El Despertar De Luna: En Las Manos Del Enemigo

...|| Rachel Montemayor ||...

La oscuridad me rodeaba como un manto pesado que se llevaba todo a su paso, sumergiéndome en un sueño profundo y completamente enigmático. En ese estado de inconsciencia, podía sentir el dolor en mí como un eco lejano, mientras las voces susurraban a mi alrededor como si estuvieran atrapadas en un remolino de confusión y caos. A pesar de la penumbra que me envolvía, una extraña sensación de paz se apoderaba de mí, era como un suave arrullo que me prometía alivio y que me decía que todo estaría bien. Sin embargo, en el fondo de mi ser, algo intentaba despertar, luchando con todas sus fuerzas con el único objetivo de salir de ese profundo letargo y regresar a la dura realidad que parecían haber olvidado.

Poco a poco, mis ojos empezaron a moverse y una calidez reconfortante comenzó a rodearme, como si una luz suave se filtrara a través de la oscuridad, lo que me permitió comenzar a emerger de aquel abismo que parecía devorarme. Sin embargo, el proceso de volver a la conciencia era complicado y costoso. Finalmente, logré abrir los ojos, aunque el esfuerzo me exigía más de lo que me sentía capaz de dar. Cuando mis párpados por fin se despejaron, me pude dar cuenta de que me encontraba en un entorno desconocido, una habitación que me era imposible identificar.

Observé a mi alrededor y noté que las paredes estaban cubiertas con cortinas gruesas y pesadas que bloqueaban la entrada de la luz exterior. Esto creaba una atmósfera que, aunque extraña, resultaba acogedora y serena, casi como un refugio apartando la habitación del mundo exterior. De inmediato, un pensamiento cruzó mi mente como una ráfaga: esta debía ser la recámara de Ethan. Reconocía el estilo que lo caracterizaba, la mezcla de elementos que aportaban tanto confort como una profunda sensación de seguridad, y a medida que la confusión se disipaba, empecé a relajarme de alguna manera en el.

De inmediato, mi mirada se posó en Ethan, quien estaba sentado junto a la cama, en una silla que parecía haber sido diseñada para la incomodidad. Su rostro mostraba las marcas del cansancio acumulado, con sombras que delineaban sus ojos y una preocupación profunda en su frente, como si los problemas del mundo entero pesaran sobre sus hombros. A pesar de su aspecto agotado, había algo en su expresión serena que sugería que, por un breve momento, había logrado alcanzar un remanso de paz en medio del caos que nos rodeaba. Aunque su postura denotaba incomodidad, con una ligera inclinación hacia adelante, el semblante tranquilo que portaba se alzaba como un faro de calma.

Moví un poco mi cuerpo y, en el momento en que lo hice, una punzada leve recorrió mi hombro, como un pequeño recordatorio de las pruebas recientes que había enfrentado. Desvié la mirada hacia mi propio cuerpo y, para mi asombro, me di cuenta de que la herida que antes había tenido había desaparecido por completo. Donde antes había una apertura que sangraba, ahora solo se apreciaba una cicatriz delicada, casi imperceptible tanto al tacto como a la vista. La transformación era asombrosa y, en mi mente, fervientemente traté de entender cómo había sucedido tan repentina curación. En ese instante, parecía evidente que los esfuerzos de Ethan, aunque silenciosos y en segundo plano, habían surtido efecto, contribuyendo a mi recuperación de una manera que jamás hubiera imaginado.

Me incorporé lentamente, tratando de no despertar a Ethan. Cada movimiento era un recordatorio de lo frágil que aún me sentía, pero la sensación de alivio al ver la herida sanada me daba fuerzas. Respiré profundamente, dejando que el aire llenara mis pulmones y despejara la neblina de mi mente.

—Ethan... —murmuré suavemente, mi voz apenas un susurro.

Ethan se movió ligeramente en su sueño, pero no despertó. Observé su rostro, notando las sombras de preocupación que aún permanecían en su expresión. Era evidente que había estado velando por mí, luchando contra la desesperación y el miedo.

Sentí una oleada de gratitud y ternura hacia él. A pesar de todo lo que habíamos enfrentado, Ethan había permanecido a mi lado, dispuesto a sacrificarlo todo para salvarme. Me acerqué un poco más y, con delicadeza, acaricié su mejilla.

—Gracias... —susurré, dejando que la emoción se filtrara en mis palabras.

Ethan abrió los ojos lentamente, parpadeando mientras su mirada se enfocaba en mí. Una chispa de alivio y alegría apareció en sus ojos al darse cuenta de que estaba despierta y sana.

—Rachel... —dijo con voz quebrada—. No sabes cuánto me alegra verte despierta.

Sonreí débilmente, sintiendo cómo la conexión entre nosotros se fortalecía aún más.

— Estoy bien — afirmé, manteniendo mi mirada fija en su rostro, que comenzaba a marcarse con arrugas, sutiles pero evidentes, como un reflejo de su culpabilidad. — Mira, ves, estoy bien, todo está bien, tranquilo, ¿sí? — agregué, señalando la herida que, afortunadamente, ya se había cerrado por completo.

— Yo... Rachel, yo... — balbuceó, su voz temblorosa delatando su creciente ansiedad —. No tienes idea de cuánto lo siento — prosiguió, mientras su rostro se encendía en rojo, una oleada de vergüenza y desesperación tiñendo su piel. Pequeñas venas empezaron a asomarse en su frente, dejando al descubierto el esfuerzo que hacía por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse en cualquier momento. Su lucha por mantener la calma se volvía palpable en el aire, y yo podía sentir la tensión acumulándose a su alrededor.

Ethan me envolvió suavemente con sus brazos, y en ese instante sentí cómo su calidez me rodeaba, proporcionándome una profunda sensación de seguridad y confort. A pesar de la oscuridad que nos había perseguido, una presencia opresiva que parecía pesar sobre nosotros, dentro de ese abrumador contexto surgía una pequeña chispa de esperanza que aún ardía en nuestro interior. Esa luz tenue era como un breve destello que nos recordaba que siempre existe la posibilidad de una segunda oportunidad, especialmente cuando se trata de alguien que no busca hacernos daño.

En lo más profundo de mi corazón, hay un anhelo claro y específico que me guía en esta vida: sólo deseo dos cosas. Primero, acabar con la locura que atormenta a Ethan, ayudarlo a liberarse de los demonios que lo asedian y la segunda, llevar a cabo mi venganza contra Desmond, incluso si eso implica arriesgar mi propia vida en el proceso. Estoy dispuesta a sacrificarlo todo para alcanzar ese objetivo que me he impuesto.