Entre Siglos Y Maldiciones

Le diste el grimorio - le dijo Victoria, masajeando su cabeza y viendo alrededor. Hacia sus plantas, hacia las velas, hacia la ventana. Hacia cada rastro de la magia de Catalyn -, ¿por qué no puedes solo esperar?

- Como si pudiera hacer algo - contestó Derek, intentando mantener la sonrisa que pretendía calmar a Victoria.

- Siempre hay una forma de retrasar...

- Y siempre llega.

- Pero... -. Ella caminaba de un lado a otro, agitando sus manos y ondeando su larga túnica. Los bordes daban destellos plateados de soles y lunas - Pero si intentamos...

- Sé que la quieres, pero esto es lo mejor para ella -. Derek se puso de pie y le ofreció su mano.

- Tú también la quieres, Derek. Pero estás muy asustado de reconocerlo -. Victoria alejó su mirada y se dirigió a la salida sin siquiera molestarse en aceptar la mano de Derek.

- No, lo admito. La quiero tanto que me parte el corazón saber que la voy a perder tarde o temprano, y ya sabes que yo no solo la quiero.

Victoria guardó silencio y lanzó un suspiro. Parecía estar considerando las palabras de Derek, sabía que hablaba según los hechos y no los deseos a los que había renunciado.

- Estaré cerca, no dudes en llamarme - le dijo ella, retirándose de su habitación.

- Creí que te molestaba estar conmigo - Derek la siguió y le sonrió en un intento de aligerar el ambiente, pero Victoria parecía incluso más sombría bajo su túnica del aquelarre.

- Sabes que no puedo odiarte, aunque quisiera -. Victoria se detuvo y se acercó más de lo que él esperaba. Estaban frente a frente, podía ver sus ojos oscuros llenos de lágrimas -. Por alguna razón sigo viniendo cada vez que me llamas.

- Tienes esperanza - susurró, pero no lo decía para ella. Lo decía para él. Para intentar convencerse.

- ¿Tú no?

- Lastimosamente no la he perdido aún.

- Entonces, ¿por qué rendirse?

- No me estoy rindiendo, lo estoy aceptando.

- Hace tiempo que lo hiciste, ¿no? - Victoria alzó la voz, pero sabía que estaba conteniendo las lágrimas.

Derek alzó los hombros.

- Ya intenté todo lo que se me ocurrió y todo lo que he encontrado.

Victoria bajó la mirada hasta su pecho y puso su mano sobre el corazón de Derek. Sabia que su ritmo cardíaco había aumentado. Se sentía roto, herido, hundido y ahogado en toda tormenta que lo rodeaba. Alice aún seguía apareciendo en destellos dolorosos en su cabeza, pero en ese instante lo abrumaba más tener a Victoria tan cerca para recordarle todo lo que alguna vez había hecho mal. Todo de lo que había intentado dejar atrás al irse de Italia, todo lo que alguna vez intentó construir y terminó hecho trizas. ¿Por qué se empeñaba en empezar de nuevo?, ¿por qué se aferraba a una nueva vida? La mujer que amaba lo había herido tanto como si lo hubiera asesinado y lo hubiera revivido, y la mujer que él había lastimado estaba frente a él llorando.

Odiaba ese ciclo.

- Le enseñaré todo lo que pueda - dijo ella aún cabizbaja.

- No tienes que quedarte, puedo hacerlo solo - le dijo con suavidad y le alzó el rostro, temía que cualquier cosa que dijera pudiera solo hacerla sentir peor. Se atrevió a acariciarle el cabello rizado y se permitió verla unos segundos.

- Ya no puedo alejarme -. Ella no se apartó -. Es lo mejor que podemos hacer.

Todo en él le gritaba que estaba siendo impulsivo e irracional, que lo que estaba pensando era solo un deseo egoísta causado por el dolor y los recuerdos, que debía alejarse... Pero, ¿qué tan malo era solo unos momentos de silencio?

Se veía bastante hermosa con la poca luz de la luna que entraba en su apartamento.

Tal vez pudiera apagar el dolor y sus pensamientos durante un rato. El pensamiento le pasó por la cabeza tan rápido que se sintió estupido de tan solo considerarlo, pero... ¿qué más podría salir mal? Empujó los pensamientos que se arremolinaban en su cabeza a lo más profundo de si mismo y decidió solo dejarse llevar.

- Es lo mejor - Derek bajó su mirada a sus labios -. Lo siento.

Cerró el espacio entre los dos, y la besó.

Y ella no se separó.

《¿Qué estás haciendo?》pensó 《Detente》

Pero no quería. Al menos no pensaría en Alice ni en Catalyn por un momento.

Y, al parecer, Victoria pensaba igual.

                   ***

Esa noche no había tenido pesadillas, ni sueños de recuerdos que había enterrado, ni siquiera había soñado con algún paraíso imposible de alcanzar. Se levantó y miró a su lado, pero solo quedaba el aroma de Victoria y una carta que reposaba en su mesita de noche. Sonrió e intentó no sentirse culpable por lo que había sucedido. La carta no decía más que un agradecimiento, una advertencia sobre no abusar del poder de Catalyn y una disculpa por tener que haber salido corriendo.

El aquelarre la necesitaba. Siempre lo hacía. Su raro pero codiciado poder de vidente la hacía indispensable en su escuadrón. Derek lo había notado desde el primer día que la había conocido, no solo era reconocida por su inteligencia sino también por su increíble habilidad de ver el futuro sin necesidad de profecías o de visiones confusas. Podía decir un hecho en específico sin dejar lugar a dudas, pero sus premoniciones no siempre aparecían cuando ella lo deseaba y no siempre le mostraban lo que necesitaba. Eran claras como el agua, pero muchas de ellas tenían las consecuencias de una tormenta. Por una de ellas Victoria terminó reuniéndose con Derek en un principio.

