Junsu, un sigma que oculta su verdadera naturaleza, con el peso de los prejuicios en su vida, sobreviendo en un mundo que lo rechaza. Junsu se ve envuelto en un falso acuerdo amoroso con Hyunmin, su jefe, un alfa. Lo que comienza como una farsa para salvar las apariencias y un futuro impuesto, pronto se transforma en una conexión genuina que ninguno de los dos esperaba.
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La visita
(Advertencia de non-con +18)
Los días pasaban con una rutina que, aunque cargada de tensiones, se sentía extrañamente cómoda. En mis conversaciones con Ji Eun, hablaba de Hyunmin como si realmente estuviéramos en una relación genuina. Describía cómo me gustaba su sonrisa, la forma en que me miraba y la confianza que emanaba, consciente de la mentira de nuestro acuerdo. No podía decirle a Ji Eun que, a pesar de todo lo que sentía, no estaba seguro de que esos fueran correspondidos. Cada vez que la veía, me esforzaba por hacer que mi historia sonara real, aunque la realidad era mucho más complicada.
Un día, mientras trabajaba en la oficina, noté que Hyunmin no estaba. Me sentí inquieto, como si algo no estuviera bien. Me acerqué a la secretaria, intentando mantener la calma.
-¿Sabes dónde está Hyunmin?- Pregunté, sintiéndome cada vez más ansioso. Ella me miró con sorpresa, como si no pudiera creer que no supiera.
-Oh, Junsu, pensé que lo sabías. Dijo que estaba enfermo y que faltaría hoy, qué raro que no te haya avisado.-
Mi corazón se hundió. Cancelé y agendé los compromisos que tenía la agenda de Hyunmin, un proceso que, aunque habitual, ahora se sentía pesado. La preocupación me llevó a la farmacia. Compré medicamentos, esperando que Hyunmin estuviera bien. Aunque había visitado su departamento antes y sabía la clave, nunca había sentido una mezcla de inquietud y determinación como en ese momento.
Con el corazón acelerado, llegué a su lujoso edificio y subí en el ascensor. La elegante decoración del lugar parecía contrastar con la ansiedad que me invadía. Al llegar a su puerta, introduje la llave y entré, sintiendo un leve cosquilleo en el estómago,
Esperaba encontrarlo en un estado lamentable, pero la incertidumbre sobre cómo se sentiría, sobre qué me diría, me consumía. Me preguntaba si estaría molesto por mi visita inesperada, o si quizá se sentiría aliviado de tenerme allí.
Entré al departamento de Hyunmin y, de inmediato, noté que algo estaba fuera de lugar. El aire se sentía pesado, casi cargado de una tensión palpable. A mi alrededor, el ambiente reflejaba un ligero desorden, una chaqueta tirada sobre el sofá, una taza de café a medio terminar en la mesa. Nada de eso era propio de Hyunmin, quien siempre mantenía todo impecable.
-Hyunmin…- Llamé, recorriendo la sala con la mirada. No había respuesta. Caminé hacia la cocina, luego hacia el dormitorio, pero él no estaba en ninguna parte. Una punzada de preocupación se apoderó de mí. Me pregunté si estaba realmente tan mal como para no responder.
Mientras buscaba, sentí de repente una presencia detrás de mí. Me giré y ahí estaba él, vistiendo solo una bata que caía de manera despreocupada sobre su figura. Su cuerpo y cabello estaban húmedos, como si hubiera salido de la ducha recientemente. Parecía tener calor, y su mirada, aunque un poco nublada, irradiaba una mezcla de sorpresa y curiosidad.
-¿Qué haces aquí, Junsu?- Preguntó con voz rasposa, apenas disimulando su confusión.
Me sentí un poco avergonzado.
-Vine a ver cómo estabas. Estaba preocupado por ti.- Respondí, sintiendo que mis palabras no eran suficientes.
-¿Así que has venido a cuidarme?- Preguntó, con una pequeña sonrisa que hacía que mi corazón latiera más rápido.
-Sí…- Contesté, un poco tímido, sintiendo que la timidez me embargaba.
De repente, esa sonrisa se amplió en su rostro. Sin darme tiempo para reaccionar, me atrajo hacia él, envolviendo su brazo alrededor de mi cintura y acercándome. Sus labios encontraron los míos en un beso que era a la vez suave y ardiente, lleno de ansiedad. No era un beso cualquiera, era como si toda la preocupación que había sentido se desvaneciera en ese instante.
El mundo a mi alrededor se desdibujó mientras me perdía en la conexión que compartíamos. Era un momento que parecía desafiar la realidad que habíamos construido, un instante en el que los límites de nuestra farsa se difuminaban.
