Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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GOTA DE SANGRE
...SANDRA:...
— ¿ Qué pasó ahora? — Preguntó Clara.
Estábamos acostadas, a punto de dormir.
Clara parecía leer mis pensamientos, odiaba que mis emociones se vieran reflejadas en mi rostro tan claramente que cualquiera se percataba y mucho más si era Clara, no podía guardar ningún secreto porque ella lo deducía rápidamente, igual que Liliam, es que mi piel blanca no ayudaba, de nada se tornaba carmesí. El General Itans seguramente se había percatado de que me ponía nerviosa.
— Nada, no pasó nada — Aún así me negué mientras me mantenía boca arriba observando el techo, arropada hasta el pecho y con mis brazos afuera de la manta.
Seguía tocando mi mano, recordando como el General Itans la había tomado. Sentía un nudo en el estómago de solo pensar en eso.
— No me engañas, algo pasó de nuevo con ese general — Dijo mientras me observaba, acostada de lado, con sus ojos puestos en mí llenos de insinuación.
— No, son imaginaciones tuyas.
— No creo que el aburrido Derek te haya dejado tan pensativa, es obvio que es el protagonista del retrato que está en tus pensamientos — Me pellizco la nariz con suavidad — Dime lo que sucedió.
— Me tomó la mano — Murmuré con el rostro ardiendo, me cubrí con las manos y Clara soltó una carcajada.
— ¿ Por eso estás así ? — Preguntó como si fuera algo insignificante.
— Si es que lo hizo de una forma que... Fué... Me hizo sentir tan... No sé... Jamás había sentido algo así, me dieron escalofríos, mi corazón repicó como si hubiera despertado de su sueño eterno... Es que cada vez que el General Itans está cerca me siento tan nerviosa y me cuesta respirar — Suspiré mientras cerraba mis ojos.
— Por el Creador... Jamás te había visto así, estás realmente sumergida en un encantamiento por ese hombre — Me observó sorprendida — ¿ No qué no te gusta ?
— No lo sé... No sé si me gusta... A veces sí, a veces no.
— ¿ Cómo es eso ?
— No me gusta su indiferencia... En ocasiones actúa muy formal y distante, en otras es tan caballero y amable conmigo que pareciera que le intereso — Sonreí de forma genuina.
— Espero que no estés viendo cosas dónde no las hay, no confundas la amabilidad con interés — Me advirtió y sus palabras acabaron con mi ilusión.
— Lo sé, es por eso que mantendré esto en secreto, lo que me sucede me lo voy a guardar, solo tú lo sabes, nadie más — Posé mi mano en mi pecho.
— Estás perdida, si un agarre de su mano te dejó así no quiero imaginar un beso — Soltó y sentí un peso en mi pecho.
Recordé que me dió respiración boca a boca, ese era el único contacto de labios entre él y yo. No iba contarle a Clara que casi me ahogo y mucho menos que estuve desnuda ante un hombre.
— No habrá un beso — Dije de forma amarga.
— ¿ Por qué estás tan segura de eso ? — Alzó una ceja.
— Porque el General Itans se sintió tan avergonzado de haberme tomado la mano, se disculpó como si me hubiera hecho algo indebido, obviamente no me besará — Dije y se quedó estupefacta.
— Si se disculpó por tomar tu mano... Significa que ese hombre está aferrado a sus principios de caballero... — Dijo y me quedé parpadeando.
— ¿ Qué significa eso ? — Pregunté.
— ¿ Es en serio Sandra? Yo parezco mayor que tú, tengo que decirte todo... — Resopló y puse los ojos en blanco — Significa que jamás intentaría nada contigo, ningún toque que sobrepase los límites porque seguramente sus padres le enseñaron que las mujeres no se tocan y menos sin unión matrimonial... Y fué por eso que se ofendió con tu caricia inocente, está chapado a las costumbres en las que las mujeres deben ser educadas, íntegras, pudorosas y respetables... No sé si eso es bueno o malo para ti Sandra.
