la habitación estaban solo el y su padre
Kelly Castro
muy bueno
Daaaq
Me encanta como está avanzando la Historia 🫶🏻
Gladys Zapata
Me gusta mucho la trama
Patricia Margarita Charris Martinez
Excelente
Diosa David Torres
Bueno creo que nuestro bello Alfa y Omega serán un 100%☺️☺️
Diosa David Torres
Según ellos 🤣🤣🤣🤣y ya están bien enamorados 🥰❤️🤣🤣🤣🤣
Diosa David Torres
🤣🤣🤣🤣🤣me encanta cuando están juntos 🤣🤣❤️🥰
Diosa David Torres
Vaya muy detallista nuestro Alfa nada que hacer muere por su Omega 😁😁😁😁
Andrea Osorio
Excelente
Gladys Zapata
jajajajajaja pobre idiota
Erika Garcia
ese alfa está como me lo recetó el doctor/Chuckle/
Topy71 🇦🇷
Ayyyy noooo, almenos termino de leer el libro? 😱
Topy71 🇦🇷
Maldita psicópata 😡
Gladys Zapata
eso vamos Keiran tu puedes
Gladys Zapata
bellos
Nidia Mojica
Esto se pondrá buenisimo y mas cuando sepan con quién se va a casar.
Nidia Mojica
Me agrada Austin.
Nidia Mojica
Encuentra un aliado dentro de casa, esa Margaret y la Shelby sorpresota se llevaron.
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