Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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Técnicas de caza
Conor
Mientras le cambio las herraduras a Golden, el caballo más viejo que tenemos, observo como Mel cojea alrededor nuestro hablando por teléfono. Espero que esté calmando a sus padres y no llamando al idiota que tiene por prometido.
Finalmente cuelga y se acerca a mi lado. Pasa su mano por la nariz de Golden mientras le susurra tonterías.
–¿Todo bien?
Suspira. –Tuve que tranquilizar a mi papá. Es un poquito sobreprotector conmigo y cuando le dije que estaba en la casa de un hombre, que me socorrió en el camino, puso el grito en el cielo –explica entre risitas nerviosas–. Imagino que es difícil para un padre soltar. Sobre todo, si tiene una mujer.
–Imagino que sí.
–En fin, mamá me ayudó a calmarlo. Quería subirse a un avión y venir a buscarme. Papá es así. –Suspira profundamente–. Te toca cambio de calzado, ¿no precioso? –le pregunta al caballo–. No pensé que sería tan grande este lugar. ¿Cuántos caballos tienen?
–Ciento doce.
–¡¿Ciento doce?!
Sonrío. –Contando a los tres potrillos, sí. Nacieron hace dos semanas.
–¿Qué hacen con tantos caballos? ¿Los venden?
–No –me apresuro en contestar–. Algunos compiten, sí, pero no los vendería.
–¿Cuál es el negocio? –pregunta ladeando su hermoso rostro.
–Algunos ganan dinero en las competencias, pero imagino que no hay un negocio. Al menos no con ellos –digo y mi pecho se llena de orgullo al verlos correr a lo lejos.
Recuesta su cabeza sobre el costado de Golden.
–Imagino que puedes permitírtelo. Cada vez que papá tenía que vender un caballo se me rompía el corazón. Pero si no lo hacía no comíamos. Para pagar la matrícula de mi primer año en la Universidad tuvo que vender a sus caballos favoritos. Ese día sufrimos todos –susurra triste.
Cuando termino bajo la pata de Golden y lo dejo en libertad.
–Las bondades del señor dinero, supongo. No me gustaría tener que vender a mis animales –medito.
–¿Cómo conseguiste tu fortuna? –pregunta y juro que puedo verla con una libreta y un lápiz en su mano, como Rita Skeeter, la periodista de Harry Potter y el Cáliz de Fuego.
–Negocio familiar.
–Dijiste que tus abuelos maternos no tenían dinero, así que puedo asumir que el negocio viene del lado paterno de tu familia, ¿no?
–Sí –mascullo y golpeo el lomo de Golden para que vaya a correr.
–No te gusta hablar de tu papá.
–Que intuitiva.
–Tu abuela me dijo que tu papá fue un hombre cruel, ¿a qué se refería?
Guardo las herramientas que estaba usando con Golden con más fuerza de la necesaria en el bolso.
–Solo diré que fuiste afortunada de crecer con un padre que te quisiera y se preocupara por ti.
Limpio mis manos con el agua pura que corre del pequeño manantial. Razón por la que decidí dejar a mis animales en este sector. Me gusta que puedan beber agua limpia y natural.
Este lugar está rodeado de quebradas y pequeñas cascadas. Me concentro en mirar la belleza a mi alrededor y no pensar en mi padre.
–¿Lista para bajar al pueblo?
Muerde su labio. –¿Te molesta que te haga preguntas de tu papá?
Suspiro. –No es algo de lo que me guste conversar, Mel. De hecho, es algo que intento olvidar.
–Lo siento. ¿Está muerto? –pregunta y levanta las manos en señal de rendición–. La última pregunta que hago, lo juro.
–Sí –respondo–. No puedes controlarte, ¿no?
Sonríe. –Lo siento, pero no. Está en mi ADN. Mi papá dice que elegí ser periodista en cuánto aprendí a hablar. Creo que también los enloquecí con tantas preguntas.
–Tuviste que haber sido una niña encantadora –digo y golpeo su barbilla con mi dedo índice–. Enormes ojos celestes, pelo rojo indomable y muy contestona, ¿o me equivoco?