El beso cambió rápidamente. La intensidad inicial dio paso a algo más oscuro y peligroso, una lujuria desenfrenada que no reconocía límites. Sentí la erección de Hyunmin presionándose contra mí, un recordatorio innegable de lo que estaba ocurriendo. Antes de que pudiera procesarlo completamente, me empujó con desesperación hacia la cama, quitándome la ropa con manos temblorosas y urgentes.
Mi mente se nubló de confusión. Quería esto, lo había deseado más de lo que estaba dispuesto a admitir, pero no así, no de esta manera, no en este estado. De repente, todo encajó en mi mente, Hyunmin estaba en su rut, su ciclo natural, y era como si no pudiera controlarse.
-Hyunmin, espera… detente…- Le pedí, mi voz apenas audible y temblorosa mientras intentaba empujarlo, pero no parecía escucharme. Sus ojos estaban oscurecidos por el deseo, su aliento agitado. Cada vez, más me daba cuenta de que, en ese momento, Hyunmin no estaba completamente presente.
El miedo se apoderó de mí, mezclado con una culpa devastadora. Había anhelado su cercanía durante tanto tiempo, y ahora que estaba ocurriendo, no era de la manera que había imaginado. Mi corazón latía tan rápido que sentía que estallaría. Quería confiar en él, pero sus manos eran impacientes, su necesidad incontrolable. Mi cuerpo lo deseaba, pero mi mente no podía evitar sentir terror.
-Por favor… para.- Susurré de nuevo, más fuerte esta vez, pero él no mostraba señales de detenerse. Estaba atrapado en su instinto, incapaz de razonar. Mis palabras eran como una brisa ligera que pasaba sin afectarlo.
Me sentía indefenso, atrapado entre mi propio deseo y el miedo paralizante que me invadía. Todo lo que había sido una farsa para los demás ahora se había convertido en una confusión peligrosa para mí.
Hyunmin desnudó por completo mi cuerpo, y en un instante, me sentí vulnerable, expuesto. La inseguridad me golpeó con fuerza cuando sus ojos recorrieron mi pie, recordando cada cicatriz que ocultaba. Había pasado tanto tiempo tratando de ocultar esas marcas, pero ahora, en este momento tan crudo, parecían gritarme al rostro.
Sin embargo, Hyunmin estaba perdido en su propio mundo, como si nada de eso importara. Quitándose la bata, reveló su cuerpo musculoso y tonificado, y el deseo en su mirada se intensificó. Empezó a besarme con desesperación, sus labios recorriendo mi piel con una avidez que me hizo sentir como si fuera una presa. A pesar del miedo, había algo en su intensidad que despertaba una excitación dentro de mí, una lucha entre lo que quería y lo que temía.
-Junsu…- Murmuró entre besos, su voz grave resonando en mi piel, y por un momento, el miedo se desvaneció, dejando solo un deseo ardiente.
Cada caricia, cada beso eran como pequeñas llamas que avivaban algo en mi interior. La confusión creció a medida que mi cuerpo reaccionaba de maneras que no podía controlar. Me preguntaba por qué deseaba esto a pesar de todo y lo peor, qué pasaría cuando el deseo de Hyunmin se apagara, si sería solo otra mentira.
Hyunmin, completamente fuera de control, separó mis piernas y se posicionó entre ellas. Mi cuerpo se tensó, el miedo mezclándose con la adrenalina, y antes de que pudiera reaccionar, entró bruscamente dentro de mí. El dolor fue inmediato, como si me desgarrara por dentro. Solté un gemido ahogado, incapaz de contenerlo, mientras mi mente luchaba por comprender lo que acababa de suceder.
Por un momento, Hyunmin pareció recuperar algo de consciencia. Se quedó quieto, respirando pesadamente, sus manos temblando contra mi piel.
-Junsu…- Murmuró, como si recién comprendiera lo que había hecho. No se movió, permitiéndome un breve respiro, pero el dolor seguía ahí, agudo e implacable.
Mi cuerpo no estaba preparado para esto, como sigma, mi lubricación natural siempre había sido mínima, y los medicamentos que tomaba empeoraban esa situación.
Me aferré a su espalda con fuerza, intentando concentrarme en algo, cualquier cosa que no fuera el dolor que atravesaba mi cuerpo. Mis uñas se clavaron en su piel, buscando algún tipo de anclaje, alguna señal de que eso terminaría pronto. Hyunmin respiraba contra mi cuello, inmóvil, como si estuviera esperando que yo me adaptara, que el dolor disminuyera lo suficiente para poder continuar. El tiempo parecía detenerse en ese momento, ambos atrapados en una mezcla de culpa, confusión y un deseo incontrolable que nos había llevado demasiado lejos.
Quería decir algo, pero las palabras no salían. Solo el silencio, roto por nuestras respiraciones entrecortadas, llenaba el cuarto.