Me espanté — ¿ Por qué?
— Piensa Sandra — Me reprendió, empujando su dedo índice en mi frente y se lo aparté bruscamente — Si intentas algo te juzgará de la peor forma pero si te quedas de brazos cruzados el jamás intentará nada, es lo malo de los hombres caballerosos al extremo.
— ¿ Eso crees ?
— No lo creo, leí un libro sobre los tipos de hombres y gracias a eso pude deducir con tu explicación que tipo de hombre es el General Itans y si se sintió mal por tomarte la mano, obviamente es un caballero al extremo.
Entonces estaba entre la espada y la pared.
— Oh, ya veo... Pero no me concierne, no estoy buscando nada con el General Itans —Dije de forma firme.
— Deberías porque Derek no provocó en años lo que el general hizo, jamás hablaste así de ese bueno para nada y estoy segura de que cuando te tomó la mano ni siquiera sentiste ese escalofrío, ni se te despertó el corazón — Posó su mano en el pecho — Derek no te hará felíz, solo te dará una versión peor de ésta vida que llevas, ese hombre no sabe hacer nada, es un hijo de papá y mamá, no ha tocado ni un hacha en su vida... El General Itans tiene el suficiente estatus para darte una mejor vida, es fuerte y maduro y lo mejor de todo es que te hace sentir cosas.
— Yo no soy una interesada, no me importa su estatus.
— No no lo eres pero al parecer quieres ser esclava de las labores y de Derek.
— Derek se interesa en mí.
— Como los otros pretendientes que tuviste y eso no lo hace diferente, lo importante es que estés segura de lo que sientas, no importa si es tu único pretendiente, no puedes marcharte con alguien que no amas y que no te dará una vida que valga la pena.
Solté unas lágrimas silenciosas — Lo sé pero yo no puedo forzar al general.
— No necesitas forzarlo... Sé cómo eres siempre — Me aconsejó, me dió un beso en la mejilla y se giró para dormir.
La sabiduría de Clara me impresionaba en ocasiones, pero yo no podía actuar tan egoísta.
...****************...
Empecé desde temprano a picar la leña en el patio, era un trabajo que odiaba pero si no había leña picada, no había fuego para la estufa y no habría comida preparada.
Coloqué otro trozo de madera sobre el tronco que estaba usando como soporte. Levanté el hacha con un gruñido, me dolían los brazos de tanto levantar la pesada hacha y estaba sudando por el esfuerzo. Dejé caer el hacha sobre la madera y la corté en dos piezas. Volví a hacer lo mismo después de apilar sobre las pocas que había hecho, no había rendido nada, llevaba una hora allí y apenas llevaba unos cuatro troncos cortados.
Después del golpe el hacha se clavó en el tronco de abajo, tiré pero no salió, apreté los dientes mientras halaba pero no salía.
— ¿ Por qué me tiene que pasar esto a mí? — Me quejé enojada mientras intentaba sacarla, el fuerzo me hizo retroceder y elevar mi mano bruscamente, sentí como mi codo pegaba contra algo y me giré.
El General Itans retrocedió soltando un gruñido mientras se llevaba la mano al ojo.
Abrí mis ojos de par en par.
— ¡ Oh, no, General Itans... Soy una torpe, lo siento tanto ! — Me acerqué preocupada cuando apoyó su espalda de la columna y seguía cubriendo su ojo.
— No se preocupe, como le dije la vez pasada fue un accidente — Dijo, fingiendo que no era nada grave.
— Déjeme ver — Pedí mientras me acercaba, tomé su muñeca y me dejó bajar su mano, afortunadamente no le había dado en el ojo pero sí en su pómulo, estaba sangrando levemente, parpadeó varias veces con gesto de dolor.
— ¿ Es grave?
— No... Pero sangra...
Se rió de nuevo y fruncí el ceño.
— Debo aceptar que casi me deja inconsciente, fue un buen golpe — Bromeó y negué con la cabeza.
