La historia sigue a un militar sin nombre, en medio de una guerra, al que todos se refieren como Ergo.
El mundo del futuro está en crisis debido a una guerra que ha asolado cada región desde hace años y de la cual parece ser que ningún compañero o militar cercano a Ergo sabe algo.
Un día cualquiera, durante una batalla campal, Ergo es herido y se ve orillado a reparar su extremidad tras acabar la batalla. Luego de su reparación, Ergo descubre a sus altos mandos hablando acerca de él, de su ineficiencia y de como lo eliminarán para traer a otro soldado en su lugar. No obstante y sin poder negarse, es enviado de nuevo en una última misión en los límites del mapa sabiendo que las batallas libradas allí son sinónimo de muerte.
Poco a poco, Ergo irá descubriendo la clase de mundo en el que habita y los secretos que se han ocultado ante el y cualquiera de sus compañeros.
En esta historia el lector se sumerge en un delirio y cuestionamiento filosófico y político acerca de la moralidad.
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XI
La constitución arquitectónica y digital de la ciudad era fascinante. Ergo, que nunca había conocido más que estructuras grisáceas, armas, casilleros, vehículos bélicos y zonas de carácter serio, se veía de pronto inundado por extrañas e inexplicables sensaciones al haber visto y seguir viendo por la ventana la ciudad. El tren recorría unas curiosas vías edificadas muy sobre la ciudad y si prestas oído podías percibir un retumbar en tus oídos. Había todo tipo de edificios, diferentes formas, personas haciendo algo, aves volando cerca del transporte y enormes carteles digitales o trazados sobre los edificios.
En cierta parte del viaje, frente a sus asientos una vez volvió a acomodarse adecuadamente, notó una estructura humeante y con varias construcciones a sus costados de un color grisáceo que le recordaron a un vaso invertido.
—¿Qué es eso?—preguntó con el rostro encendido en una mueca seria y curiosa; bastante extraña.
—Es una de las tantas centrales nucleares de la ciudad.
—¿Una que...? ¿Qué hace? Es... enorme.
—Abastece a la ciudad y sus múltiples sitios y transportes de energía para mantenerse activos.
—Pero, ¿que hace? ¿Por qué saca humo?—preguntó Ergo. El transporte iba descendiendo su velocidad.
—Vamos—dijo Ludwig dando un golpe a Ergo mientras se levantaba. El transporte finalmente se detuvo y una voz aguda bastante extraña para Ergo broto desde alguna parte del vagón indicando su llegada—. Hay decenas de esas centrales en todo el mundo, no le des tantas vueltas.
Pese a la respuesta, Ergo ya había cambiado su objeto de interés por la voz que golpeó sus tímpanos con sonido mecánico.
—¿Qué ha sido eso? No sonaba como una voz normal—preguntó Ergo mientras la puerta horizontal del vagón se abría sustrayéndose a sí misma hacia arriba y abajo.
—Ignoralo, sigamos—respondió Ludwig. Ergo no lo notaba debido a su desconocimiento, pero la aversión respecto al ambiente en el tono de Ludwig podía ser fácilmente deducible por cualquier otra persona.
Al salir, Ergo noto la misma composición que en la parada anterior, todo era idéntico. Avanzo detrás de Ludwig con naturalidad observando todo hasta que el transporte se fue y pudo ver el otro extremo del lugar. Había gente esperando y gente que iba, y el otro lado exponía con una arquitectura algo artísticos. No había muro, solamente un enorme y horizontal pedazo de cristal que dejaba pasar los rayos anaranjados de afuera y dejaba ver el bello paisaje de cielo azul y nubes que parecían sacadas de una pieza de arte. La gente del otro lado iba en traje, con maletín, un rostro serio o animado y hablando entre sí.
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Habían llegado finalmente a suelo firme. La temperatura había descendido un poco, Ergo acomodo su gorro y siguió a Ludwig por dónde sea que le llevará; lo único que parecía importarle era poder curiosear mientras bebía su líquido sabor limón y gaseoso.
Ergo termino su bebida y se acercó al cesto rectangular de basura en cuanto Ludwig le contó su funcionamiento. El cesto se abrió automáticamente en cuanto el reflejo de Ergo pudo verse en el pulido objeto de color gris imán. El objeto agradeció a Ergo por haber colocado la basura en su lugar con voz mecánica y masculina, y se volvió a cerrar.
—¿Viste eso?
—Si hijo, es lógico que conozca ésto—respondió Ludwig habiendóse detenido para que Ergo terminara su acción.
—T-tienes razón...—dijo Ergo con pena. Era obvio que Ludwig conocería la ciudad y sus peculiaridades como la palma de su mano por mera lógica.
Volvieron a caminar y pasaron por un callejón formado por el espacio entre múltiples casas.
—Mira, allí—dijo Ludwig y detuvo con su mano a Ergo; señaló un lugar antes de que salieran del callejón—. ¿Ves esa cosa en el la cima del poste?
Había una semi esfera como final del poste que tenía una luz amarilla que giraba con velocidad.
—Si, ¿por qué?
—Es una cámara. Por eso te dí el gorro. Si esa cosa te ve sin él ten por seguro que captará la cicatriz en tu cabeza y sabrá que alguien ha extraído un chip de identificación de tu cabeza—Ludwig apartó su mano y avanzó—y se lo contará a la máquina. Debes tener cuidado con los sistemas delatores... Ya te hablaré de ellos algún otro día. Ahora vamos, ya hemos llegado.