Dejó la carta de lado antes de seguir sumergiéndose en recuerdos que terminarían ahogandolo y se alistó para ir por Catalyn una vez más.

Se miró al espejo antes de salir.

- Aquí vamos.

Pero a veces solo sentía que remaba contra la marea, que un día simplemente agotaría sus energías y se rendiría. Era difícil solo seguir luchando, pensando en un final distinto que jamás llegaría. ¿Qué estaba haciendo, de todos modos? Se sintió mareado y fijó su mirada de nuevo en su reflejo.

Lo hacía por él.

Por Dimitri.

Si tan solo no sintiera que estaba solo en el campo de batalla...

Recorrió el camino de su apartamento a la casa de Catalyn tan rápido como pudo. Tal vez... tal vez pudiera ella hacer un pequeño hechizo en él que le apaciguara el dolor punzante que Victoria había acallado la noche anterior...

Volvía a pensar en Alice, en el misterio alrededor de Vanessa. Quería detener esa avalancha de emociones.

《No》 se reprendió a si mismo 《Déjala descansar》

Pero se sorprendió al llegar a su casa y encontrarse con que ella se había quedado dormida. Nunca se quedaba dormida. Nunca faltaba a clases. Demonios, ¿se había desmayado de nuevo?

- Ya la llamé varias veces - le dijo la señora Lillian, empacando una carpeta llena de hojas arrugadas en su bolso -, pero sigue dormida. ¿Puedes ir a verla? Yo me tengo que ir.

- ¿Adónde va, si puedo preguntar?

- A la iglesia, necesito hablar con el padre Nicolás.

Derek intentó no hacer una mueca al escuchar el nombre. No le agradaban los sacerdotes ni las Iglesias, pero mucho menos el sujeto que acaba de mencionar la mamá de Catalyn. Ese hombre había llenado de locuras y de miedo la mente de la señora Lillian, la había llevado a desconfiar de su propia hija y de su don. Lo conocía desde hace un par de años y habían intercambiado unas pocas palabras, lo suficiente para que todo en el le dijera que no era de fiar. Si bien tener confianza con alguien era una puerta que había decidido dejar cerrada, los sacerdotes y los miembros del clero aseguraban más el candado. Y detestaba que estuviera tan cerca de Catalyn.

Por suerte, la señora Lillian no había obedecido al padre Nicolás en la "sugerencia" de llevar a Catalyn a un convento o a un centro de conversión, pero... Derek siempre temía que considerara la idea.

- ¿Sucede algo? - quiso saber Derek, preocupado por Catalyn.

- Nada que no tenga solución -. Ella apretó el crucifijo que colgaba de su cuello y Derek tragó saliva. Algo había sucedido con Catalyn -. Por favor, cuida de ella. Solo confío en ti.

Derek se sintió culpable y tuvo flashbacks de la noche de hacía cuatro años, pero se limitó a asentir y a despedirse.

Subió corriendo las escaleras apenas la mamá de Catalyn cerró la puerta, entró a la habitación de ella y se quedó sin aliento al verla. Ahora sabia por qué la señora Lillian estaba tan apresurada por hablar con el padre Nicolás.

Catalyn dormía en su cama tan profundamente que no se había percatado de que Derek caminaba por su cuarto. Parecía en paz, tranquila. Pero...

- ¿Qué estás intentando hacer, Cat?

Su escritorio estaba cubierto de hojas con glifos y dibujos del cerebro humano. Bocetos de redes neuronales combinadas con dibujos de los elementos y de runas celtas. Su grimorio estaba justo a su lado con dibujos y párrafos recién escritos. Hechizos, tan detallados y complicados que Derek temió porque Catalyn hubiera descubierto su verdadera naturaleza o incluso... Demonios, la idea lo aterrorizaba.  Recogió cada una de las hojas, evaluando la idea de rasgarlas o quemarlas, pero estaban arrugadas y dobladas como si Catalyn hubiera desechado varias ideas, casi parecía que una ráfaga de viento las hubiera hecho volar por los aires. Sospechaba que así había sido. Pero, ¿por qué Catalyn quería hacer ese hechizo...?, era imposible que se hubiera dado cuenta. Se había asegurado hacía cuatro años que así fuera.

Entonces lo supo.

Y luego se percató de las intenciones de la señora Lillian.

Corrió hacia ella y jadeo desesperado al no encontrarla en el vecindario. Tomó su moto y empezó a buscarla, gritando su nombre.

Finalmente, la encontró a unas calles de la iglesia. Le cogió la mano, haciéndola casi tropezar.

- No vaya a la iglesia - le pidió entre jadeos -. No es lo que usted piensa.

- ¿No es lo que yo pienso? ¡Derek, por Dios! ¿Viste lo que hay en su habitación?

- Lo vi, lo vi. Pero no...

- ¿Para qué quiere mi hija hacer un hechizo para manipular la memoria?

Derek sentía la boca seca, las palabras se le atascaron en la garganta.

- ¿Para qué, Derek?, ¿se rompió el hechizo?, ¿ella recuerda lo que sucedió hace cuatro años? -. La mirada de la señora Lillian rogaba por explicaciones.

- No, no - sollozó Derek. Demonios, ¿ya estaba llorando? -. Es imposible que el hechizo se haya roto. Hasta el padre Nicolás lo sabe.

- ¡Por eso necesito hablar con él!

- Usted no lo entiende, no es ella. ¡Soy yo! ¡Soy yo a quién quiere borrarle la memoria!