Dos jóvenes de la misma clase social, pero con diferentes personalidades. Se verán envueltos en una difícil situación. Ambos serán secuestrados, para beneficios de otros. ¿Qué pasará con ellos? ¿Lograrán salir ilesos luego de pasar un proceso traumático? Los invito a leer
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Capitulo 9
Al día siguiente
Madolyn estaba profundamente dormida. Como diría un buen Dominicano, “esa está rendida, en el primer sueño”. Su asistente entró a la habitación y le jaló la sábana, luego le exigió levantarse. La joven, de perezosa, pidió unos minutos más, pero lamentablemente, ya era muy tarde.
— Tenemos una reunión con los productores de Gucci.
— ¿Y?— preguntó la joven somnolienta.
— La reunión es en un restaurante para desayunar con ellos, pero por lo visto será el almuerzo.
— Ellos son los interesados, que esperen unos minutos.— se puso de pie, procedió con su aseo personal y cambiarse de ropa.
En uno de los mejores restaurantes de la ciudad, se encontraba Edgar, desayunando con una amiga. La mujer era Maricarmen Ruiz, hija del ministro de hacienda. Mientras ellos disfrutaban de un delicioso desayuno, alguien los vigilaba desde la sombra.
Maricarmen era una mujer hermosa y de grandes curvas. Siempre había mostrado interés sentimental hacia Edgar, pero él prefería obviar sus insinuaciones para no dañar su amistad. Ya que únicamente la veía como una gran amiga.
Después de terminar de desayunar, Edgar la acompañó a su auto, ella le dio las gracias y un casto beso en los labios. Acción que molestó a la persona que los observaba y decidió acercarse a ellos.
Con estruendo, gritó. — ¿Por qué demonios lo besas, maldita? Él es mío.
Los guardaespaldas se acercaron inmediatamente y sujetaron a Alondra por ambos brazos.
— Edgar, tu ex está totalmente loca. — expresó Maricarmen, asustada por la sorpresa, y se escondió detrás de Edgar.
Madolyn y su asistente iban llegando al lugar y se percataron del espectáculo. Se detuvieron a mirar.
Madolyn pudo identificar a Maricarmen porque ya la conocía, y a Alondra, pero no logró ver al hombre junto a ellas, puesto a qué, estaba de espaldas.
Edgar le pidió a Maricarmen irse tranquila, él iba a resolver el problema. Ella se subió a su auto y se retiró.
Él se acercó más a Alondra, la miró con desdén y asqueado, por el estado en el que se encontraba. Exhaló profundamente, y apretó las mandíbulas.
— Me das asco. Que sea la última vez que te acerca a mí. — dijo Edgar y subió a su auto.
Los guardaespaldas soltaron a Alondra, y ella empezó a tocar el vehículo y a gritar. El auto arrancó y ella se dejó caer al pavimento llorando tristemente.
A Madolyn le conmovió la escena, y lo abatida que estaba Alondra. Se bajó del auto y caminó hacia ella.
— Alondra, ¿Qué te paso? Pareces una indigente. Sé que no somos buenas amigas, pero si te puedo ayudar, pídeme lo que quieras.— dijo con sinceridad.
— Te odio, desgraciada. No necesito tu lástima.— le gritó, aun en el suelo.
Madolyn dejó de sentir pena y prefiero tratarla como lo hacía todo el tiempo. — Estás dónde mereces, arrastrándote como un gusano asqueroso. ¿Entiendes por qué nunca serás mejor que yo?
La joven sacó un billete de su bolso, y se lo tiró.— Esto es para que compre algo de comer, pero ve a otro lugar, a ese restaurante no te dejarán pasar. Chao.
Alondra la observó mientras ella entraba al restaurante, sonriente y conversando con su asistente. Recordó la mirada de Edgar y las palabras de Madolyn, y su mente se iluminó con un macabro plan. Entendió que Edgar jamás la iba a perdonar, y no estaba dispuesta a verlo con otra mujer, antes lo prefería muerto.
Era de noche, Samuel fue a visitar a Alondra como cada noche. Está vez, la mujer lo esperó cambiada de ropa y con el cabello bien recogido.
— ¿A qué se debe ese repentino cambio?— preguntó Samuel.
— Acepto desaparecer a Edgar, pero hay un pequeño reajuste en el plan.
— Bien, te escucho.
Ella le explicó los nuevos cambios, y como harían para que naciera el heredero. Sin embargo, Samuel no entendió una parte del plan.
— ¿Estás diciendo que otra mujer llevará en su vientre al bebé?— preguntó confundido.
— Exacto. Los obligaremos a estar juntos de la peor forma posible. Cuando ella se embarace, lo desaparecemos a él. La mantendremos cautiva hasta que Nazca el bebé, y después la dejamos libre. Con su vida arruina, deseando morir por lo vivido.
Continuaron hablando y ultimando detalles para no cometer errores. Pensaron en todo a la perfección, era imposible que algo saliera mal. Para poner en marcha su objetivo, necesitaban dinero y Alondra se encargaría de buscarlo.
Al día siguiente, Alondra fue a la empresa de moda Versace, y preguntó por la modelo Madolyn Parker.
— ¿Me buscaba? — preguntó Madolyn
— ¿Podemos a hablar?
Alondra estaba bien vestida y arreglada como todo una modelo. Madolyn la miró de arriba abajo y acepto hablar con ella. Fueron a la cafetería del lugar y tomaron asientos.
— Bien, ¿Qué quieres?
— Ayer dijiste que me podías ayudar, si lo necesitaba. Te tomo la palabra.
Madolyn sonrió levemente. — ¿Necesitas de mi ayuda?
— Sí.— respondió cabizbaja. No era fácil pedirle ayuda a su peor enemiga.
— ¿Qué necesitas?
— Quiero que me preste… Tres millones de dólares. Prometo pagártelo cuando mi prometido regrese de viaje.
Para Madolyn tres millones de dólares no significaban nada, pero le pareció raro que Alondra quisiera tanto dinero. No obstante, verla pidiendo dinero prestado era sinónimo de derrota, y eso la emocionaba.
— Está bien, dame el número de cuenta.
Alondra sonrió con la mirada, había logrado conseguir el dinero. Madolyn no imaginaba que ese dinero sería para acabar con su propia vida.
Una semana después
Era sábado por la tarde, Edgar estaba en la sala de estar, pensando en unos nuevos proyectos para la petrolera.
— Hijo, ¿Por qué tan pensativo?— preguntó Natalia, acercándose a él.
— Madre, talvez me iré unos días a Canadá. Quiero comprar un terreno para la petrolera.
— ¿Por qué mejor no descansas unos días? Te hace falta.
— No es mala idea, mamá.
Samuel escuchó la conversación y era la oportunidad que necesitaban para poner en marcha el secuestro. Llamó a Alondra y le dijo que había llegado el momento.
Ya de noche, Edgar quedó en reunirse con Maricarmen, en un club. Se arregló y se roció un exquisito perfume. Bajó las escaleras y le ordenó a sus guardaespaldas descansar, él saldría solo.
— Mi señor, nos mantendremos alejados, pero no podemos dejarlo salir sin compañía.— explicó Joel.