— Debe pensar que lo hago al propósito, siempre que está cerca de mí, un accidente pasa... Lo siento, es que soy una bruta — Dije apenada y sonrió.
— No es bruta, soy yo que siempre me acerco en el momento equivocado.
— Tengo un bálsamo, ayudará a que no se inche... Siéntese — Señalé la silla junto a los troncos.
— No se preocupe, no es nada.
— No rechace mi gentileza.
Volví adentro y fuí a la cocina, tenía una pequeña caja con medicamentos guardaba en la despensa, hurgué en ella y saqué el frasco con el bálsamo, volví afuera.
El General Itans tomó el hacha y la desencajó con facilidad, como si no pesara nada.
— Le dije que se sentara — Lo regañé y se encogió de hombros.
— Me dió con el codo en el rostro no con el hacha — Dijo despreocupado.
— Haga lo que le digo — Demandé y alzó sus cejas, mi severidad rápidamente flaqueó ante esos ojos intensos — Por favor.
— Claro, sus deseos son órdenes — Dijo después de inclinar la cabeza en un gesto cortés, se sentó en la silla, llevaba una camisa gris holgada, sus pantalones negros y sus botas negras hasta las pantorrillas, me gustaría verlo con ese uniforme dorado y azul, seguramente le quedaba impresionante.
Me acerqué, después de asegurarme de que mi cabello no estuviera despeinado y mi rostro estuviera limpio, rápidamente pasé mi mano por mis ojos y mis mejillas, por mi cabello también.
No podía hacer mucho con el vestido, tenía unas manchas de hollín y el color era aburrido, gris.
El General Itans se quedó inmóvil mientras yo destapaba el frasco y me untaba los dedos, enfrenté su rostro, acercándome. Traté de que mis manos no temblaran mientras posaba mis dedos en el golpe, no hizo ningún gesto de dolor, ese bálsamo me hacía gritar a mi cuando lo aplicaba en mis ampollas pero a él no le hizo ningún efecto, solo apretó su mandíbula.
La barba le había crecido un poco, igual de dorada que su cabello, que también había crecido en ondas lisas como trigo. Cuando llegó lo tenía casi rapado, ya había pasado un mes o más.
La verdad es que mis días eran tan monótonos que no tenía noción del tiempo.
No me observó mientras rozaba su golpe con suavidad, le iba quedar un hematoma, eso era seguro. Siempre metiendo la pata con el general. Sus ojos giraron hacia mí y mi estómago se ahuecó.
— No debería hacer éste tipo de trabajo, está trabajando demasiado, es pesado para una señorita — Dijo, parecía preocupado y me sonrojé de nuevo.
— Son mis obligaciones, debo hacerlas.
— Hablaré con su padre, la ayudaré con sus obligaciones — Propuso y negué con la cabeza.
— No, General Itans, no se tome esa molestia, no es su trabajo...
Me callé cuando me dió una mirada firme.
— No me cuesta nada, el trabajo con su padre no me toma todo el día, tengo mucho tiempo libre y no puedo quedarme tranquilo sin ganarme la comida y la estadía aquí mientras que usted hace todo el trabajo sin descanso — Dijo indignado, me sentí tan admirada por su preocupación.
— Gracias General Itans — Dije de todo corazón, me aparté cuando terminé, se levantó.
— Iré ahora mismo, así usted tendrá descanso y tiempo para sus pinturas, no debe desperdiciar ese talento — Me observó intensamente y solté una costosa respiración, entró y mis nervios aumentaron.
Seguí apilando la madera, agachada en el suelo.
Los pasos del General Itans volvieron de adentro y elevé mi mirada.
— ¿ Qué le dijo mi padre? — Pregunté y sonrió.
— Trabajaré con usted Señorita Sandra.
No pude evitar sentirme aliviada.
— Pero... Usted se cansará y...
— No debe preocuparse, estoy acostumbrado a los trabajos pesados y eso me servirá como entrenamiento — Tomó un trozo de madera lo suficientemente grueso, lo colocó sobre el tronco y sostuvo el hacha como si no pesara nada.
