{Publicaciones los LUNES/MIÉRCOLES/VIERNES}
Elizabeth era una mujer adulta que vivía sola y gozaba a pleno de su sexualidad, cuando muere por un accidente de tránsito, reencarna en un libro de época antigua que leyó antes de morir. Ella al saber cómo se darán las cosas, comienza a preparar y claro, a formar su propio harén, porque ¿para que conformarse solo con uno cuando se puede tener a seis?. Elizabeth tendrá que enfrentar muchas cosas y personas para lograr sus objetivos, además de enfrentarse a la diferencia de época y creencias sociales...
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Capítulo 9
Al otro día, Elizabeth y Arthur fueron llamados al despacho de su padre, el duque.
Nada más entrar, ambos pueden ver allí a la duquesa parada junto al duque, con el ceño fruncido y los brazos en jarras.
-¿Es cierto lo que me han dicho de vos Elizabeth? - preguntó su padre seriamente
-Depende de lo que te hayan dicho, padre - respondió ella tranquila
-¡Deja de hacerte la señorita ahora! - la reprendió su madre a los gritos - ¡Bien que ayer andabas de machona molestando a tu hermano en su entrenamiento!
-Penélope... - murmuró en forma de advertencia el duque, no le agradaba la forma en la que trataba a Elizabeth
-Ella no me molestaba - exclamó de pronto Arthur, sorprendido a sus padres - Ella me pidió que la ayude a entrenar y a usar adecuadamente la espada y yo acepté con gusto - la miró y le tomó la mano, ese era un pequeño paso para volver a ser los que eran
En el despacho reinó el silencio por unos minutos, aunque los duques sentían cosas totalmente distintas por sus hijos. Robert sentía orgullo y admiración por ambos, mientras que Penélope sentía irritación, molestia y asco.
-¿Por qué querés entrenar Elizabeth? - preguntó de pronto el duque
-¿Por qué no hacerlo? - replicó ella - es una buena forma de estar mejor de salud, además es necesario saber defenderse uno mismo, no estar dependiendo siempre de los guardias o de alguien más, porque en caso de que no lleguen a estar, sería mi fin - explicó ella tranquila
El duque guardó silencio por un momento, pensativo.
-Una señorita de sociedad no debería estar haciendo esas cosas de hombres, para algo tenemos los guardias - negó la duquesa a su petición - seguramente vos lo que querés es estar entre puro hombre
-Es más preferible que estar entre pura mujer víbora - respondió sonriente Elizabeth, causando una gran indignación en la duquesa
-Padre, yo puedo enseñarle lo que sé, prometo que tendré mucho cuidado - solicitó Arthur tratando de que su padre no le diera importancia al comentario de su descarada hermana
-No entrenarás a Elizabeth - respondió él duque. La duquesa sintiéndose ganadora sonrió de oreja a oreja, levantando el mentón llena de arrogancia - Le pondré un instructor que le enseñe todo lo que ella necesita, de lo contrario, vos te vas a atrasar con tus entrenamientos y deberes - sentenció el duque sonriente
A la duquesa se le cayó toda la arrogancia como un balde de agua fría encima. No podía creer lo que estaba permitiendo el duque. Y aunque intentó quejarse y replicar, solo se ganaba reprimendas y negativas por parte de su esposo.
-Elizabeth - la llamó su padre cuando la duquesa salió enfurecida de ahí - A partir de la semana que viene, comenzarás con tus entrenamientos, mientras tanto quiero que vayas a una modista y encargues un traje adecuado para tus entrenamientos, ¿de acuerdo?
-¡Claro que sí, padre! - respondió eufórica saltando a sus brazos, lo abrazo fuertemente por lo contenta que estaba. Y aunque al principio el duque estaba realmente sorprendido, no tardó en responderle el abrazo.
Al salir del despacho, Elizabeth también abrazó a su hermano Arthur por haberla ayudado y defendido. Además de qué también se había ofrecido a ayudarla con los diseños que le iban a dar a la modista para su traje de entrenamiento.
Justo cuando Amelia estaba de salida a una fiesta de té con sus amigas, escuchó lo que hablaban Elizabeth y Arthur sobre los entrenamientos y ropas. Totalmente indignada fue a la fiesta a compartir con todas las demás señoritas lo que había escuchado y a correr el rumor de que su hermana era una ofrecida que andaba en los entrenamientos de hombre solo para estar entre ellos.
