En la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una serie de desapariciones misteriosas aterra a la comunidad. A pesar de los esfuerzos de la policía local, las víctimas desaparecen sin dejar rastro. Héctor Ramírez, un detective experimentado, es llamado para investigar. Mientras avanza en su pesquisa, descubre que las desapariciones están conectadas por una serie de pistas inquietantes que parecen ir más allá de lo criminal. Atrapado en un misterio que desafía su comprensión, Héctor se enfrenta a fuerzas que no pueden ser explicadas por la lógica. A medida que el caso avanza, la atmósfera de la ciudad, cargada de historia y superstición, se convierte en un campo de juego para lo sobrenatural.
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19 de Marzo 2024
Bitácora del Inspector Héctor Ramírez
Hoy hemos dado un paso importante en la investigación. Después de interrogar a Ricardo, la siguiente pieza del rompecabezas era hablar con su hijo, Javier Navarro. La universidad a la que asiste, la Universidad de Ciencias Sociales y Humanidades, es bastante reconocida, y Javier está cursando la carrera de Psicología, un campo que podría darnos más contexto sobre lo que ocurrió con Mariana. Tenía que hablar con él para ver si podía arrojar más luz sobre la situación.
Llegamos a la universidad poco después de las 10 a.m. Un par de oficiales nos acompañaron, y nos dirigimos directamente a la oficina de Javier. El joven, aunque algo nervioso al principio, parecía dispuesto a cooperar. Al verlo frente a mí, pude notar que, a pesar de la situación, su aspecto era serio y responsable, con el aire de alguien que está acostumbrado a lidiar con problemas difíciles. Su mirada evitaba la mía al principio, pero pronto empezó a hablar.
“Sé lo que me están preguntando”, comenzó, “y estoy dispuesto a ayudar. Mariana… Mariana estaba en peligro. Yo sabía que algo no andaba bien con ella.”
Javier, aunque reticente al principio, me proporcionó una nueva pieza de información que podría ser crucial para el caso. Me explicó que su novia, Mariana, había estado siendo acosada por Carlos Gutiérrez, un compañero de clases con el que Mariana compartía algunas asignaturas en la universidad. Según Javier, Carlos había estado haciendo avances constantes hacia Mariana, incluso después de que ella le dejó claro que no estaba interesada. Aparentemente, el chico no aceptaba el rechazo y comenzó a seguirla fuera de la universidad, apareciendo en lugares inesperados y, lo peor de todo, enviándole mensajes cada vez más intimidantes.
“La última vez que lo mencionó, Mariana estaba realmente asustada”, continuó Javier, con un tono preocupado. “Ella me dijo que no podía más, que ya no sabía qué hacer. Intentó cambiar su número, pero él se las arregló para conseguirlo. Creo que lo que más la aterraba era la idea de que no podía escapar de él. Su comportamiento se volvió cada vez más impredecible.”
De alguna manera, todo encajaba. Mariana, una joven que nunca había mostrado signos de querer huir o desaparecer, de repente se encuentra en una situación donde su seguridad estaba en juego. Carlos Gutiérrez, el acosador, ahora se convertía en una pieza importante que debíamos investigar más a fondo. Según Javier, el joven acosador parecía tener problemas psicológicos, algo que, siendo estudiante de Psicología, Javier sospechaba pero no podía confirmar.
“Mariana pensaba que Carlos estaba perdiendo el control. Ella se sentía observada constantemente, como si fuera su culpa. A veces, me decía que solo quería que dejara de perseguirla, pero parecía que no había forma de que lo entendiera.”
Mientras escuchaba a Javier, no pude evitar sentir una creciente sensación de urgencia. Cada minuto que pasaba sin que encontráramos a Mariana, se convertía en un peso insoportable. Pero este testimonio confirmaba que algo más siniestro estaba ocurriendo.
Con la nueva información sobre Carlos Gutiérrez en mente, decidí que debíamos comenzar a buscarlo inmediatamente. Necesitábamos hablar con él, averiguar si realmente estaba involucrado en la desaparición de Mariana, o si su comportamiento había escalado a algo más peligroso.
La conversación con Javier continuó, pero no tuve tiempo de profundizar más, ya que, en ese preciso momento, mi teléfono sonó. Era una llamada que no esperaba, una llamada que cambiaría todo en cuestión de segundos.
“Inspector Ramírez, hemos encontrado el cuerpo de Mariana Gómez”, me informó la voz del oficial al otro lado de la línea, su tono grave y urgente. “Lo hemos hallado en un terreno baldío, cerca del río. El estado del cuerpo sugiere que llevaba allí varios días.”
La noticia me paralizó. Mariana, la joven que estábamos buscando con desesperación, ahora era una víctima confirmada. No podía procesarlo. El caso había dado un giro fatal, y ahora debíamos enfrentarnos a la realidad de que habíamos fracasado en salvarla.
Javier, que había estado observando, notó mi reacción. Un silencio incómodo llenó el aire.
“No… no puede ser,” murmuró Javier, su rostro palideciendo a medida que las palabras caían sobre él. “Mariana…”
Sin decir nada más, me levanté rápidamente de la silla, mi mente ya acelerada por la noticia. Debíamos ir al lugar de los hechos, y rápidamente. Miré a Javier, quien ahora parecía estar en shock. La gravedad de la situación nos golpeó a todos. Ya no solo estábamos investigando la desaparición de una joven. Ahora, estábamos tratando de desentrañar un asesinato.
“Javier, no te muevas de aquí. Necesito que esperes y que no hables con nadie más sobre esto. Vamos a encontrar al responsable, te lo prometo”, le dije, mi tono firme.
El caso había cambiado para siempre. Lo que era un misterio de desaparición se había convertido en un asesinato. Y la verdad, al parecer, estaba mucho más cerca de lo que pensábamos.