Jasmim y Jade son gemelas idénticas, pero separadas desde su nacimiento por un oscuro acuerdo entre sus padres: cada una crecería con uno de ellos en mundos opuestos. Mientras Jasmim fue criada con sencillez en un barrio modesto de Belo Horizonte, Jade creció rodeada de lujo en Italia, mimada por su padre, Alessandro Moretti, un hombre poderoso y temido.
A pesar de la distancia, Jasmim siempre supo quiénes eran su hermana y su padre, pero el contacto limitado a videollamadas frías y esporádicas dejó claro que nunca sería realmente aceptada. Jade, por su parte, siente vergüenza de su madre y su hermana, considerándolas bastardas ignorantes y un recordatorio de sus humildes orígenes que tanto desea borrar.
Cuando Marlene, la madre de las gemelas, muere repentinamente, Jasmim debe viajar a Italia para vivir con el padre que nunca conoció en persona. Es entonces cuando Jade ve la oportunidad perfecta para librarse de un matrimonio arreglado con Dimitri Volkov, el pakhan de la mafia rusa: obligar a Jasmim a casarse en su lugar.
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Capítulo 7
📖 Capítulo 7 – El Comienzo de la Trampa
Una semana se había arrastrado desde la noche en que Alessandro Moretti golpeó la mesa y decretó el matrimonio de Jade con Dimitri Volkov. Siete días que transformaron el clima de la mansión Moretti en un escenario aún más sombrío y silencioso.
Jazmín sentía cada hora pesar en sus hombros. Desde entonces, Jade había cambiado completamente. Ya no aparecía para las comidas, no buscaba provocaciones. Cuando, por casualidad, se cruzaban por los corredores, la hermana bajaba la cabeza como si cargara el peso del mundo — o de sus propios pecados. Era una Jade irreconocible, y eso dejaba a Jazmín con la sensación de que algo muy malo estaba por suceder.
El padre, por su parte, estaba cada vez más ausente. Salía temprano, regresaba tarde, sumergido en asuntos que Jazmín ni soñaba entender — negocios obscuros que mantenían a la mafia viva y sus manos limpias de sangre, al menos a los ojos del mundo.
Aquella noche, la mansión estaba sumergida en silencio cuando Jazmín volvió del curso. Ya era casi medianoche; el padre no estaba en casa y los pocos empleados se habían recogido. El eco de los tacones bajos de ella sonaba como truenos en el corredor vacío.
Ella entró en su cuarto, cerrando la puerta con cuidado. Necesitaba paz. Pero antes de que pudiera respirar hondo, el pestillo giró. La puerta se abrió despacio, revelando a Jade.
Ella entró con pasos hesitantes, la cabeza baja, los hombros curvados como si cargaran fardos invisibles. Jazmín se extrañó; era como ver a otra persona.
— ¿Jade? — preguntó, sorprendida y desconfiada, sin esconder la frialdad en la voz. — ¿Qué quieres?
Jade alzó la mirada despacio. Sus ojos estaban hinchados, rojos como si hubiera llorado por días. El maquillaje corrido denunciaba noches mal dormidas. Su voz salió baja, trémula:
— Yo… yo necesito conversar. Solo nosotras dos.
Jazmín frunció el ceño, pero no se negó. Quería oír lo que la hermana tenía que decir — y, si fuese una provocación más, respondería a la altura. Jade cerró la puerta tras de sí, respiró hondo y comenzó a hablar, con la voz embargada:
— Yo sé que fui horrible contigo… siempre. Sé que fui injusta, cruel, envidiosa. Pero tú no entiendes… — Jade se acercó, como si buscara complicidad. — Tú tuviste algo que yo nunca tuve: amor. Tú tuviste a mamá. Yo solo tuve dinero, lujo… pero nunca fui amada por nadie.
Jazmín sintió el estómago revolver. Las palabras de la hermana golpeaban hondo, pero ella no quería dejarse llevar. Aún así, Jade parecía tan quebrada, tan vulnerable…
— Y ahora… ahora me voy a casar con un hombre que yo nunca he visto — continuó Jade, comenzando a llorar. — Ellos van a descubrir… me van a matar…
La mano de ella temblaba mientras metía en el bolsillo del abrigo un sobre y lo entregaba a Jazmín. Dentro, había un examen médico con el nombre “Jade Moretti” y la palabra que explotaba como una bomba: Embarazada.
Jazmín abrió los ojos desmesuradamente, sintiendo el suelo desaparecer bajo sus pies. Jade se llevó las manos al rostro, sollozando:
— Él me va a matar cuando descubra que no soy más virgen… y que estoy esperando un hijo. No puedo huir. No tengo para dónde ir. Tú… tú eres mi única oportunidad.
La voz de ella falló. Jade se arrodilló, sujetando la mano de la hermana con fuerza, los ojos suplicantes brillando como pozos de desesperación:
— Por favor, Jazmín… ayúdame. Salva mi vida.
En el silencio del cuarto, solo se oía la respiración rápida de las dos. Jazmín sentía el corazón latir tan alto que parecía llenar todo el cuarto. Ella sabía que la decisión que tomase allí podría cambiar para siempre el destino de ambas.
Y por primera vez, tuvo miedo real de no haber salida.