¿Qué pasa cuando un personaje de novela antigua transmigra al mundo moderno? Esta es la divertida historia de una villana adaptándose al progreso. Es como invitar un neandertal a casa
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Una familia complicada
El Doctor Miranda como había prometido, vino a despedir a su paciente. Esta, como siempre no decepcionaba. Ahí estaba de nuevo discutiendo con la madre y la enfermera a cargo de la sala, por las cosas que la paciente metía en una maleta.
- Mire jovencita entienda, puede llevarse todo el aseo, pero debe dejar el avituallamiento, la ropa y la cortina del baño. Tampoco puede llevarse ni el espejo ni el televisor de la habitación.
- No. Entienda usted. Estas son mis nuevas cosas en este mundo y no voy a dejarlas porque una plebeya envidiosa como tú me lo pida. El cuadro mágico me lo llevo, porque la señora maga me dijo que por ahí es que voy a aprender de este Reino - País nuevo.
Rosa trataba de intervenir, pero la chica ya descolgaba la tele de su soporte.
- Cariño deja la tele, en casa tenemos y te pongo una en el cuarto si quieres.
- No, quiero esta, es mía.
- Ten cuidado que puedes romperla. Estos televisores son muy sensibles corazón.
- Yo tengo cuidado, pero me lo llevo.
Alberto desde la puerta no sabía si reírse, intentar razonar con ella o llamar a seguridad. En eso llegaron dos hombres que por sus carísimos trajes debían pertenecer a una clase social superior a la media. El hombre más alto y distinguido se adelantó y saludó a la paciente que de puro sorprendida, permitió que por fin la madre le quitara el televisor.
- Hola mi niña- había dicho el hombre aquel y cuando la tocó, ella sintió un sentimiento confuso en su pecho. No era la confianza y cariño que sentía por la maga, esto era más como la rabia.- No me toque.- replicó cortante, mientras retiraba la mano del hombre bruscamente. Él se encogió por el rechazo y el otro que lo acompañaba se adelantó como una fiera a defenderlo
- Tú, tan mal educada como siempre. No cambias ni aunque estés a las puertas de la muerte.
Fue esta la señal que le dio a entender a Dalia quiénes eran estos hombres. El primero, seguro era el padre de este cuerpo y el otro su pareja. Esto no le extrañaba especialmente. En su mundo no era muy frecuente, pero conocía a una pareja de plebeyos que trabajaban en el marquesado, con este problema. Su padre el marqués les había dado trabajo cuando nadie quería y ellos le habían devuelto una lealtad inquebrantable, siendo muy buenos en los trabajos que hacían. Recordaba que su madre decía que no había que juzgar a las personas por sus diferencias. Ahora entendía la conversación enigmática con la maga esa mañana en el desayuno y una sonrisa traviesa asomó a sus labios. Iba a cumplir su promesa, cómo no, pero..., un poco de diversión no vendría mal. Claro, había prometido no ofender con eso de cucaracha, insecto, ni mariposa. Había maneras más creativas de mortificar a alguien y ese odioso plebeyo se lo había buscado por gritarle. Se acercó al actual padre y lo abrazó con toda su alma.
- ¡Papito de mi vida qué bueno que has venido! ¿No sabes cuánto te extrañaba?- el pobre hombre casi llora por esto. Su hija llevaba casi cinco años que no le dirigía apenas la palabra. La abrazó con ternura. Él la adoraba. Dalia observaba que esto hacía que el otro hombre se pusiera verde, pero ella no había terminado con él. Oh no señor, de eso nada.
- Papito todavía tienes gustos horribles, mira que andar exhibiendo por ahí semejante serpiente. La gente puede asustarse.
- ¿Pero qué dices engreída?
- Cállate garrapata plebeya. No me habló contigo.- el hombre perdió el color y el habla ante el nuevo insulto. Antes que la cosa se volviera color de hormiga brava el Doctor Miranda intervino.
- Dalia lista para ir a casa.
Todos fingieron que el breve altercado no tuvo lugar. Y Dalia ignorando la mirada de advertencia de su madre, la pena de su padre y la furia del ofendido saludó alegremente.
- ¡Ha venido Falso Doctor! Gracias por eso. Mire le presentó a mi padre. Papito, este es el Falso Doctor que me ha ayudado.
La habitación quedó en silencio hasta que Eduardo que estaba al tanto de la situación se adelantó y estrechó la mano del Doctor.
- Es un gusto conocerlo. Ahora me llevo a mi niña. Gracias por su atención. Será recompensado.
Cuando Dalia oyó la palabra recompensa, se le iluminaron los ojos. Así que este nuevo papá, tenía plata, pues eso eran excelentes noticias.
- Papito esta plebeya no me deja llevarme mis regalos. - se quejó lastimeramente- Dale dinero para que me deje tener mis tesoros.
- Claro mi princesa. Lo que tú quieras.- esta forma cariñosa de su hija lo tenía desarmado. Si ella pedía la Luna, la Luna le daría. Había sufrido tanto por el rechazo de Dalia, que ahora todo era poco para complacerla. Se giró hacia la enfermera y le preguntó.- ¿Qué es lo que quiere llevarse mi hija?
- Todo. El televisor, la cortina del baño, las sábanas, las toallas y el espejo.
Dalia intervino y agregó.
