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Sin Reglas

Sin Reglas

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad
Popularitas:7.7k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

"Sin Reglas"
París Miller, hija de padres ausentes, ha pasado su vida rompiendo reglas para llamar su atención. Después de ser expulsada de todas las escuelas, sus padres la envían a una escuela militar dirigida por su abuelo. París se niega, pero no tiene opción.

Allí conocerá a Maximiliano, un joven oficial obsesionado con las reglas. El choque entre ellos será inevitable, pero mientras París desafía todo, Maximiliano deberá decidir si seguir el orden... o aprender a romper las reglas por ella.

Una comedia romántica sobre rebeldes, reglas rotas y segundas oportunidades.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 9

La mansión de la abuela de París se había convertido en un campo de batalla. En una esquina de la enorme sala, el abuelo discutía acaloradamente con la abuela, mientras Maximiliano y París, sentados en un sofá al otro lado, parecían estar sumidos en su propio debate.

— ¡Tú siempre has sido una rebelde sin causa! — exclamó el abuelo, señalando a su exesposa con frustración. — ¿Qué esperabas? ¡Mira cómo está París ahora! Es igual que tú: irresponsable, obstinada, e incapaz de seguir una regla.

— ¡Oh, por favor! — respondió la abuela con una risa sarcástica mientras se acomodaba en su lujoso sillón. — Si ella es así, es porque claramente no tiene interés en tu absurdo mundo de reglas. ¿Por qué no aceptas que el problema es tuyo y no de ella?

— El problema — replicó el abuelo con voz grave — es que tú siempre le das todo en bandeja de plata. ¡Así nunca aprenderá responsabilidad ni disciplina!

— Lo que ella no necesita — espetó la abuela, señalándolo con un dedo perfectamente manicurado — es que un viejo militar gruñón intente moldearla a su antojo.

Mientras los dos mayores continuaban lanzándose acusaciones, París cruzó los brazos y miró a Maximiliano.

— No sé por qué estás aquí. Esto no es mi culpa. Yo no pedí estar en ese estúpido internado.

Maximiliano, con su característico semblante serio, suspiró.

— No es cuestión de lo que pediste, París. Es cuestión de lo que necesitas.

— ¿Lo que necesito? — París lo miró incrédula, soltando una pequeña risa. — Lo que necesito es que todos me dejen en paz.

— ¿En paz para qué? ¿Para seguir huyendo? — respondió Maximiliano, clavando sus ojos en los de ella.

Ella abrió la boca para responder, pero él levantó una mano, interrumpiéndola.

— Te guste o no, necesitas límites. Tal vez no te guste mi forma de ser o la de tu abuelo, pero alguien tiene que ponerte en el camino correcto antes de que cometas un error del que te arrepientas.

— No cometí un error. Me escapé porque quería, y no me arrepiento.

Maximiliano se inclinó ligeramente hacia ella, sus ojos intensos.

— ¿De verdad no te arrepientes? ¿De nada?

París tragó saliva, sintiendo que él podía ver a través de ella, pero antes de que pudiera contestar, la voz de su abuela resonó en toda la sala.

— ¡Ya basta de esta discusión inútil! — declaró con un gesto teatral, levantándose de su sillón. — París no regresará a ese internado. Y punto.

— Eso no lo decides tú — replicó el abuelo con firmeza.

La abuela lo miró con una sonrisa peligrosa.

— ¿Ah, no? Entonces veremos quién gana esta batalla.

El abuelo bufó, mientras Maximiliano se pasaba una mano por el cabello, visiblemente frustrado. París, por su parte, sonrió por lo bajo. A pesar de todo, había algo casi entretenido en la guerra que se desataba a su alrededor.

Sin embargo, su diversión duró poco cuando su abuelo se giró hacia ella, señalándola.

— París, ¿quieres quedarte aquí para siempre y convertirte en otra versión de tu abuela? ¿O prefieres demostrarme que eres capaz de más?

Los ojos de París se entrecerraron.

— ¿Por qué no me deja ser lo que quiero?

— Porque lo que quieres no siempre es lo que necesitas — respondió el abuelo con dureza, su voz cortante.

Maximiliano observaba la escena en silencio, pero cuando los ojos de París se encontraron con los suyos, pudo notar algo diferente: una chispa de duda.

Tal vez, solo tal vez, la princesa rebelde no estaba tan segura de su plan como aparentaba.

[...]

El caos que ya reinaba en la casa de la abuela de París alcanzó un nuevo nivel con la llegada de sus padres. Entraron como un huracán, acompañados de un par de abogados vestidos impecablemente, que llevaban carpetas llenas de documentos legales. La madre de París, con su rostro perfectamente maquillado y una actitud decidida, fue la primera en hablar.

— ¡Esto ha llegado demasiado lejos! — exclamó, mirando a su madre con frialdad. — No tienes ningún derecho a retener a París aquí. Es menor de edad, y nosotros somos sus padres.

