Solo Elena Mirel puede ser la asistente de Maximiliano Kade Deveron. Uno de los hombres más poderosos a nivel internacional.
Visionario, frío. Muchos le temen. Otros lo idolatran. Pero solo ella puede entender su ritmo de trabajo.
Pero la traición del novio de Elena hace que Maximiliano descubra que Elena le interesa más de lo que él se pueda imaginar.
Acompáñame a descubrir que pasará con este par.
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Mostrando algo más 02
Maximiliano Kade Deveron
Entro como un torbellino . Su presencia era fuerte sin necesidad de imponerse. Alto, con traje oscuro hecho a la medida, cabello oscuro ligeramente revuelto y una expresión calculadora en los ojos que a muchos intimidaba al instante. Elena levantó la vista, y él le dedicó un gesto leve, un saludo que en su lenguaje significaba: "confío en ti. Necesito que tomes el control"
-- Deveron. -- Dijo Elena con respeto. -- Buenos días. Ya revisé la agenda. --
-- ¿Qué tan malo será hoy? -- preguntó Maximiliano sin detener su andar hacia su oficina, mientras se quitaba el abrigo y lo dejaba en el perchero.
Elena lo siguió con una carpeta en mano.
-- Es un día complicado, pero manejable. -- Respondió Elena. -- la junta con los inversionistas es a las once. La proyección de ganancias está lista, pero recomiendo suavizar la parte relacionada con la transacción del proyecto Phoenix. Podría causar tensión si los presentamos en forma abrupta.
Maximiliano frunció ligeramente el ceño, como sí procesara un análisis al instante, y luego asintió.
-- Tienes razón. Haz los ajustes. ¿algo más? --
Elena dejó la carpeta sobre la mesa y cruzó los brazos con elegancia.
-- Sí. Reprogramé tu llamada con Beijing, para la tarde y moví la reunión con recursos humanos a mañana. No era esencial, para hoy.
Una sonrisa apenas perceptible apareció en los labios del presidente.
-- No sé qué haría sin ti, Mirel. --
Ella no respondió, pero su mirada brilló con algo que no era orgullo, sino satisfacción profesional. Segundos después, añadió:
-- ¿Dormiste algo anoche? --
Elena parpadeó, sorprendida por la pregunta. No era común que Maximiliano mostrara ese tipo de interés, al menos no en público.
-- Lo suficiente. -- Respondió Elena.
Mentía. Había dormido apenas cuatro horas mientras revisaba informes y proyecciones. Pero en ese mundo, el cansancio era un lujo.
Maximiliano la observó un segundo más de lo necesario, como si pudiera leer entre líneas. Después, volvió a su escritorio, encendió su computadora y comenzó a revisar los documentos que Elena ya había organizado con precisión quirúrgica.
A media mañana, las tensiones comenzaron a acumularse. Un ejecutivo de finanzas llegó pálido, con una carpeta llena de datos que comprometían la estabilidad de un proyecto secundario. Elena escucho cada palabra con atención absoluta, sin perder la postura.
-- Tienes diez minutos, para darme un resumen claro y conciso. -- Dijo con voz firme. Como quien dirige un ejército.
El hombre comenzó a hablar atropelladamente, pero Elena lo detuvo.
-- Respira. Ordena las ideas. Empecemos de nuevo. --
Cuando terminó, Elena ya tenía un plan en mente. Subió la información a su tablet, ajustó una estrategia y entró sin tocar a la oficina del presidente. Maximiliano levantó la vista, atento.
-- Tenemos un problema. -- Dijo Elena, dejando la tablet sobre su escritorio.
Maximiliano la escuchó en silencio, como siempre hacía cuando ella hablaba. Maximiliano tenía ese rasgo extraño: podía ignorar a medio mundo, pero jamás ignoraría una sola palabra de Elena. Después de que ella terminó, él preguntó:
-- ¿Tu recomendación? --
-- Reasignar parte del presupuesto del desarrollo y fusionar el equipo. V con él equipo Phoenix temporalmente. Mantendrá el equilibrio sin provocar pánico interno. --
Maximiliano esbozó una media sonrisa, esa expresión que solo mostraba cuando ella lograba sorprenderlo. Lo que no era fácil.
-- A veces pienso que deberías de ocupar mi silla. --
-- No me interesa su silla. -- Respondió, Elena con sinceridad. -- Me interesa que funcione el imperio. --
Maximiliano río suavemente, un sonido extraño en él, casi íntimo.
-- Por eso eres indispensable. --
A las once en punto llegaron con la puntualidad impecable que exigía el mundo corporativo. La sala de junta estaba llena: representantes de inversionistas, asesores, analistas, observadores externos. Pantallas encendidas, carpetas distribuidas, tazas de café recién servidas.
Maximiliano entró primero, irradiando autoridad. Elena lo siguió, caminando. Un paso atrás, no por su misión, sino por qué su rol era justo ese: sostenerlo desde la sombra y, al mismo tiempo, iluminar la ruta.
Los inversionistas se pusieron de pie al verlo entrar. Todos saludaron al presidente... pero muchos dirigieron también un saludo especial a Elena, conscientes de que ella era la llave maestra detrás del éxito de la empresa.
Empezó la presentación. Maximiliano habló con su tono calmado, controlado, analítico. Elena culminó la exposición con precisión, utilizando gráficos y proyecciones. Que ella misma había preparado horas antes. Como preguntas difíciles, pero cada una fue respondida con naturalidad. Elena no dejó espacio para dudas; Maximiliano no dejó espacio para debilidad.
Cuando terminaron, los inversionistas intercambiaron miradas de aprobación. La reunión fue un éxito rotundo.
Al salir de la sala, mientras caminaban. Juntos por el pasillo, Maximiliano murmuró.
-- Eres extraordinaria. --
Elena. Lo miró de reojo, con una mezcla de seguridad y modestia que solo ella poseía.
-- Solo hago mi trabajo. --
Maximiliano se detuvo un instante y la miró directamente, como si quisiera decir algo más... algo que no dijo.
Pero sus ojos hablaron.
Elena entendió.
Regresaron a sus oficinas. Todo parecía normal. Todo parecía igual. Pero no lo era.
La atención que se formaba entre ellos, esa línea invisible que ambos fingían no ver. Comenzaba a volverse más intensa. No era romántica, al menos no abiertamente. Era algo más peligroso, más profundo, inevitable. Una conexión que se formaba entre dos personas que, sin quererlo, habían aprendido a depender el uno del otro en un mundo donde la dependencia era sinónimo de debilidad.
Elena volvió a su oficina. Se sentó. Respiró.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió su corazón acelerarse sin razón aparente.
Pero esa razón tenía nombre.
Y estaba sentado a unos cuantos metros de distancia.
no está enamorada ni tampoco necesita esa acuerdo matrimonial 🤔🤨