— Advertencia —
La historia está escrita desde la perspectiva de ambos protagonistas, alternando entre capítulos. Está terminada, así que actualizo diariamente, solo necesito editarla. Muchas senkius 🩷
♡ Sinopsis ♡
El hijo de Lucifer, Azaziel, es un seducor demonio que se obsesiona con una mortal al quedar cautivado con su belleza, pero pretende llevársela y arrastrar su alma hacia el infierno.
Makeline, por su lado, carga con el peso de su pasado y está acostumbrada a la idea del dolor. Pero no está segura de querer aceptar la idea de que sus días estén contados por culpa del capricho de un demonio.
—¿Acaso te invoqué sin saberlo?
—Simplemente fue algo... al azar diría yo.
—¿Al azar?
—Así es. Al azar te elegí a ti.
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La rutina del destino
Tenía demasiadas interrogantes en mente. Pero el tiempo, el poco que me quedaba, no me habría sido suficiente para sentirme satisfecha con todo lo que quería preguntar. Y odiaba quedarme con la incertidumbre. Cuando me dijo que Lucifer. ¿El diablo? ¿El rey del infierno? Era su padre, no supe cómo reaccionar. Tenía al propio hijo del diablo intercambiando palabras conmigo, como si fueramos amigos que se reencuentran después de mucho tiempo. Poco me faltaba para invitarle a tomar el té.
Sentí una ligera distorsión en la periferia al obtener tanta información. Debía asimilarlo cuanto antes y tomarlo con normalidad, contra mi voluntad. Porque en verdad temía caer en una anestesia mental. Y después de pensarlo y dudar demasiado, ahora, con toda seguridad, podía decir que estaba pisando la realidad. Las piezas hicieron sentido en mi cabeza, eso podía explicar porque se había referido a sí mismo como “un príncipe”. Sentí el calor recorrer mi cuerpo al asimilarlo, él verdaderamente era un demonio, y peor aún, hijo de Lucifer.
Y me perdó totalmente en cuanto mencione a, lo que al parecer, era el enemigo natural de su padre. Sentí su actitud ensombrecerse. ¿Acaso Lucifer tenía forma de saber lo que yo decía o pensaba? Seguramente. Y sobre todo pensé, ¿por qué no podia hacer esa comparación? No pude evitar imaginar que, desde luego, si se trataba del diablo, muy probablemente tenía un ego desmesurado. Al igual que su hijo, porque la forma en que me explicó cuál era la diferencia, sentí cierto aire despectivo de superioridad. Como si reinar sobre el inframundo fuera algo insignificante. Tal vez lo era para mí. Me sentí miníscula al compararme con el ser que tenía en frente.
Azazel preguntó si estaba segura de querer saber qué haría conmigo al terminar mi tiempo. Respondí que sí, pero ¿era así?, ¿quería saberlo? Empecé a dudar. ¿Y si, una vez que me lo contara definitivamente ya no podía continuar mi vida con normalidad? Bueno, tampoco es que pudiese. La indecisión seguramente se me notaba en el rostro porque él parecía estar disfrutando de mi ambivalencia emocional.
—A ver —dijo—. ¿Qué crees tú que hacemos los demonios con las almas cuando llegan al infierno?
Lo más obvio salió de mis labios, haciéndome sentir ridícula. Me veía a mi misma como una niña en clases.
—¿Torturarlas?
—Exactamente. Eso voy a hacerte. Voy a torturarte eternamente —alargó la última palabra de manera deliberada.
No sé si trataba de conseguir una reacción negativa de mi lado. Pero una parte de mí había llegado a la terrible conclusión de que sería más sabio dejar de luchar en un tema del que no tenía control. Ya había aceptado mi problema no tenía soluciones viables, y lo mínimo que podía hacer era obtener respuestas.
—Entiendo —fue todo lo que dije con un tono neutral.
—¿Es suficiente información para que comprendas a lo que vas?
Suspiré profundamente.
—Eso creo.
Me mantuve en silencio, sumiéndome en mi mente, que iba recolectando las palabras para tratar de interpretar todo lo que me era desconocido. Poco a poco me fui acostumbrando, tenerlo cerca casi todo el tiempo se empezó a convertir en algo habitual, incluso podría decir que a partir de entonces, por extraño que eso sonara, no volví a percibirlo como un peligro real. Aunque eso no significara que seguían desorientándome ciertas cosas.
Algunos días, yo tenía que levantarme desde muy temprano para ir a la universidad, y le confiaba mi tiempo a la alarma del teléfono, que me sacaba del sueño de formas tan bruscas, provocando que mi corazón palpitara con fuerza. Y si no me daban micro infartos por el estruendoso sonido, me daría por ver a Azazel girando lentamente en la silla de mi escritorio, husmeando en los objetos que tenía encima, a solo dos metroa de distancia de mi cama. Cada vez que lo veía, el sobresalto le hacía dar un vuelco a mi corazón. A eso, agréguenle que no me era fácil distinguir figuras si no llevaba los lentes puestos.
—¿Qué rayos haces aquí? ¿No puedes quedarte en la sala o en la cocina? Es muy tétrico que estés en mi habitación toda la noche mientras yo duermo.
Tenía la misma expresión imperturbable de siempre.
—Podrías intentar algo si no te vigilo de cerca.
Me paré de la cama con rapidez.
—No seas ridículo. ¿Qué puedo intentar hacer yo por la madrugada?
En ocasiones así se me antojaba dejarlo en un lugar encerrado y olvidarme de su existencia. Me dirigí al armario para tomar las prendas que ya tenía preparadas, del perchero.
—¿Podrías al menos darme chance de estar a solas por un instante? Necesito vestirme —le enseñé la ropa que llevaba colgada en las manos.
Evaluó mi petición. Asintió y me miró antes de responder seguido a saltar de la silla para ponerse de pie
—Supongo que puedo —avanzó hasta la puerta—. Estaré afuera, por si acaso —añadió.
Su tono de voz hizo que la frase sonara más como una advertencia que como una simple oferta de ayuda. Cerré la puerta tras de él, aliviada. Estaba pensando cuánto tiempo aguantaría hasta que mi paciencia se terminara por quebrar con esa situación.
Después de vestirme y salir a la cocina a prepararme un desayuno ligero y simple, noté que Azazel no estaba por ningún lado de la casa. Al inicio, no le di mucha importancia, disfruté de la tranquilidad momentánea. Fue agradable moverme de nuevo sin él obdervándome todo el rato. Seguí el resto del tiempo alistándome, sola.
Entonces, una parte de mí empezó a sentir curiosidad por saber qué había sido de él. ¿Qué otro compromiso tenía que consideraba más importante? No es que me interesara tenerlo cerca, era pura fisgonería.