Sara García siempre fue la "oveja negra" de su familia, una joven callada y tímida que creció entre las humillaciones de sus padres y las burlas de sus compañeros. Mientras el resto de la prestigiosa familia García brillaba en los eventos sociales de España, Sara era relegada a las sombras, ridiculizada incluso por su propia madre, quien le repetía que jamás sería más que una chica "fea y torpe".
Pero todo cambió cuando conoció a Renata, una joven rebelde y brillante en la universidad, quien le enseñó a confiar en sí misma. Juntas, desarrollaron NeuroLink, una tecnología revolucionaria capaz de conectar mentes humanas para compartir pensamientos y emociones en tiempo real. Decididas a demostrar su valía, patentaron el proyecto en secreto y amasaron una fortuna que mantuvieron oculta para protegerse de quienes siempre las subestimaron.
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Confusiones del Corazón
Sara no podía ignorar la creciente atracción que sentía hacia Rodrigo. Había algo en él, en su madurez, en la manera en que la miraba y le hablaba, que hacía que su corazón latiera más rápido. Pero entonces estaba Jorge, quien de repente comenzó a mostrar un interés que parecía genuino, algo que Sara no esperaba después de años de indiferencia y malos tratos.
Una tarde, mientras trabajaba en su oficina junto a Renata, Sara suspiró profundamente, tratando de aclarar sus pensamientos. Renata, quien tenía un radar infalible para detectar problemas emocionales, no tardó en notar que algo estaba pasando.
—¡Ay, amiga! No me digas que estás pensando en un hombre dijo Renata, dejando a un lado los papeles que revisaba y cruzando los brazos.
Sara se sonrojó, tratando de negar lo evidente.
—No es eso... bueno, tal vez un poco. Es que todo es tan confuso, Renata. Rodrigo es... increíble. Pero Jorge... últimamente ha sido tan diferente conmigo. Parece tan sincero.
Renata alzó una ceja, incrédula.
—¿Sincero? ¿Jorge? ¿Estamos hablando del mismo Jorge que antes te ignoraba o se burlaba de ti? Renata hizo un gesto teatral, como si no pudiera creer lo que escuchaba.
Sara asintió lentamente, tratando de justificar sus pensamientos.
—Sí, pero ahora parece que realmente le importo.
Renata se levantó y, sin previo aviso, le dio un ligero zape en la cabeza a Sara.
—¡Despierta, mujer! ¿Cómo puedes siquiera considerar a ese idiota? exclamó con una mezcla de exasperación y cariño.
Sara se llevó la mano a la cabeza, sorprendida, mientras Renata seguía hablando.
—A ver, Sara. Escúchame bien, porque no pienso repetirlo. Jorge es puro interés. Seguro que ahora que ve que estás triunfando y que te ves hermosa, decidió que eres "digna" de su atención. ¿Y dónde estaba antes, ah? ¿Recuerdas cómo te trataba? ¿Recuerdas cómo se reía contigo o ni siquiera te miraba?
Sara bajó la mirada, recordando esos momentos dolorosos.
—Ahora míralo continuó Renata, sin darle tregua. De repente es todo sonrisas y buenas palabras. No te dejes engañar. En este mundo hay gente tramposa, y donde los tontos caen, el sabido aprovecha. No caigas en eso, amiga.
Sara sonrió levemente, apreciando la brutal honestidad de su amiga.
—Entonces, ¿qué sugieres? ¿Que ignore a Jorge?
Renata hizo un gesto exagerado de incredulidad.
—¡Por supuesto que sí! No pierdas ni un segundo más con ese tipo. En cambio, hablemos de Rodrigo... Renata se detuvo, alzando las cejas con picardía.
Sara se sonrojó de inmediato.
—¿Rodrigo?
—Sí, Rodrigo, el hombre de verdad en esta historia. Un tipo que sabe lo que quiere, que tiene experiencia, y que no anda jugando contigo. Mira, Sara, te lo digo de corazón: Rodrigo me cae bien. Pero ojo, si se atreve a lastimarte, se las verá conmigo. ¿Sabías que soy cinturón negro en karate? Le doy unos buenos golpes y lo pongo en su lugar si te rompe el corazón.
Sara no pudo evitar reírse ante la imagen de Renata enfrentándose a Rodrigo.
—Y además, amiga continuó Renata, poniéndose seria de repente, te voy a decir algo que decía mi abuelita, que Diosito la tenga en su santa gloria: "El que oye consejo, llega a viejo". Y hablando de viejo... Rodrigo tiene la experiencia de la vida, amiga. No pierdes nada.
Sara intentó interrumpir, pero Renata no había terminado.
—Además, si Jorge se molesta, que mastique y trague, como dice mi ídola Shakira en esa canción. Porque, amiga, tú mereces más que un niño mimado como Jorge. Mereces a alguien que te valore por quien eres, no por lo que tienes.
Sara se echó a reír, sintiéndose agradecida por tener a Renata en su vida. La claridad y el apoyo de su amiga siempre lograban despejar las nubes de su mente.
—Gracias, Renata. No sé qué haría sin ti.
Renata sonrió, dándole un abrazo.
—No tienes que agradecerme, amiga. Solo quiero verte feliz. Ahora, ve y demuéstrale al mundo lo increíble que eres.
Con esas palabras, Sara sintió una renovada confianza en sí misma. Sabía que tenía mucho que pensar, pero algo estaba claro: no dejaría que nadie la tratara como antes, y tampoco permitiría que sus inseguridades la detuvieran. Rodrigo había despertado algo en ella, algo que no podía ignorar, pero también estaba decidida a mantener los ojos abiertos y proteger su corazón.