Kallias ha vivido creyendo en la promesa de un amor eterno con su alfa destinado. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que su alfa ha sido infiel durante mucho tiempo. Su compañero de alma, también herido por la situación, se encuentra atrapado en el mismo sufrimiento.
En medio de esta crisis, el alfa sufre un accidente y entra en coma, lo que lleva a Kallias a una encrucijada. Decidido a no seguir atado a un lazo roto, toma la difícil decisión de romper el vínculo que los une. Con el corazón destrozado, se embarca en un viaje en busca de sanación y autodescubrimiento. En su travesía, buscará conocer el amor propio, la confianza y la fortaleza.
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Capitulo 9: Felicidad engañosa
Cuando Killias despertó, ya era tarde en la mañana, su reloj en la mesita de noche marcaba las 10:00 Am. Frunció el ceño, viró su cuerpo, quedando boca arriba, viendo el techo blanco y aburrido, como su vida, si no contábamos el que su esposo estuviera el hospital y estuviera a unas palabras de cortar su lazo con él. Sí. Aburrido.
Se rio ante sus pensamientos, luego levantó el brazo izquierdo, tapándose la cara con él.
— Mi vida es una mierda — Y se puso en pie, poniéndose sus pantuflas y encaminándose hasta el baño. Donde lavó sus dientes y bañó su cuerpo.
Luego salió con una toalla envuelta en su cintura y su ropa en mano. La tiró con el resto de la ropa sucia y luego se vistió, algo sencillo y cómodo, perfecto para el ambiente fúnebre y deprimente del hospital. Salió de su cuarto, bajó las escaleras y atravesó la sala, hasta la cocina, donde se encontró con su familia reunida, compartiendo la mesa, sus platos ya vacíos.
— Buenos días — Saludó tomando asiento al lado de su hijo, junto a su hermano, en el lado izquierdo de la mesa.
El resto le devolvió el saludo, Jimmy lo abrazó y su mamá puso un plato lleno de panqueques frente suyo.
— Se ve delicioso — Dijo. Y luego engulló su desayuno, como si no hubiera comido en días.
Su mamá observó todo y sonrió encantada cuando Killias la miró, pidiendo más con la mirada.
— Enseguida — Y desapareció en la cocina.
— ¿Se te rompió la tripa? — Preguntó su papá burlón.
Killias lo vio sin entender, luego se sonrojó cuando comprendió a lo que se refería.
Los tres hombres en la mesa rieron. Killias sonrió incómodo, con el dorso de la mano se limpió su boca sucia de miel.
— No me simpatizan —Y luego sonrió con adoración cuando su mamá ingresó a la sala con un nuevo plato de panqueques, lo recibió y empezó a comer escuchando las risas de los demás, cuando casi no esperó hasta que el plato tocara la mesa cuando ya tenía el primer trozo de panque en la boca, no les prestó atención, de igual manera era mejor que rieran ahora y no lloraran por lo que pasaría más adelante.
...
Derek suspiró con frustración, luego intentó, por décima vez, intentar concentrarse en los papeles que tenía en la mano. No lo consiguió. De su mente no salía un cuerpo curvilíneo y blanquecino, unos ojos verdes y labios rojos. Llevaba con esa imagen desde la noche anterior cuando no fue capaz de tener sexo con Ana. Gruñó y revolvió su cabello cuando nuevamente fracasó en su intento por concentrarse.
Sin darse cuenta su beta, Antoni, ingresó a la habitación, él arqueó una ceja y sonrió burlón al ver a su Alfa en ese estado.
— ¿Anoche te dejaron con las ganas o qué? — Preguntó, haciendo que Derek levantara la vista mostrando su descontento.
— ¿Qué te importa? — Y se volteó en la silla, quedando frente a la ventana, viendo el mundo a través del vidrio, y de una manera sutil, su rostro arrugado causa de su ceño fruncido.
Antoni rio luego puso unos papeles en la mesa y se dio la vuelta para irse.
— Solo vine a traerte eso — Su sonrisa se hizo más grande — Disfruta — Y salió escuchando y burlándose del gruñido que escuchó luego. Le encantaba joder al Alfa.
Derek gruñó, se puso en pie y sacudió su escritorio, sacando los feos papeles de él, tirándolos en el suelo, luego él agarró su billetera y su celular y salió de la oficina, por el pasillo, bajando las escaleras y saliendo por la puerta de adelante, para subirse a su auto y arrancó sin mirar atrás.
