La vida de Camila en Florencia se convierte en una pesadilla cuando es víctima de un secuestro y un brutal asalto. Dos semanas después, vive atrapada por el terror y el silencio junto a su flamante esposo, Diego Bianchi, el poderoso CEO de una de las dinastías más acaudaladas de Italia. Para proteger la estabilidad de su nueva vida, Camila le oculta a Diego la verdad más oscura de aquella noche, catalogada oficialmente como un "secuestro normal".
Diego, un hombre que la sacó de su humilde vida como camarera, la ama con una posesividad controladora, pero al mismo tiempo la avergüenza por su origen, viéndola más como un trofeo que como una esposa. Esta mentira es el cimiento quebradizo de su matrimonio.
La tensión explota en la cena familiar de los Bianchi, donde Diego presenta a Camila sorpresivamente como su prometida. En medio de la fría y juzgadora élite, la belleza de Camila impacta profundamente al hermano menor de Diego, Alejandro, quien queda irremisiblemente atónito.
A medi
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Desconcertada
Él hizo una señal a seguridad para que la sacaran de su oficina de inmediato.
En ese momento, Alejandro llegó y se detuvo en el umbral, disfrutando del espectáculo.
—¡Vaya! ¿Ya recibes a tus amantes en la compañía de la familia? —le preguntó Alejandro, con una burla helada en la voz.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Diego, cortante.
—Esta también es mi compañía, así que vengo a vigilar que todo esté funcionando como un relojito, ya sabes, sin mis intereses —respondió él, con una sonrisa que no le llegaba a los ojos.
—Todo está bien, te puedes ir —le dijo Diego, intentando que se marchara.
—Qué bueno. No esperaría menos de ti —contestó Alejandro, apoyando ambas manos sobre el escritorio de Diego, intimidándolo con su cercanía.
Luego salió de la oficina con una sonrisa maliciosa en los labios. Al entrar al ascensor, sacó su celular y susurró a través del aparato:
—Necesito información de una persona. Quiero saber absolutamente todo sobre ella, hasta el último detalle.
Camila, por su parte, no sabía qué hacer. Se enfrentaba a dos opciones: darle la noticia a Diego de que iba a ser padre con toda naturalidad, o contarle la verdad sobre su embarazo y enfrentarse a las devastadoras consecuencias.
Puso sus manos protectoramente sobre su vientre. Por amor a su hijo, eligió el camino que le parecía más seguro.
Al caer la noche, Diego regresó de la oficina.
Camila lo esperaba en la sala como siempre. Aunque para ella el mundo había cambiado, no le quedaba otra opción que seguir adelante como si nada hubiera pasado.
—Hola. Luces hermosa como siempre —le dijo Diego a Camila, dándole un beso fugaz.
—Gracias —respondió ella seriamente, sin poder devolver el gesto.
—Cómo has cambiado. Qué fría eres ahora —le contestó él, sintiendo la distancia.
—No es para menos. No todos los días descubres el engaño de tu esposo —le respondió ella, sin inmutarse.
Diego la miró, sonrió con suficiencia, y se sirvió una copa de whisky.
A sus espaldas, Camila respiró profundo, reuniendo todo su coraje para darle la noticia.
—Tengo algo que decirte —le dijo ella.
Diego se giró, con la copa en la mano, y le preguntó:
—¿Es sobre el divorcio? Porque ya te dije que no. Jamás me dejarás.
—No, no es eso —respondió ella.
—¿Entonces de qué se trata? —le preguntó él, intrigado por el tono de su voz.
Camila respiró profundo una vez más y soltó la bomba con voz firme:
—Estoy embarazada.
Diego quedó sorprendido. Dejó la copa de whisky sobre la mesa de un golpe seco y miró a Camila.
—¿Estás segura? —preguntó, con la voz grave.
—Sí. Me hice varios tests y todos dieron positivo —contestó ella.
Él guardó silencio durante unos segundos que parecieron eternos. Camila lo miraba impaciente, totalmente segura de que la noticia le había desagradado.
Pero de repente, Diego soltó un grito de euforia y la tomó en sus brazos, levantándola del suelo.
—¡Un hijo! ¡Vamos a tener un hijo! Esto es increíble, ¡seré papá! Escucha, mi amor, esta es la mejor noticia del mundo. Así que, de ahora en adelante, ya no vamos a discutir más. Cometí un error y lo reconozco, pero ahora eso es pasado. ¡Esta noticia lo cambia todo, todo!.
Camila lo miró asombrada. Diego estaba genuinamente feliz. Parecía que, al menos para él, todo volvía a estar en orden. Pero en la mente de Camila, la pregunta aún ardía: ¿Y si él no era el padre?
mendigo infiel
son fuego