Entre La Razón Y La Piel

~Liam

___________

Estaba siendo demasiado egocéntrica, y la preocupación por no entender algo tan simple que ella sí lograba captar, me estaba llevando al límite, así que acabé por gritarle y no me arrepentí por eso, porque rápidamente se convirtió en una competencia y ella empezó a levantarme la voz igualmente. Tenía razón hasta cierto punto, tendría que haber guardado la compostura dadas las circunstancias, se había quedado a tratar de enseñarme sólo porque se lo pedí, pero incluso así, no soportaba que no se callara.

Y cuando me mostró la foto, quise hacer añicos su teléfono de mierda. Iba a perseguirme con esa maldita estupidez hasta el día de la graduación. Traté de quitárselo de las manos pero se pegaba con fuerza contra la pared mientras se burlaba en toda mi cara.

Me sentía humillado. Estaba usándome como su diversión, era su jodido títere. Y yo no podía entender cómo una chiquilla lograba tener ese control por sobre el mío.

Me alejé de su cuerpo cuando noté que estaba rozando las líneas. Pero no importó, probablemente eso le dio una idea para que continuara provocándome. Mi cabeza quería deshacerse cuando sentí el contacto de su mano otra vez. Carajo, ni siquiera pude frenarla aunque fue mi primer impulso. Tenía una mezcla de incomodidad y cierta excitación ante su tentación. Me aferré a su brazo.

—Allison, deja de hacer eso.

Dije, tratando de contenerme todo lo que pude. Pobre de mí, una loca estaba acosándome y hacía con mi cuerpo lo que placía. Todavía me quedaban fuerzas para ser firme y quitarla con un movimiento de determinación, y esas fuerzas me fueron arrebatadas cuando dijo lo siguiente..

—Está... muy dura —sonrió.

Me mató.

Vete al diablo, Allison. No digas cosas así. Qué querías hacer de mi frágil mente.

—¿Y así en verdad esperas que yo crea que no te gusto? —me preguntó mientras aumentaba la fricción.

Tenía la cara hirviendo, y no era para menos. Me estaba usando de juguete se*ual.

—Basta... —logré articular, casi sin aliento.

Se inclinó para besar mi labio inferior, a lo cual respondí enseguida. Ya me tenía de esa forma, qué más daba.

Se apartó, todavía con la sonrisa puesta.

—Deja de hacerme esto, por favor...

Volví a hacer el intento por echarla a un lado y fue como echarle gas, la encendí todavía más. Aumentó la velocidad en su mano, provocando que ya ni siquiera pudiera hablar, solo jadeaba levemente, intentando reprimirlo.

Finalmente, sacó su mano, observándome fijo.

—¿Crees que puedas estudiar así?

Hablaba con total normalidad. La odiaba por eso, me tenía a su completa disposición cuando ella parecía no inmutarse de lo que causaba.

—Es... muy humillante —confesé.

—¿Crees que te estás humillando?

Hasta esa pregunta tenía un tono lascivo. Me tenía abrumado.

Tomó mi brazo sin previo aviso y me arrastró hasta hacerme sentarme de golpe. Me sorprendí por el impulso. Me sentía fastidiado hasta por mi propia erecci*n.

—Esto me está cansando —soltó. ¿Qué cosa le estaba cansando? ¿Usarme así?— ¿Ahora sí admites que te gusto?

—Que no. No me gustas —hablé entre dientes, escupiendo las palabras.

No podía hacer mucho ahora porque mis pensamientos estaban siendo opacados, pero me estaba hinchando bastante con sus estúpidas interrogantes.

—Ah, ¿no?

Y se sentó.

Entre mis piernas.

Moviéndose lentamente mientras se sujetaba de mis hombros.

—¿Por qué sigues? —solté un suspiro, tratando de mantenerme.

Siguió haciendo eso hasta que se acomodó para volver a meter su mano y dejarme completamente expuesto, luego volvió a su posición, con el mismo ritmo. Podía sentir su cuerpo porque llevaba falda, que aunque no tan corta, se le levantaba por la forma en que se encontraba.

—¿Te sigo molestando? -preguntó.

—¿Q-qué estás haciendo?

Pasó su lengua suavemente por mi labio y no pude aguantarme, metí mi mano por su cabello para besarla. No tardó en mover su propia ropa para dejar que entrara en ella. Tragué saliva. Empezó a moverse con más y más fuerza.

¿Qué? ¿Por qué estaba enojado? ¿La foto en su teléfono? Justo ahora tenía mi mano apretada sobre su piel tersa y ella estaba empezando a saltar sobre mí, así qué, quién se acordaba de esa tontería. Era un problema para mi futuro yo.

Se sentía como poseída. ¿Qué diablos estaba haciendo? Sus gemidos y sus manos aferradas en mi camisa me estaban complicando el habla y el juicio.

—A... Allison —batallé por pronunciar las cosas—. Detente, no...

—¿De verdad... quieres que me detenga?

Sí.

No.

Me sentía sobrecogido con el ronroneo de su voz, no tenía la capacidad de razonar en estado nulo, ¿cómo podía restregarse así en mi entrepierna?

—Es que... no me hagas esto. Me siento vulnerado.

—¿Por... qué sigues diciendo eso?

Basta, basta.

Que dejara de hablar entre gemidos, me estaba volviendo loco.

—Me tienes... en esta maldita silla. En esta posición.

—¿Y qué? —sonrió— ¿Quieres intentar otra?

Ay, dios, cómo decía esas cosas con tanta facilidad.

—Quiero que te detengas, no quiero... probar ninguna otra cosa

Ella no paraba. Se movía en tan perfectos círculos que una parte de mí no sabía por qué le estaba pidiendo eso con tanta insistencia. Pero todo esto me tenía martirizado.

—Te he dicho que pares.

—Liam... —No, no, no. No digas mi nombre de esa forma—. Hazme tuya, ¿sí?

Me tenía extrañamente extasiado.

—¿Q-qué? ¿Hacer... hacerte mía? —Asintió, casi rogándome con un por favor—. No. Creo que... debemos detener esto.

—¿Por qué? —me dio otro beso, poniendo su mano en mi mejilla—. ¿No te gusta?

—No es eso —Qué duda cabe—. Me gusta... me gusta demasiado.