Lo siguiente ocurrió tan rápido que apenas pude procesarlo. Hyunmin, incapaz de contenerse más, comenzó a moverse dentro de mí. Cada empuje era brusco, sin compasión, como si intentara enterrarse lo más profundamente posible. El dolor no desaparecía y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas involuntarias. Mis dedos seguían aferrados a su espalda, buscando algún tipo de estabilidad en medio de esa tormenta.
Entre el caos de mis pensamientos y el dolor que sentía, mi mirada se desvió hacia mi propio abdomen. Pude ver cómo su miembro se marcaba, moviéndose de arriba hacia abajo con cada embestida, haciéndome sentir más vulnerable que nunca.
Por primera vez en mi vida, deseé ser un omega. Me preguntaba si, siendo uno, el dolor sería más soportable, si mi cuerpo habría sido capaz de responder mejor a eso, si podría encontrar algún tipo de alivio en lo que sentía.
Cada segundo se sentía interminable, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. A medida que Hyunmin continuaba moviéndose dentro de mí, parecía que su miembro solo crecía, pero entonces, algo cambió.
En medio de esos movimientos bruscos y descontrolados, Hyunmin comenzó a golpear un punto dentro de mí que jamás había sentido antes. Fue como si una chispa atravesara mi cuerpo, una sensación completamente nueva que me hizo arquearme involuntariamente. El dolor, aunque todavía presente, comenzó a ceder ante esa oleada de placer que poco a poco se apoderaba de mis sentidos. Era tan inesperado que por un momento no supe cómo reaccionar.
A medida que Hyunmin continuaba, mi cuerpo, casi por reflejo, comenzó a adaptarse. Aunque nunca podría ser como un omega, noté que la lubricación, aunque mínima al principio, empezó a fluir con más facilidad, aliviando la fricción y haciendo todo más tolerable, más ameno. El placer comenzó a dominar, envolviendo el dolor y mezclándose con él.
Mis gemidos, que antes eran apenas sonidos ahogados de dolor, empezaron a cambiar. Ahora, no podía evitar dejar escapar pequeños jadeos de placer, aún incrédulo ante la intensidad de todo lo que estaba sucediendo.
Hyunmin jadeaba, su respiración entrecortada llenaba el aire, mientras sus movimientos se volvían más frenéticos. A pesar de que el placer empezaba a consumir cada rincón de mi ser, sentía que no había un final a la vista. Era una tormenta que no cesaba, una ola de sensaciones que me arrastraba cada vez más profundo.
Finalmente, en un momento de intensa presión, Hyunmin llegó al clímax, dejándome con la ilusión de que todo había terminado, pero esa sensación de alivio fue efímera, pronto, su erección volvió a emerger. Era como si su cuerpo no conociera el descanso, como si no pudiera saciarse de mí. Cada vez que comenzaba de nuevo, mi cuerpo se sentía más agotado, las piernas y el trasero entumecidos, casi como si estuviera al borde de perder el control.
Miré hacia abajo y vi marcas por todo mi cuerpo, huellas que Hyunmin había dejado como si fuera un dueño reclamando lo que consideraba suyo. Esas marcas eran un recordatorio tangible de lo que acababa de suceder, y aunque una parte de mí luchaba contra la confusión y el miedo, otra parte se sentía extrañamente conectada a él en ese momento.
Era un ciclo interminable, y mientras su cuerpo se unía al mío una y otra vez, sentí que mi resistencia se desvanecía.
Un alivio momentáneo me invadió cuando finalmente Hyunmin se detuvo, dejándome caer sobre su regazo, como si todo hubiera llegado a su fin, pero esa sensación se desvaneció rápidamente al darme cuenta de que había comenzado a anudar dentro de mí, y el dolor regresó con fuerza. El bulto se hacía visible en mi delgado abdomen, recordándome de manera cruda la realidad de lo que acababa de suceder.
Hyunmin comenzó a buscar mi cuello, sus labios se movieron hacia mi nuca con una intensidad que me llenó de ansiedad. Con la poca fuerza y conciencia que me quedaba, levanté mi mano para detenerlo, temiendo que su irracionalidad lo llevara a marcarme, a dejar una huella aún más profunda de lo que ya había hecho.
Los minutos se alargaron, una eternidad en la que mi cuerpo luchaba por recuperar el control. Finalmente, después de lo que se sintió como una vida entera, Hyunmin terminó, y ambos caímos exhaustos en la cama. La habitación quedó en silencio, con el eco de nuestras respiraciones pesadas resonando en el aire. En ese momento, todo lo que había pasado se sentó pesadamente en mi pecho, y no pude evitar preguntarme qué significaba realmente esto para nosotros.