Cuando el demonio egocéntrico Dashiell termina atrapado en el mundo humano, conoce a Brooke, una estudiante de arte que oculta sus propios secretos. Transformado en un husky que ella rescata, se convertirá en su inesperado protector. Pero, con Noche Buena acercándose y donde la luna se convertirá en carmesí, Dashiell deberá decidir si volver a su mundo o quedarse junto a la humana que ha empezado a significarlo todo.
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BAJO LA MIRADA DE UN HUSKY (parte 2)
Estaba tranquilo, disfrutando de un momento de relativa paz mientras Brooke manipulaba su artefacto rectangular, al que llamaba "laptop". Desde mi posición junto a ella, observé lo que aparecía en su pantalla, sin esperar nada particularmente relevante... hasta que me di cuenta de lo que buscaba: información sobre lo que ella creía que era yo.
Resulta que este cuerpo en el que estoy atrapado pertenece a una criatura a la que los humanos llaman "perro", más específicamente de una raza conocida como “Husky Siberiano”. Lo peor vino cuando descubrí que, en este mundo, estas criaturas caninas son consideradas mascotas. ¿Mascotas? ¿Acaso saben los humanos lo que significa reducir a un ser como yo a ese título?
«Me quiero morir…» pensé, con el impacto invadiendo cada fibra de mi ser. ¡De todas las formas posibles en este mundo, tuve que acabar como esto! ¡Un maldito perro!
Brooke parecía fascinada, mostrándome vídeos de otros huskies en acción. Era como si los estuviera investigando para entenderme mejor, pero aquello solo profundizó mi miseria. ¿Cómo describir lo que vi? Esos perros… claramente tienen algo mal en la cabeza.
Uno ladraba histéricamente porque su humano lo ignoraba, otro "hablaba" con sonidos extraños que ni siquiera puedo describir. Uno más se revolcaba en la nieve como si intentara fusionarse con ella, y otro más destrozaba el sofá de su dueño con un descaro que hasta yo tuve que admirar. Y las caras que ponían… ¡mierda! Si alguna vez vuelvo a mi forma original, tendré pesadillas sobre esto durante siglos.
Y lo peor es que… ahora debía actuar igual. Si no, Brooke podría sospechar algo extraño. Así que, cuando ella me miraba, trataba de imitar esos comportamientos absurdos. Soltaba uno que otro aullido, movía la cola cuando ella parecía esperarlo y hasta fingí interés en un palo que quiso lanzarme. Esto es denigrante. Quiero llorar…
Pero eso no fue todo. Entre risas, Brooke me confesó que me parecía mucho a un peluche que tenía guardado desde que era niña. Un regalo de su madre, según dijo.
—Eres igualito. Es como si mi peluche hubiera cobrado vida.
«Bueno, que crea lo que quiera. No voy a juzgarla…», asentí evitando mirarla. Por supuesto, que mi forma actual coincidiera con el diseño de un juguete infantil solo añadía más a mi humillación.
Luego vino el siguiente golpe a mi orgullo. Tras pasar horas buscando información sobre cómo "cuidarme", Brooke salió de casa y regresó con un montón de cosas. Primero, sacó un cepillo especial y decidió que mi pelaje debía ser peinado hasta quedar “perfecto”. ¿Perfecto? ¿Acaso mi pelaje necesita algo más que simplemente existir para ser perfecto?
Después vinieron los juguetes. Una cuerda, una pelota y algo que hacía ruido al morderlo. Me miré a mí mismo, luego a esos artefactos y después a ella.
—Mira, Sky. Te compré cosas para que te diviertas.
«¿Divertirme? ¿Qué clase de entretenimiento cree esta humana que necesito?».
Y eso no fue todo. También había platos para mi comida y bebida, un collar con una placa grabada que decía “Sky” en letras cursivas (admito que el diseño era decente) y una correa para los paseos que… ni siquiera sé cómo describir la indignación que sentí al verla.
Brooke parecía encantada con todo lo que había comprado, como si pensara que estaba haciendo algo increíblemente especial para mí. Por supuesto, ella no tenía ni idea de lo que realmente soy… ¡Un demonio! Solo veía a un adorable husky de ojos celestes y pelaje platinado brillante.
«No sé cómo lo hace…», pensé, mientras ella acomodaba todo con entusiasmo sobre la mesa. «No sé de qué manera Brooke consigue hundirme más, pero siempre encuentra una forma de sorprenderme».
Sin que me diera cuenta, los días comenzaron a tomar una cadencia constante, una rutina que Brooke y yo parecíamos seguir sin necesidad de palabras o acuerdos explícitos. En las mañanas, ella se levantaba temprano y, tras desayunar algo rápido normalmente un café y un trozo de pan tostado, tomaba su mochila y salía hacia el lugar del conocimiento, mejor conocido como “Universidad”. Yo me quedaba solo, algo que al principio me resultaba irritante, pero que con el tiempo aprendí a tolerar. Al fin y al cabo, me daba la oportunidad de descansar sin interrupciones.
Sin embargo, Brooke no se olvidaba de mí antes de irse. Siempre dejaba un recipiente con agua fresca y, a pesar de mi rechazo inicial hacia los alimentos para perros, solía dejarme algo de comida casera que ella misma preparaba con el pretexto de que era "más nutritiva". Claro, como si no supiera que simplemente estaba tratando de complacerme.
