Emma Varela, una joven de 18 años, ha pasado los últimos cinco años de su vida intentando olvidar el trauma de un accidente automovilístico que no solo dejó cicatrices físicas, sino que también le arrebató a su mejor amiga, Sofía. Emma se ha refugiado en los estudios y la natación, evitando a toda costa recordar aquella noche fatídica.
Su mundo comienza a tambalearse cuando Gabriel Muñoz, un joven misterioso y reservado, llega a su escuela. Gabriel, con una mirada cargada de secretos y una actitud distante, se convierte en el centro de atención de todos, pero es a Emma a quien él parece observar más detenidamente.
A medida que Emma y Gabriel se van conociendo, ella descubre que él también tiene su propio pasado doloroso. Ambos empiezan a apoyarse mutuamente, y una conexión profunda surge entre ellos. Sin embargo, emma pronto se da cuenta de que Gabriel sabe más del accidente de lo que el admite.
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Capitulo 9: Recuerdos Dolorosos
El verano seguía su curso, pero una nueva tensión se instalaba en el ambiente. Emma había notado que Gabriel estaba más callado y distante en los últimos días. Aunque seguían reuniéndose en el parque y junto al lago, algo en su comportamiento había cambiado. Sus risas eran menos frecuentes, y sus sonrisas, más forzadas.
Una tarde, Emma decidió abordar el tema directamente. Se encontraron en su lugar habitual junto al lago, pero esta vez, en lugar de sumergirse en conversaciones ligeras, Emma se sentó frente a Gabriel, mirándolo a los ojos con preocupación.
—Gabriel, he notado que algo te está molestando —dijo Emma suavemente—. Puedes hablar conmigo, sabes que estoy aquí para ti.
Gabriel apartó la mirada, sus ojos fijos en el agua tranquila del lago. Tomó un largo respiro antes de hablar.
—Es el aniversario del accidente —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Mañana se cumple un año.
Emma sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Sabía que el accidente había sido un punto de inflexión en la vida de Gabriel, y que los recuerdos de ese día debían ser insoportablemente dolorosos.
—Lo siento mucho, Gabriel —dijo Emma, poniendo una mano sobre la suya—. Debe ser muy difícil para ti.
Gabriel asintió, sus ojos llenándose de lágrimas.
—Perdí a mi hermana en ese accidente. Ella estaba conduciendo. Yo… yo sobreviví, pero ella no. Desde entonces, he llevado esta culpa conmigo. No puedo dejar de pensar que si hubiera hecho algo diferente, si hubiera estado más atento, tal vez ella todavía estaría aquí.
Emma apretó su mano con más fuerza, tratando de transmitirle todo el apoyo y la comprensión que podía.
—Gabriel, no fue tu culpa. Los accidentes ocurren, y no siempre hay algo que podamos hacer para evitarlos. No puedes cargar con esa culpa para siempre.
Gabriel sacudió la cabeza, como si intentara librarse de los recuerdos que lo atormentaban.
—Lo sé, pero es difícil no hacerlo. Ella era mi hermana menor, y siempre me sentí responsable de protegerla. No pasa un día sin que me pregunte qué podría haber hecho de manera diferente.
Emma se inclinó hacia adelante y lo abrazó, sintiendo que las palabras no eran suficientes para consolarlo. Gabriel la abrazó de vuelta, dejando que sus lágrimas cayeran libremente. Se quedaron así durante un rato, compartiendo el dolor en silencio.
Después de un tiempo, Gabriel se apartó, limpiándose las lágrimas con la manga de su camisa.
—Gracias, Emma. Necesitaba hablar de esto con alguien. He estado guardándolo dentro por tanto tiempo.
Emma sonrió, conmovida por su confianza.
—Siempre puedes hablar conmigo, Gabriel. No tienes que pasar por esto solo.
Gabriel asintió, una sombra de una sonrisa asomando en sus labios.
—Lo sé, y eso significa mucho para mí. Gracias por estar aquí.
Se sentaron en silencio durante un rato más, viendo cómo el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Emma sentía una mezcla de tristeza y gratitud. Tristeza por el dolor de Gabriel, pero gratitud por la confianza que él había depositado en ella al compartir sus recuerdos más dolorosos.
A medida que el cielo se oscurecía y las estrellas comenzaban a brillar, Emma y Gabriel se levantaron y comenzaron a caminar de regreso. Aunque los recuerdos dolorosos aún pesaban en sus corazones, sabían que no estaban solos. Juntos, podían enfrentar el dolor y encontrar la manera de sanar, paso a paso.
Emma miró a Gabriel, viendo en él no solo a un amigo, sino a una persona valiente que, a pesar de su dolor, estaba dispuesto a seguir adelante. Y en ese momento, Emma supo que haría todo lo posible por apoyarlo en su camino hacia la sanación.