…
Sebastiano sentía su cuerpo raro. Tenía unas horribles ganas de abrazar algo duro y esconderse en un cuello oloroso, pero no podía, porque se suponía que él debía ser el que abriera sus brazos y le permitiera a una hermosa Omega enterar su naricita en su cuello, no al revés.
Hizo una mueca, cuando su celular sonó y vibró en su bolsillo. Lo sacó y observó la pantalla. Lucia, se marcaba con un melocotón al lado, enseguida recordó quién era.
Disculpándose con su familia, salió de casa al patio.
Llamada telefónica…
— Aló — Dijo, una vez descolgó el celular.
— Hola, sebasbubu — E hizo una mueca ante el feo apodo.
— Dime — Dijo, su voz sonaba monótona.
— Uihs, yo solo te llamaba para saber si estás libre, pero si quieres busco otro Alfa — Y le colgó.
Él vio su celular con aburrición. No tenía ganas de tener sexo con alguien y mucho menos con ella.
Él quería a una persona y no sabía a quién. Sacudió su cabeza ante esos pecaminosos pensamientos y volvió a entrar, donde su familia lo esperaba con una sonrisa.
...
Derek aparcó en las afueras de aquella manada que pensaba invadir, vio sus alrededores y a las personas que desde allí se veían un poco pequeñas, luego sintió ese extraño tirón que lo llamó el día de anterior, cuando llegó con sus betas.
Encendió nuevamente el motor y condujo, deteniéndose de vez en cuando, cuando algo le llamaba la atención, cómo lo hizo una vistosa estatua de lo que parecía ser un hombre alto vistiendo estilo colombiano, con su sombrero y colores llamativos. Le gustó.
Siguió su camino y luego se detuvo en un puesto de comida, cuando un olor rico lo llamó, se bajó del auto y caminó unos pasos acercándose hasta llegar donde el señor tras el puesto de frituras.
Se le hizo agua a la boca al ver empanadas, papas y pastelitos de pollo en una vitrina.
— ¿Cuánto por 2 empanadas y una papa? — Le preguntó al señor, quien amablemente le dio el precio y le empacó la comida en una bolsa de cartón.
Derek pagó, agradeció y prosiguió a montarse en su auto, arrancó nuevamente a la espera de encontrar un parque para comer su merienda.
Lo encontró, dos cuadras más adelante de en donde estaba el puesto de comida al lado de un supermercado, aparcó el auto en el estacionamiento y bajó, encendiendo el seguro y luego guardándose las llaves en el bolsillo izquierdo de su pantalón.
Recorrió es pequeño parque con la mirada, se veía a los niños correr y jugar en el sube y bajas, columpio y pasaderas, le recordó a su niñez, cuando no tenía responsabilidades y no era Alfa de manada, solo era un niño tranquilo que solo buscaba jugar.
Se sentó en un banco, sacó la primera empanada y comenzó a comer gimiendo de gusto ante el primer mordisco.
Engulló su comida lo más rápido que pudo, cuando recordó que tenía que ir a su casa a terminar lo que estaba haciendo.
Estaba a punto de pararse he irse, pero un balón fue a parar a su dirección y solo le dio tiempo de agarrarlo antes de que se estrellara en su rostro.
Les lanzó una mirada acusadora a los niños que venían corriendo en su dirección.
— ¿Esto es suyo? — Le preguntó a uno de ellos en cuanto los tuvo enfrente.
Los niños se veían entre sí, sintiéndose intimidados por el hombre con mirada dura y aura amenazadora. Fue uno el que empujó a otro al frente, un niño de unos 6 años con gafitas y atuendo de marinero.
Derek arqueó una ceja en su dirección, preguntándose qué clase de mamá vestiría a su hijito así.
— S-Si se--señor es nu-nuestro balón - Y bajó su mirada sonrojándose cuando el intimidante señor lo miró a los ojos.
Derek lo vio, le pareció tierno el color rojizo en las mejillas del niño y decidió dejar pasar el que casi le rompen la nariz con un balón.
— Pues entonces — Sonrió — Juguemos — Y pateó el balón, que rodó hasta meterse en el terreno de una pequeña cancha deportiva.
Los niños gritaron emocionados y corrieron tras el balón, dispuestos a ganarle al alfa.
Derek sonrió encantado con su comportamiento, estiró su cuello y él también fue tras el balón. Dispuesto a dejarse ganar por esos dulces niños.
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