La elevó con ambas manos y la dejó caer con rapidez y precisión, la madera se rompió al instante. Me quedé paralizada observando como volvía a cortar la madera, no pude evitar observar los músculos de sus poderosos brazos y las venas tensas que se marcaban a través de la tela.
Estaba babeando literalmente pero volví mi atención a los trozos cortados.
— Descanse Señorita Sandra — Gruñó sin dejar de trabajar.
— Voy a apilar los trozos — Dije mientras el sonido del hacha golpeando la madera se seguía repitiendo, estuvo mucho tiempo así, sin detenerse y sin disminuir el ritmo.
Obviamente tendría que ser fuerte, si era el general del ejército.
Tomé las maderas pero sentí una punzada en el dedo índice, solté un gemido de dolor y me levanté.
El hacha se detuvo.
— ¿ Qué sucede? — Preguntó mientras yo observaba mi dedo con dolor, tenía una astilla enterrada en la punta, era lo bastante grande para sacarme lágrimas.
— Una astilla, no es nada — Dije, haciéndome la fuerte, pero se acercó.
— Déjeme ver, si no la saca se le inflamará — Me informó cuando me alejé, negando rápidamente.
— No, me dolerá — Dije asustada.
— Dolerá más si no la retira — Me persiguió, mi dedo ya estaba empezando a punzar, me detuve y elevé mi dedo hacia él.
Frunció el ceño mientras sus ojos observaban mi dedo astillado.
Tomó mi mano y la acercó más a él.
Me tensé mientras sentía su mano sudada y firme. Tocó mi dedo y solté un brinco, chillando. Se detuvo y me observó preocupado.
—¿ Duele mucho? — Preguntó y asentí con la cabeza, mis ojos se aflojaron.
— Supongo que es mi castigo por darle un golpe.
Negó con la cabeza — No fue adrede, al parecer si estamos cerca ocurren muchas accidentes — Bromeó pero volvió a acercar sus dedos a la astilla — Aguante, la sacaré rápido, quédese quieta.
Cerré mis ojos mientras el miedo me dominaba, solté un brinco cuando sentí como tiraba de la punta que sobresalía de mi piel. La jaló rápido y abrí mis ojos.
— ¿ Eso fue todo ? — Pregunté.
— Sí, Señorita Sandra, sobrevivió — Se burló de mí y fruncí el ceño.
La sangre brotó de la punta de mi dedo, en gran cantidad.
— Ay no...
El General Itans trazó mi palma y sentí de nuevo el escalofrío.
— Las manos de una señorita no deberían estar tan maltratadas — Dijo mientras tocaba mis callos y mis ampollas, se me cortó las respiración, mis uñas también estaban rotas casi hasta la cutícula, sentí un poco de enojo ante su apreciación.
— No solían ser así antes — Dije mientras intentaba zafarme de su agarre — Mis manos maltratadas no me hacen ser menos dama.
Me observó avergonzado.
— No es lo que quise decir... Usted es una dama... Una señorita... — Se calló antes de terminar la frase, se tornó tenso.
Hice ademán de alejarme — ¿ Me devuélveme mi mano maltratada ?
— Espere — Dijo, elevó mi mano hacia su rostro, no lo ví venir, llevó mi dedo lleno de sangre entre sus labios y succionó con suavidad, tuve que apretar mi boca para no soltar un gemido, su boca estaba cálida, sentí el toque leve y húmedo de su lengua y un extraño hormigueo me recorrió entre las piernas.
Unos pocos segundos y lo alejó de sus labios pero yo estaba tan nerviosa que me quedé observando con el rostro ardiendo. El General Itans se alejó al notar mi nerviosismo y por primera vez sus mejillas se sonrojaron.
— Eso siempre funciona — Su voz salió gutural, igual de nervioso que yo, me quedé callada y me dió la espalda para volver a trabajo.
Mi dedo dejó de sangrar pero la sensación extraña entre mis piernas se quedó por un minuto más.