En el imponente Castillo de Lysandre, Elaria, una joven reina de 20 años, gobierna con determinación desde que la tragedia golpeó su familia. Tras la inesperada muerte de su madre años atrás, Elaria asumió el trono bajo la tutela de su padre, el rey Aldred. Aunque ha demostrado ser una líder firme y justa, su vida ha estado rodeada de aislamiento y deberes, lejos de los ojos curiosos del reino. Todo cambia cuando el rey decide abrir las puertas del castillo para un gran baile, invitando a familias nobles y plebeyas a una noche de celebración. Lo que parece un intento de reconciliarse con su pueblo pronto se convierte en caos, pues un grupo de infiltrados entra al castillo con la intención de robar las joyas de la corona. En medio de la confusión, Elaria se encuentra cara a cara con uno de los ladrones: un joven atractivo y enigmático cuyos ojos parecen revelar más secretos que intenciones maliciosas. Aunque debería detenerlo, algo en ella no lo hace.
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Capítulo 14
La luz del sol que se filtraba por la ventana me despertó, haciéndome parpadear mientras intentaba ajustar mi vista. Mi cabeza latía suavemente, como un tambor lejano, y mi cuerpo se sentía extraño. Me incorporé lentamente, notando que estaba en la cama. No recordaba haberme acostado allí.
Llevé una mano a mi frente, tratando de juntar las piezas de la noche anterior. Fragmentos desordenados de risas, música y un rostro demasiado cercano pasaron por mi mente, pero todo era borroso.
—¿Qué demonios pasó anoche? —murmuré, hablando más para mí misma.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Kael entró con una sonrisa descarada en el rostro y una taza de algo humeante en la mano.
—Buenos días, reina —dijo con un tono burlón.
Fruncí el ceño de inmediato.
—No me llames reina —le espeté, sintiendo un calor incómodo en mis mejillas—. Y… ¿qué pasó anoche?
Kael se acercó y me tendió la taza.
—Nada de lo que deberías preocuparte —respondió, claramente disfrutando de mi confusión.
Tomé la taza y lo miré con recelo.
—Kael, en serio. No recuerdo nada.
Se apoyó en el marco de la ventana, cruzando los brazos mientras me observaba.
—Te lo resumo: bebiste más de la cuenta, intentaste caminar como si estuvieras sobria, casi te caes y… —hizo una pausa, sonriendo con picardía— confesaste algo interesante.
—¿Qué confesé? —pregunté rápidamente, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.
Kael me miró, sus ojos brillando con un toque de misterio.
—Eso es algo que tendrás que recordar tú sola.
—Kael… —insistí, pero él se limitó a dar media vuelta.
—Vamos, vístete. Tenemos que seguir nuestro camino. No tenemos todo el día.
Lo vi salir de la habitación, dejando la puerta entreabierta. Me dejé caer nuevamente sobre la cama, sintiendo que mi frustración crecía.
—¿Qué le dije? —murmuré para mí misma, tratando desesperadamente de armar el rompecabezas de mi memoria perdida.
Me levanté con resignación y busqué algo cómodo para ponerme. Cada movimiento parecía activar una punzada en mi cabeza, recordándome la mala idea que había sido beber tanto.
Bajé las escaleras del bar y lo encontré sentado en una mesa, jugueteando con un vaso de agua. Me vio acercarme y alzó una ceja, como si estuviera evaluando mi estado.
—Parece que la reina sobrevivió a la batalla nocturna —comentó con una sonrisa burlona.
—Ya basta con lo de reina —respondí, rodando los ojos mientras me sentaba frente a él—. ¿Siempre eres así de insoportable por la mañana?
Él rió suavemente, apoyando los codos en la mesa.
—Solo contigo. Tienes algo que me inspira, ¿sabes?
—Inspirarte para molestarme, claro —repliqué, aunque no pude evitar que se me escapara una leve sonrisa.
Kael se inclinó un poco hacia mí, su expresión cambiando a algo más serio.
—Deberíamos irnos pronto. Ya nos hemos quedado demasiado tiempo en este lugar.
—¿Ya tienes todo planeado? —pregunté, levantando una ceja.
—Más o menos. Hay un camino que quiero seguir, pero... —se interrumpió y me miró fijamente, como si estuviera evaluando algo en mi rostro— ¿Todavía quieres venir conmigo, Elaria?
Su pregunta me tomó por sorpresa.
—¿A qué viene eso ahora?
—Es una pregunta válida —respondió, encogiéndose de hombros—. Esto no va a ser fácil, ni bonito. Si te quedas conmigo, no habrá lujos, ni comodidad, ni...
—Kael —lo interrumpí, mirándolo directamente a los ojos—. Me fui del castillo porque quería algo diferente. Sabía que no iba a ser fácil, pero estoy aquí. ¿De verdad necesitas una respuesta? Y ni siquiera tengo un destino exacto.
Él me sostuvo la mirada por un momento, luego sonrió de lado.
—Bien. Termina tu desayuno rápido, entonces. Tenemos que movernos.
Terminé de comer y salí del bar, encontrándome con Kael que me esperaba apoyado contra la pared, mirando hacia el horizonte como si estuviera en otro mundo. Al verme, su expresión cambió a una neutral, casi aburrida, pero sus ojos tenían ese brillo astuto que ya conocía.
—¿Lista? —preguntó, enderezándose.
—Siempre lo estoy —respondí, ajustándome las botas.
Kael me miró de arriba a abajo, como si evaluara si realmente estaba lista o solo quería impresionarlo.
—De acuerdo. Vamos, antes de que cambies de opinión.
Empezamos a caminar por un sendero que salía del pueblo, más allá de los árboles y hacia un terreno que no reconocía. El silencio entre nosotros era casi cómodo, hasta que decidí romperlo.
—¿Siempre viajas solo?
—La mayoría del tiempo —respondió sin mirarme.
—¿Y nunca has pensado en quedarte en un lugar?
Él soltó una risa breve, como si la pregunta le pareciera absurda.
—¿Para qué? No soy del tipo que se queda.
Fruncí el ceño, pero no dije nada. A veces, Kael era como un libro cerrado. Podía pasar horas observándolo y aún así sentir que no sabía nada de él.
—¿Y tú? —preguntó de repente, girando la cabeza para mirarme—. ¿Crees que podrías quedarte en algún lugar?
Me tomó desprevenida.
—No lo sé... Supongo que depende del lugar y de las circunstancias.
—Interesante —murmuró, volviendo la vista al frente—. Supongo que aún no has encontrado ese lugar.
—¿Y tú sí?
Kael tardó en responder. Finalmente, dijo:
—Yo no busco lugares. Busco momentos.
La respuesta me dejó pensando. ¿Era eso lo que yo también estaba haciendo? ¿Huir del pasado y simplemente buscar un momento perfecto que justificara todo?
Seguimos caminando, cada uno inmerso en sus pensamientos, hasta que el sendero empezó a volverse más inclinado.
—Cuidado con las rocas —dijo Kael, ofreciéndome la mano cuando notó que me tambaleaba un poco.
Lo miré, sorprendida, pero acepté su ayuda. Su mano era cálida y firme, y aunque no lo admitiera, me hacía sentir segura.
—Gracias —murmuré.
Él no respondió, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
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