Por las tardes, tras sus clases, trabajaba en una pequeña panadería/cafetería cercana. A veces llegaba tarde, cansada, pero siempre se tomaba un momento para mí, como si yo fuera una prioridad en su agenda. Sacaba la correa, un accesorio que aún me humillaba, pero que había aprendido a tolerar por las miradas y sonrisas de satisfacción que le arrancaba, y salíamos a caminar por el parque. Yo aprovechaba estas salidas para observar más de cerca este mundo humano, tratando de entender cómo podían vivir con tantas reglas y responsabilidades.
Durante esas caminatas, notaba algo curioso: Brooke parecía disfrutar de mi compañía tanto como yo empezaba a disfrutar de la suya. Había algo reconfortante en la simplicidad de esos momentos, en cómo ella me hablaba, como si realmente pudiera entender lo que decía. Quizá lo hacía, pensé en una ocasión, aunque luego deseché la idea como absurda.
Cuando regresábamos a casa, Brooke solía ducharse rápidamente y luego se sentaba frente a su escritorio a hacer tareas o practicar algo relacionado con sus estudios. Aunque yo no entendía del todo lo que escribía o dibujaba, podía notar la dedicación con la que trabajaba. A veces, levantaba la vista para mirarme y sonreír, una sonrisa tan cálida que era imposible no devolverle el gesto, aunque fuera con un leve movimiento de cola.
De vez en cuando, interrumpía su rutina para jugar conmigo en el patio. Lanzaba la pelota o el ridículo juguete que hacía ruido al morderlo, y yo, a pesar de mi orgullo, corría a buscarlo para devolverlo. Por más humillante que pareciera, había algo en esos momentos que me hacía olvidarme de quién era realmente. Era como si la interacción con ella hiciera que el peso de mi verdadera identidad, mi condición de demonio, se diluyera…
Por las noches, cuando finalmente terminaba con sus deberes, se sentaba en el sofá con un libro o su laptop mientras yo me recostaba a su lado. A veces, sin previo aviso, se inclinaba para acariciar mi pelaje, murmurando cosas como "¿Qué haría sin ti, Sky?" o "Eres lo mejor que me ha pasado últimamente." Esas palabras, aunque humanas y simples, resonaban de una manera extraña en mi interior.
Poco a poco, y sin que me diera cuenta, me fui acostumbrando a esta vida. Las tareas del día a día, los momentos de tranquilidad en el parque, las noches en las que ella se quedaba dormida a mi lado mientras yo vigilaba en silencio… Era una existencia tan diferente de la que conocía, tan lejana de mis responsabilidades como demonio.
Y, por primera vez en mucho tiempo, no me importaba nada.
Una noche, mientras Brooke terminaba de practicar con sus herramientas de escultura, dejó sus herramientas a un lado y se estiró con un suspiro de satisfacción. Murmuró algo sobre lo bien que se sentía progresar, apagó las luces del taller improvisado y se fue a la cama. La vi acomodarse bajo las sábanas, sus respiraciones volviéndose lentas y regulares en cuestión de minutos. Era evidente que estaba agotada, pero también feliz. Eso era algo que siempre parecía llevar consigo: esa pequeña chispa de alegría que iluminaba incluso los días más oscuros.
Yo, sin embargo, no podía dormir. Me levanté de mi lugar junto a su cama y caminé hacia la ventana, observando cómo la lluvia golpeaba suavemente el cristal. Las luces de la ciudad se reflejaban en los charcos, creando un espectáculo silencioso y melancólico. No era una noche particularmente fría, pero el peso de mis pensamientos era suficiente para hacerme sentir helado.
Me quedé mirando la oscuridad, perdiéndome en la cadencia de la lluvia, y por primera vez en mucho tiempo, me permití pensar en algo que había estado evitando. ¿Cuánto tiempo más duraría esto? ¿Cuánto tiempo seguiría atrapado en esta forma, lejos de mi verdadera esencia, lejos de mi mundo? Cada día que pasaba me hacía sentir más desconectado de lo que una vez fui, como si esta existencia estuviera borrando lentamente la identidad que tanto había cultivado.
¿Y si nunca regreso? La pregunta cruzó mi mente como un relámpago, brutal y repentina. Si este cuerpo mortal, esta forma canina, se convirtiera en mi prisión permanente, ¿Qué haría? ¿Podría aceptar vivir así para siempre? La idea era insoportable, pero no podía descartarla. No había garantías de que Lynne encontrara una solución, y cada día que pasaba sentía que las posibilidades disminuían.
Y entonces, otro pensamiento, aún más inquietante, se abrió paso: ¿Qué será de Brooke si me voy? Habíamos creado esta rutina juntos, esta pequeña burbuja de tranquilidad en medio de su caótica vida humana. La veía depender de mí, no como un perro cualquiera, sino como algo más. Yo era su compañía, su apoyo silencioso, su "amuleto de la suerte", como ella misma lo había dicho. ¿Cómo la dejaría sola después de todo esto?
Pero si permanecía aquí… si realmente nunca podía volver… ¿podría soportar esa idea? ¿Sería suficiente esta vida como un simple "Sky" y despedirme de ser “Dashiell”? Las dudas se acumulaban como el agua en las calles, y cada una pesaba más que la anterior. ¿Qué debo hacer?
Suspiré, o al menos hice lo más cercano a un suspiro que podía en esta forma. Miré de reojo a Brooke, que seguía profundamente dormida, su expresión pacífica. Por un momento, su tranquilidad me resultó envidiable. Ella no sabía nada de mis conflictos internos, de mi verdadera naturaleza demoniaca. Para ella, yo era solo Sky, un husky…