–Creo que has acertado –dice haciendo un mohín–. Y fui hija única, creo que fui la niña más consentida de Iowa.
Pienso en una versión más pequeña de Mel y sonrío.
–No lo dudo. Pobres padres.
Abre la boca para contestar, pero se detiene cuando se acerca un potrillo a ella.
–Oh, eres un bebé hermoso –susurra mientras besa al potrillo–. Eres tan lindo que podría comerte. Bueno, no te comería, pero me entiendes, ¿verdad? –le pregunta al pequeño potrillo, quien mueve su cabeza y hace sonidos guturales con su garganta.
–Niki, no –ordeno cuando la veo corriendo hacia Mel–. Ginger es sobrina de Niki –le explico a una sorprendida Mel–. La protege más que la propia madre.
–Terminarás queriéndome –le dice Mel a Niki, quien mueve la cabeza con violencia y golpea el suelo con una de sus patas delanteras.
–Ya basta –digo y me acerco para calmarla–. No quiere hacerlo daño a Ginger.
Mel se acerca a Niki para intentar apaciguarla, pero antes de que pueda hacer algo, Niki la empuja y cae al suelo con fuerza.
–¡Niki! –la regaño.
Mel se queja desde el suelo y antes de poder ayudarla a ponerse de pie, la mamá de Ginger patea con fuerza un fardo de heno y este cae sobre el cabello de Mel.
Trato de ser el hombre maduro, que creo que soy, pero fallo. Comienzo a reír con fuerza al ver el rostro tan impactado de Mel.
–No es gracioso –masculla.
–Creo que lo es –replico.
–No –insiste, pero cubre su rostro y comienza a reír–. Esto no puede estar pasando. Los animales me aman.
–Niki es diferente –digo mientras la ayudo a ponerse de pie.
Niki relincha con fuerza y tengo que ponerme entre ella y Mel.
Me giro y le hablo con fuerza.
–Fuera de aquí, Niki. Estoy furioso.
Mi yegua vuelve a relinchar antes de alejarse con su hermana y sobrina.
–Lo siento –me disculpo con Mel nuevamente y no puedo evitar reír cuando veo su cabello lleno de heno–. Déjame ayudarte –me ofrezco y comienzo a sacar el heno de su hermoso cabello.
Ella intenta ayudar, pero tengo que tomar sus manos y llevarlas detrás de su espalda.
–Más ayuda quien no entorpece –digo y suelto una risita.
–Tu yegua terminará queriéndome –dice con firmeza.
–Imagino que es lindo soñar. No quiere a nadie, solo a mí.
–¡Qué afortunado! –devuelve haciendo una mueca de dolor–. En estos últimos días me he caído más que en toda mi vida.
Levanto su barbilla y no puedo evitar dejar un beso sobre su frente.
–Pero al menos, como espectador de varias de tus caídas, puedo decir que ha sido divertido –susurro cuando me alejo.
Sus ojos bajan a mis labios y puedo sentir como ese gesto tan sencillo hace que la sangre de mi cuerpo comience a correr hacia el sur.
Esta mujer entrometida tiene un poder sobre mi cuerpo, el cual no puedo seguir ignorando.
Acaricio el contorno de su rostro, disfrutando del sonrojo que se apodera de las mejillas de Mel.
–Me hubiese gustado conocerte antes –susurra mientras apoya la palma de su mano en mi pecho–. ¿Por qué la vida es tan imperfecta? –pregunta frustrada.
–Creo que no importa el momento, Mel. Lo que importa es lo que haremos ahora.
Mira hacia el suelo, evitándome. Coloco mi mano bajo su barbilla y la obligo a mirarme.
–Imagino que ahora iremos a comer, ¿no? –pregunta nerviosa antes de alejarse de mí torpemente.
Me castigo mentalmente. Mi tata me enseñó, cuando íbamos a cazar, que hay que ir lento y persuadir a la presa. Si haces un movimiento precipitadamente la presa huirá.
Imagino que tendré que utilizar sus técnicas de caza para poder volver a probar esa dulce boca.