La semana pasó volando entre tantas cosas por hacer y por fin había llegado el día de comenzar sus entrenamientos.
Su padre le había asignado como tutor a un antiguo guardia real del imperio, con el cual aún mantenían una muy buena relación.
-Buenos días señor Fitzwilliam - lo reverenció levemente en forma de respeto
-Buenos días señorita Wilson - también reverenció con una sonrisa, le parecía una señorita bastante humilde
El entrenador le hizo realizar circuitos similares a los que le había dado su hermano, incluso el manejo de la espada era igual.
-Veo que la señorita ya tiene algo de conocimiento previo - indicó el tutor
-No señor, mi hermano Arthur me entreno un poco la semana pasada, y yo continué por mi cuenta lo que él me había enseñado hasta hoy - explicó ella con respeto y admiración por aquel hombre, él había sido uno de los guardias reales más importantes del imperio, derrotando a miles de enemigos. Y aunque ahora era solo un guardia retirado, se le notaba el aura poderosa y peligrosa.
El tutor de ella pudo notar que la señorita era muy rápida para aprender, manejaba demasiado bien la espada aunque fuera de madera, además todo el tiempo era sumamente respetuosa y educada, muy humilde, cosa que ya no se podía ver en las jovencitas de esa época.
Los días fueron pasando y el entrenamiento daba sus frutos, a veces ella prácticas con Arthur mientras el tutor los evaluaba, estaba totalmente sorprendido por el rápido crecimiento de Elizabeth con la espada.
Un día llegó Caleb, y junto a él estaba su hermana Harriet. Elizabeth logró convencer a ambos que se unieran al entrenamiento con el permiso del tutor, que solo sonreía.
Con Harriet costó bastante, pero logró persuadirla explicándole lo mismo que al padre, todo es válido para su seguridad.
El entrenamiento de ese día se había dividido en dos, por un lado, estaban Arthur y Harriet enfrentados, mientras que, por otro lado, estaban Caleb y Elizabeth.
El duelo comenzó, y Caleb confiado de sí mismo hacía bromas todo el rato, pero de forma que solo ella pudiera escuchar.
-Ay Eli, si te gano, ¿que harás por mí? - pregúntaba él coqueto esquivando la espada de Elizabeth
-¿Tan seguro estás de que vas a ganar? - replicaba ella estudiando sus movimientos
-Estoy seguro amorcito, pero no te desanimes, que puedo enseñarte algunos movimientos - proponía él mirándola con lujuria
-Tal vez yo sea la que te enseñe cosas nuevas a vos está vez - sonrió ella, notando que no se posicionaba adecuadamente al caminar, cruzaba los pies, lo cual con una patadita suya lo derrumbaría.
-De acuerdo, si yo gano, quiero que me hagas eso que tanto me gusta, cuando te arrodillas ante mí y haces esas cosas con tu boquita y además también con las manos - se había perdido en sus pensamientos lujuriosos Caleb, haciendo reír a Elizabeth
-De acuerdo, y si yo gano... quiero que me cumplas una fantasía... - sonrió ella con la mirada llena de lujuria y aires de misterio, Caleb aceptó enseguida y en cuánto él aceptó, ella lo derrumbó y colocó rápidamente la espada en su cuello, ganando el duelo.
Al girarse, notó que su profesor y hermano estaban totalmente sorprendidos por su estrategia y rapidez.
Arthur no perdió oportunidad de reírse del amante de su hermana, haciéndole burlas a más no poder. Aunque ambos sabían que era broma y en realidad se llevaban superbién.
Harriet se prometió a sí misma lograr mucho más de sí, quería poder ser capaz de defender a aquellos a los que amaba.
Por otro lado, el profesor se acercó a Elizabeth y trae felicitarla le propuso algo.
-Mire señorita, yo tengo un hijo llamado Jasper que está entrenando para ser guardia real del imperio, me gustaría si usted y su padre me lo permiten, traerlo y hacerlo prácticar con usted, me parece que les serviría mucho a ambos - solicitó con respeto el tutor
-Por supuesto que puede traer a su hijo señor Fitzwilliam, y si no le importa a usted tampoco, quisiera que apartir de hoy Harriet también entrene conmigo - pidió ella esperanzada, había visto el empeño de su amiga por mejorar y aprender
-Por supuesto señorita - le sonrió él - ahora iré a darle el informe de hoy a su padre y ya mañana le traeré a mi hijo
Él entrenador se fue y los chicos aprovecharon para tomar unos refrescos en el jardín.