- Y esta silla también. Es de la señora maga.- aclaró. La enfermera la miró incrédula. Y suspiró fuerte, se giró hacia el padre de la chica esperando que esté la metiera en razón, pero esto nunca sucedió al contrario le siguió la locura 😵💫.
- Bien haga la cuenta y dígame el importe. Le pagó al hospital el doble.
La enfermera se quedó mirando atontada a aquel atractivo hombre. ¿Ya sabía de dónde le venía la locura a aquella chiquilla? Ni discutió, total era evidente que la locura era genética en esa familia. Miró con desesperación al Doctor Miranda y este se encogió de hombros, como quien dice: ¿Y yo, qué puedo hacer ante esto? Como ella seguía esperando indicaciones de cómo proceder, el Doctor le dijo.
- Yo asumo la responsabilidad. Haga como que es parte del tratamiento y pásele la factura al señor.- la enfermera se fue a cumplir la orden y Dalia más feliz que una niña en pascua se apresuró a recoger todas aquellas cosas. Como no cabían ni el televisor, ni el espejo en la maleta le preguntó a su madre
- Señora Maga usted puede hacer su magia para que esto quepa en el baúl bonito. - Rosa no sabía qué decir y la pareja de Eduardo disimulaba una sonrisa burlona. Alberto no abría la boca y fue Eduardo quien resolvió la cuestión.
- Eso no es un problema princesa. - sacó el celular y dio varias órdenes por allí. Dalia miraba fascinada al nuevo objeto y su admiración creció, cuando entraron inmediatamente dos hombres a cumplir las órdenes dadas por su nuevo padre. En segundos quedaron empacadas todas las cosas que ella quería y fueron trasladadas por aquellos eficientes sirvientes hacia el coche que debía estar en alguna parte, a la que luego irían todos juntos. La enfermera volvió con los documentos del egreso y la cuenta hospitalaria, donde se habían sumado, las cosas adquiridas por la joven. Eduardo miró la misma y sin un pestañazo sacó el talonario de cheques e hizo uno para la enfermera y otro para Alberto que trató de rehusarse, pero la presencia de aquel hombre era imponente y terminó cediendo.
- Bueno ya nos vamos, ven mi niña- tomó a Dalia de la mano y se encaminó a la salida. Nadie dijo nada ni siquiera Rosa que no se atrevió a abrir la boca en todo ese tiempo, tampoco lo hizo Mario la pareja de Eduardo. Ellos como intrusos que eran, en esa relación compleja entre padre e hija se mantuvieron al margen y se limitaron a seguirlos en silencio; no sin cruzarse entre sí miradas despectivas. El Doctor Miranda se quedó viendo en el pasillo, cómo se alejaba aquella complicada familia. Los vio tomar el ascensor y por fin la tranquilidad regresó a aquel lugar. Se permitió entonces respirar y mirar el cheque. Sus ojos se abrieron de golpe. !Dios de cielo santo! ¿Quiénes eran aquellas personas? Soltó un silbido bajo.
Dalia estaba consternada, sintió una cosita rara en el estómago, cuando aquella caja en la que entraron se puso en movimiento. Según entendió a su recién estrenado padre. Ellos estaban en el tercer piso y debían bajar al primero. Pensó que iban hacia las escaleras, pero su flamante papá la había metido en esta cosa cuadrada sin ventanas, junto a la maga y el otro pesado. Comprendía que esta caja estaba en movimiento, pero lo que sí no entendía era, ¿cómo rayos llegarían hasta el primer piso sin escaleras? ¿Sería un portal mágico o algo parecido? ¿Es que este padre también era un mago? Seguro que sí. Mira lo que había hecho con el objeto que tenía en su bolsillo. El que le dabas órdenes y estas eran cumplidas de inmediato. Tenía que conseguir una de esas cosas.
Las puertas del ascensor se abrieron sin un ruido y Dalia se encontró ante otra perspectiva. Sí, definitivamente había viajado por un portal mágico. Esto lo sabía porque en los libros de cuentos que su nana le leía en su otra vida, había todo tipo de magias y se hablaba de portales como estos, en los que ibas de inmediato de un lugar para otro. Caminaron por algunos pasillos y salieron a la calle de golpe y allí Dalia se quedó impactada y asustada. Por primera vez se enfrentaba a una ciudad moderna en plena hora pico. Las personas iban de un lado para otro sin mirarse entre sí, casi todas con aquellas cosas que se ponían al oído como su padre o hablaban solas. La aturdían las bocinas de los carros, los propios carros, las ropas, el colorido, los carteles luminosos, la música, las conversaciones y la enorme limusina negra que frenó ante ellos y de la que bajaron, abriendo las puertas los hombres de antes. Era demasiado para su cerebro.
Dalia no se movía, esto era mucho para asimilar. Sabía que Dios la había puesto en un mundo diferente, pero esto era pasarse. Su nuevo padre la instó a entrar a aquella cosa reluciente y obedientemente lo hizo. Tal vez esto era otro portal mágico que la llevaría a su nuevo hogar. Se sentó cerca de la ventanilla mirando fascinada, curiosa y temerosa a la vez el mundo que empezaba a deslizarse a través del cristal misterioso que era negro por fuera, pero transparente por dentro. Sonrió feliz. Este mundo era desconocido, pero ya se encargaría ella de hacerlo suyo.
de raros como su amiga que a pesar
de todo va por su meta de acostarse con Mario le gusta
los villanos será que ella se lo quede lo amarre?