La abuela, que hasta entonces parecía disfrutar del drama, se levantó de su sillón con dignidad.

— Oh, por favor, querida. Si hubieras hecho tu trabajo como madre, París no habría tenido que escapar de ese horrendo internado.

— ¡Basta! — interrumpió el padre de París con voz firme. — No vamos a permitir que sigas interfiriendo. París volverá al internado, y si es necesario, tomaremos medidas legales contra ti.

La abuela soltó una carcajada exagerada y sarcástica.

— ¿Medidas legales? ¿Contra mí? — preguntó, llevándose una mano al pecho con dramatismo. — ¿De verdad creen que pueden ganarme?

Mientras tanto, París observaba la escena desde una esquina de la sala, sintiéndose cada vez más pequeña. El enojo y la frustración se acumulaban dentro de ella, como una olla de presión a punto de estallar.

— ¡Ya basta todos! — gritó finalmente, llamando la atención de todos. — ¡Estoy harta de que decidan por mí!

Su madre la miró con severidad.

— París, tú no tienes edad para decidir. Vamos a hacer lo mejor para ti, aunque no te guste.

— ¿Lo mejor para mí? — replicó París, con los ojos llenos de lágrimas. — ¡Nunca me han preguntado lo que quiero! Ustedes ni siquiera me conocen.

Antes de que alguien pudiera responder, París salió corriendo de la sala, subiendo las escaleras hacia su habitación y cerrando la puerta de un portazo.

En su cuarto, París se dejó caer en la cama, abrazando una almohada mientras las lágrimas corrían por su rostro. Por más que intentara ser fuerte, la sensación de impotencia la consumía.

Unos minutos después, alguien llamó a la puerta.

— ¡Vete! — gritó París, su voz ahogada por las lágrimas.

La puerta se abrió de todos modos, revelando a Maximiliano. Él cerró la puerta detrás de sí y cruzó los brazos, apoyándose contra la pared con una expresión entre divertida y exasperada.

— Vaya, princesa, qué espectáculo.

París se incorporó de golpe, mirándolo con furia.

— ¿Qué quieres? ¿Venir a burlarte de mí? ¡Pues adelante! ¡Hazlo!

Maximiliano levantó una ceja, sorprendido por su reacción.

— No tienes que gritar, ¿sabes? Solo vine a decirte que si vas a hacer una escena, al menos asegúrate de que no te escuchen en toda la casa.

Eso fue suficiente para que París explotara.

— ¡Tú no entiendes nada! — gritó, poniéndose de pie. — ¡No sabes cómo es vivir así! Todos deciden por mí. Todos me dicen qué hacer, qué pensar, cómo actuar. ¡No tengo ni voz ni voto en mi propia vida!

Maximiliano la miró, sorprendido por la intensidad de sus palabras.

— París…

— ¡No! — lo interrumpió ella, avanzando hacia él con los puños apretados. — Tú no sabes nada de mí. Solo ves a una chica rebelde y torpe, ¿no? Pues adivina qué: no soy solo eso. Estoy cansada de que nadie me escuche, de que nadie se detenga a preguntarme cómo me siento.

Maximiliano la observó en silencio por un momento, su expresión seria pero con un destello de empatía en sus ojos.

— Tienes razón — dijo finalmente. — No sé todo sobre ti. Pero… eso no significa que no pueda intentar entenderte.

París lo miró, sorprendida por su respuesta. Por un instante, su rabia se disipó, dejando lugar a algo más: una sensación de alivio, aunque fuera mínima, de que alguien estaba dispuesto a escuchar.

— No quiero volver al internado — murmuró, dejando caer la mirada.

Maximiliano suspiró y dio un paso hacia ella.

— Lo sé. Pero a veces, lo que queremos y lo que necesitamos no son lo mismo.

París levantó la mirada, con lágrimas aún en los ojos, pero esta vez no había furia en su expresión, solo agotamiento.

— Estoy cansada, Maximiliano.

Él asintió, cruzándose de brazos.

— Lo sé, princesa. Lo sé.

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Yanet Cristina Vilugron Salazar
Me encanta la historia 🤣🤣
Yanet Cristina Vilugron Salazar
mmmmm
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja 🤣😸
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja 😅😃😅
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Excelente
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja esos dos están enamorados y no se han dado cuenta 🤭🤭🤭🤭
Yanet Cristina Vilugron Salazar
amor,se llama amor
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Esa putizorra de Blanca y sus secuaces
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja bien Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Vamos Paris tu puedes
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Bien Maximiliano
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Malos padres
Yanet Cristina Vilugron Salazar
esos se van a enamorar
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja esa Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
mmmmm
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Será buena decisión
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Serás increíble Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
vas hacer una gran militar Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja rebelde sin causa jajaja
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