Sabrina, sería nombrada la Santa del Reyno Auroria, sin embargo fue hechizada por un demonio muy poderoso, con la ayuda de alguien más. Cuando daría la prueba de su poder, quedó como impostora frente a todos los que habían ido a presenciar dicho acontecimiento, ya que había aparecido la verdadera santa, no era nadie más que la enamorada del príncipe heredero. Las leyes y tradiciones decían que el príncipe heredero debía casarse con la santa, para mantener un equilibrio y la paz en el reino, todo estaba claro en ese momento, los dos confabularon para que Sabrina pareciera una impostora, su castigo sería la muerte. Aunque no contaban con que su familia la defendería a capa y espada, fue una dura batalla, pero al final de nada sirvió, todos terminaron muertos. En ese momento, Sabrina con las pocas fuerzas que le quedaban, rebobino el tiempo y regreso justo al día en el que se manifestó su poder por primera vez.
No caería en el mismo juego, está vez ella les enseñaría como se juega.
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Aclaraciones
—Majestad, lo lamentamos. Por nuestro ataque no podrá recuperar su poder— inclinado, decía uno de los magos.
—Tranquilo, yo tuve la culpa de todo. Ella tiene razón, no me detuve a investigar un poco más a mi adversario y la forma en la que llegamos no fue la correcta. Vámonos a casa, estando allá sabremos que hacer— subiendo a uno de los carruajes, la reina ordenó.
Sin recoger todo su campamento, el escuadrón de la reina partió rumbo al castillo, no podía creer que había ido a ese lugar para tratar de convencer de alguna forma a Sabrina, de casarse con su hijo y ahora regresaba a casa, derrotada y sin poder haber hablado de aquello.
—«Que estúpida, no medí las consecuencias del actuar de mi gente y mucho menos la mía. Es cierto que descuidamos este territorio, pero todo fue orden de su majestad para darle prioridad a otros lugares, ahora perdí todo»— derramando lágrimas sin cesar, la reina pensaba, estando sola dentro del carruaje.
Sabrina por su lado, regresó a la mansión dónde ya era esperada por sus tres fieles acompañantes, las dos doncellas y el mayordomo.
—Señorita Sabrina, que bueno que regresa sana y a salvo. ¿Su majestad no le hizo daño?— preocupado preguntó Mark
—Tranquilo, la que se fue sin poderes fue ella— sin darle tanta importancia, respondió Sabrina
El mayordomo no podía creer lo que escuchaba, pues al llegar vio que también había varios magos. —Pero eran demasiados, ¿acaso los mató a todos?— sin importar que fuera su señorita, Mark, tomó de los hombros a Sabrina y le preguntó
—Por supuesto que no, les quité a todos y cada uno su magia, no hay ser más poderoso que yo en este mundo, quizás los dioses podrían vencerme, aunque no creo que se atrevan, no le estoy haciendo daño a nadie— dijo esto y subió las escaleras rumbo a su habitación. Necesitaba tomar un baño, después de lo que había pasado.
Los tres presentes ahí, no pudieron decir nada, pues si bien les había impresionado el poder de su señorita, sabían que ella realmente no le hizo nada malo a nadie, la reina había llegado sin invitación, trataron de intimidar a Sabrina y ella no iba a dejarse, además nadie había muerto por mano de alguien, solo las personas que accidentalmente se quedaron atrapadas en la barrera.
Sin darle más importancia al asunto por el momento, Sabrina continúo con su vida normal, con las semillas que mandó a comprar, sembró tanto flores como alimentos para surtir el ducado en cuanto su familia llegara. No le fue nada difícil, pues podía dominar todo tipo de magia, utilizar el agua, la luz del sol y también hacer que lloviera en su territorio, era algo fácil para ella.
Ya pasados seis días desde que Sabrina había tenido el altercado con la reina, los soldados que había mandado de regreso a Auroria, habían llegado al ducado Tinks. Al verlos todos quedaron sorprendidos y pronto se lo hicieron saber al duque.
—¿Pasó algo con mi pequeña?— preguntó muy preocupado el duque, al tener frente a él al capitán Marius.
—No mi señor, la señorita se encuentra muy bien y ya está instalada en la mansión del ducado Hill’s— haciendo una reverencia, respondió el capitán.
Enseguida se escuchó un estruendo por todo el lugar. El duque había intentado abofetear al capitán, pero su mano fue la que salió lastimada, junto a todo su cuerpo.
—¡¿Pero qué carajos?!— sorprendido y tirado sobre el suelo, se preguntaba el duque.
—La señorita nos dio la orden de regresar por nuestras familias, porque nos quiere allá a todos— aún haciendo una reverencia decía el capitán
—¿Qué fue lo que acaba de suceder?— preguntó algo confundido el duque
—Antes de venir, la señorita nos dio su protección y por esa razón nadie nos puede dañar, no importa quien sea— sin levantar la cabeza aún, el capitán explicó
—Entiendo. El resto se puede ir a visitar a sus familias, capitán, usted debe acompañarme— ordenó el duque, aún con dolor en el cuerpo por el golpe que recibió al caer al suelo.
El capitán siguió al duque hasta su estudio y ahí pudieron hablar tranquilamente.
—Verá capitán, ya que usted pretende regresar a lado de mi hija, quiero que reúna a todos los capitanes para que les demos toda la información, de alguna forma mi hija me advirtió sobre algo parecido— informó y pidió el duque.
El capitán asintió a la orden de su señor y pronto se retiró a cumplirla.
—«Hay mi sol, si tan solo me hubieras contado todo, no habría pasado una gran vergüenza»— riendo a carcajadas, pensaba el duque.
————FLASHBACK————
La duquesa Luna entraba a su habitación, ya era tarde y se preparaba para descansar, cuando de pronto en el reflejo de su espejo vio a su hija, parada en un rincón, pensando que solo era producto de su imaginación por extrañarla tanto, no le dio tanta importancia, pero al momento de darse la vuelta y ver que realmente era Sabrina, gritó fuertemente.
—Madre, por favor guarda silencio— suplicando, pedía Sabrina, abrazando fuerte a su madre
El duque sin dudarlo, subió rápidamente a su habitación y se encontró con la sorpresa de que su hija, la que apenas se había marchado unos quince días atrás, estaba frente a ella.
Sabrina no lo pensó y corrió a abrazar a su padre, también pidiéndole que guardara silencio, pues tenía algo importante que decirles.
—¿Cómo llegaste aquí mi sol?— aún abrazando a su hija, el duque preguntó.
—Hay algo dentro de las habilidades de la santa que me permite teletransportarme de un lugar a otro, siempre y cuando imagine el lugar exacto— dijo esto Sabrina, sorprendiendo a los duques.
—Mi niña, ¿sucedió algo? dinos, sabes que puedes contar con nosotros para cualquier cosa— habló la duquesa, tomando las manos de su hija.
—Padre, madre. Hice algo que quizás los perjudique un poco, pero también puede beneficiarnos, antes que nada quiero que sepan, nada de esto fue planeado, pero debo ajustarme a los acontecimientos— hablaba Sabrina, con algo de preocupación, ya sentada en la cama de sus padres.
Después se dedicó a contarle a sus padres sobre el enfrentamiento contra la reina de Altea y sus sospechas sobre lo que pasaría. Los duques no podían creer el alcance del poder de su hija, pero no la dejarían sola en ningún momento, harían lo que ella pidiera, siempre y cuando no se lastimara a gente inocente.
Fue en ese momento que tanto los duques y Sabrina idearon un plan para acontecimientos futuros.
————FIN DEL FLASHBACK————
