Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 6
Michael:
Acepté la invitación de Franco con la descabellada idea de poder volver a verla. Estoy enfermo, no puede ser que no pueda quitarla de mi mente, es como si se hubiera metido en mi piel.
Es claro que la química entre los dos es explosiva, eso me quedó muy claro por el momento que pasamos en el bosque. Diría que fue mágico. Pero nada estaría más lejos de la realidad.
Fue caliente.
No recuerdo cuando fue la última vez que me sentí tan atraído por una mujer como con ella.
Es una niña.
Mi mente me lo recuerda miles de veces, así como también su súplica. Me quedó claro que no es una niña cuando se apoderó del momento, tomando el dominio de mi cuerpo sentándose sobre mí, haciéndome venir de manera exquisita.
Mi pelea interna me lleva al delirio, quiero apartarme de ella, pero algo tira de mí y vuelvo de nuevo a ella. Desde el momento en que sucumbí a mi apetito y me apoderé de sus labios, la necesidad creció en mí. Ahora me he convertido en un adicto, necesito de ella para subsistir.
Dejarla a un paso de su casa, luego del momento que pasamos fue como dejar ir una parte de mí. Sé que tengo que hacerme a un lado, no puedo estropear su carrera o la mía con este sentimiento caliente. También es egoísta la idea de quedarme, pero sé que apartarme sería lo correcto.
Doce años nos separan.
Como ella dijo, la edad solo es un número, pero mientras que yo ya viví un camino largo, ella solo está despegando.
Mi pelea interna me lleva a querer ser su pista de aterrizaje, el lecho donde repose, el alimento que la llene. Quiero ser todo para ella mientras camina por la vía de la vida. Acompañarla.
Es un error, no puede ser.
Por un lado, sé que, si seguimos con lo que sea que está surgiendo entre nosotros, puedo perder mi trabajo y ella su carrera. Además de que su padre me castraría, en el peor de los casos y en el mejor, me mandaría junto a San Pedro o el mismísimo Lucifer.
Por el momento me dispongo a recomponer mi imagen y como no deseo volver a la universidad para cambiar lo que esa niña provoco, saco de dentro de mis pantalones la camisa para que cubra la mancha.
Sonrío ante la marca que llevo como si fuera un trofeo y que espero que ella note que lo porto con tranquilidad.
Casi.
Nuevamente la idea de ser castrado por su padre pasa por mi mente, pero me sacudo de ella, así como también el pasto y hojas que cubren mi alborotado cabello.
Me subo a mi coche que dejé aparcado de cualquier manera y conduzco la poca distancia que me separa de su casa.
Suelto una bocanada de aire antes de tocar la puerta. Espero lo que parece una eternidad, cuando solo son segundos y Joan abre la puerta mostrando una radiante sonrisa.
—¡Michael! —saluda haciéndose a un lado para dejarme entrar.
—Joan, gracias —digo dando un paso al interior de la casa, buscándola con la mirada.
Nada de su bello ser parece estar cerca.
—¡Papá! ¡Llegó Michael! —grita el muchacho hacia el interior de la casa que conduce al estudio.
—¿Trabajando aún? —pregunto.
—Arreglando unas grabaciones de mi hermana —responde.
—Mmm...
Escucho unos pasos que provienen de otro lado de la casa y cuando miro hacia el lugar procedente me encuentro con la mirada de mi querida alumna. Un escalofrió recorre mi columna al recordar lo que hicimos hace un momento y solo deseo correr el espacio que nos separa para volver a probar sus labios.
Sonrojada, sigue su camino hacia la cocina y su hermano la sigue. Indeciso con qué hacer, suspiro y me dispongo a seguir ese par de hermanos.
Entro a la cocina para ver como entre ambos terminan de preparar la cena, ella habla desinteresadamente con su hermano sobre la grabación que revisa su padre mientras el chico la alienta a probar nuevos ritmos musicales.
Apoyado en el marco de la cocina no me pierdo el intercambio de ambos sabiendo que ella no sabe qué me encuentro aquí y su hermano me ha visto, pero no dice nada. Mejor así, puedo estudiarla a mis anchas.
—Profe, ¿No sería bueno que mi hermana busque más horizontes musicales para su repertorio? —pregunta su hermano para incluirme en la conversación, ella voltea a verme y le sonrío.
—No sé cómo lo hace, pero supongo que no sería difícil para ella —señalo y ella asiente brevemente sonrojada.
Su hermano la abraza y luego le desordena el cabello como si fuera una niña pequeña, ella lo empuja y dirige su mirada hacia donde me encuentro. Creo ver un atisbo de recelo en ella, como si estuviera conteniéndose.
Al tener su hermano de espaldas a mí, aprovecho para hablarle. “¿Todo bien, Niña?” enseguida se envara y me mira con una mueca de fastidio. Sonrío.
Escucho pasos a mi espalda y veo que se trata de Franco, viene hablando por teléfono. Me saluda con la mano y se detiene prestando atención a lo que le dicen del otro lado. De pronto su gesto cambia a uno de desolación y me mira, asiente y murmura algo. Al cabo de un rato en el que presiona el puente de su nariz, resopla y corta la llamada.
—Michael... —se acerca a mí y me saluda, le correspondo.
—¿Todo bien? Te noto preocupado —suspira y mira sobre mi hombro donde se encuentran sus hijos preparando la cena.
—Creo que voy a necesitar de tu ayuda —murmura por lo bajo.
—En lo que pueda, encantado —digo y me guía hacia el estudio de grabación.
En resumidas cuentas, su padre cayó de una escalera y se ha quebrado, su madre siendo mayor no puede atenderlo por lo que no le queda de otra que viajar hacia la ciudad para ayudarlos.
—En resumen, necesito que te quedes con mi hija, solo espero que sea una semana para más tardar —paso saliva ante lo que me pide y él al ver mi cara no sé qué es lo que ve, pero se desespera—. Sé que esto puede ser un inconveniente para ti, pero con su condición no puede estar sola.
—Franco...
—Si no confiara en tí, no te lo pediría. Te agradecería que me ayudes con esto—suplica y no estoy seguro de que sea una buena idea, pero quien soy yo para negarme a cuidar a su hija.
—Está bien —digo, soltando un suspiro, pensando que necesitare de todo mi autocontrol.
—¡Gracias! —me sorprende cuando me abrasa efusivamente y luego salimos del estudio para unirnos a sus hijos.
La noticia del accidente hace que sus hijos se alteren, pero cuando Franco anuncia que me quedare hacerle compañía a la niña, ella se muestra desorientada.
—Pero papa...
—No puedes interrumpir tus estudios, tu hermano y yo nos encargaremos de mi padre y confío en Michael para que se quede contigo, después de todo él es un buen amigo —corta los reclamos de su hija, esta me mira con enfado.
Sonrío, creo que me gustará estar aquí después de todo.